Siempre están pasando cosas con el Seba. Desde el primer encuentro sonoro, suele ser imposible que algo en él no te llame la atención. Canciones con ronroneos, letras crudísimas, melodías sacadas de alguna película de Disney, temas con nombre de emoticón. En general la estética de (Me Llamo) Sebastián envuelve absolutamente a toda su propuesta artística. Es, sin temor alguno, una de las propuestas más interesantes en el Chile actual.
Desde su sonoridad, que podemos identificar por la particular estructura de sus canciones, hasta incluso, sus redes sociales, logran plasmar un sello completamente personal. Es por eso, que se nos hace tan fácil identificarlo, y al mismo tiempo, tan necesario empatizar con el chileno. Puede que no lo conozcamos, pero sus éxitos son nuestros. Sebastián contagia el amor por sus canciones, por su música. Y a pesar de que pudiese pensarse que su trabajo apunta hacia un público específico, la verdad es que logra una transversalidad a flor de piel, con canciones que nos
hablan, nos entienden o nos invitan a entender.
Entonces, cuando el Seba, se sube por vez primera a un icónico escenario como el Cariola -para muchos, la previa para una consagración mediática- nos alegramos. Por nosotros y por él. El primer gran gran show de quien nos enseñó dónde está la fiesta -obviamente aquí adentro- tuvo puntos de debate entre quienes lo siguen, aunque un indiscutible consenso de haber disfrutado el espectáculo.
Mencionar en primer lugar el lamentable fallo técnico de amplificación que a ratos dificultaba entender lo que Sebastián cantaba o nos decía, siendo otro de los detalles la variación de sus canciones. (Me Llamo) siempre a jugado mucho con sus creaciones en vivo, cambiando tiempos, tempos, letras, interactuando en plena canción con su público. Pero esta vez, sus potentes interpretaciones en piano, quedaron detrás de un formato que al menos quien escribe, nunca había visto.
El power trío funciona bien, pero no en todas las canciones o al menos, se hace extraño escuchar rasgueos eléctricos de guitarra en vez de los desgarradores acordes del teclado más “kawai” que alguna vez se haya puesto en frente de Valentín Trujillo.
Sin embargo, cabe mencionar que aunque Sebastián nos haga sentir que esas canciones son nuestras, siguen siendo un visceral producto a nombre propio. Por lo que sean como sean los cambios que decida quitar o poner, podemos tener la certeza de que detrás existe o existió algún sentido de querer darlo todo vuelta, de revolver y desmembrar, construir o deconstruir, porque su música siempre está en movimiento, y de eso se trata (Me Llamo) Sebastián.
Sin duda alguna, esto marcó un hito en su carrera, y una proyección de hacia donde se dirige su trabajo. Un giro que ya se demostró en la calidad de su último disco liberado el pasado viernes titulado “La Sombra”, el cual se enmarca en un ambiente de mayor elaboración a nivel de producción musical y tildes en definir una propuesta que apunta hacia la la salida de la idea de ser “emergente”.
Lo hemos visto crecer como músico, como persona y como artista.. A muchos se nos revolvió la guata verlo subir al escenario completamente empoderado y frágil al mismo tiempo. No hubo un momento más conmovedor y emocionante, que el tramo final de la presentación, cuando luego de darlo todo, quedó él. Solo con una guitarra, cantando entre el llanto y la risa, (Me Llamo) Sebastián se despidió de nosotros con total gratitud, dándonos a entender que esto recién comienza. Esperamos que así sea.