Weezer es una banda que con el tiempo han cosechado una de las carreras más inestables en la historia de la música contemporánea, publicando dos joyas al principio de su discografía, para luego ir variando desde piezas mediocres hasta legítimos intentos de generar buena música. Con la nueva década sobre ellos, realmente nos tomó por sorpresa el que sus últimos dos discos “Everything Will Be Alright in the End” (2014) y “Weezer (The White Album)” (2016) fueran dos de sus mejores producciones a la fecha, lo que hizo parecer que el futuro de los norteamericanos sería brillante desde ahora.
Lamentablemente, el compositor y líder de la banda Rivers Cuomo tiene un carácter tan errático que tal pareciera que la calidad de los álbumes de la banda quedan a decisión de la suerte. Por lo que a tan solo un año del lanzamiento del cuarto disco homónimo del grupo, aparece “Pacific Daydream” para alejarse del cultivado sonido rockero que sus predecesores habían perfeccionado, experimentado con los elementos modernos de la música pop.
Al entrar en el álbum las cosas no se ven tan caóticas, “Mexican Fender” y “Beach Boys” son los intentos más honestos del cuarteto de hacer música refrescante. El primer sencillo es análogo al Weezer de inicios de siglo, en que hacían himnos poperos con distorsionados riffs y letras sin más pretensiones que entretener, narrando una veraniega historia de romances y guitarras. El segundo tema es quizá la aparición más novedosa y a la vez entretenida del disco, alejándose de la esencia central de la banda, pero conservando la suficiente identidad para ser más que un tema olvidable. En “Beach Boys” Cuomo canta sobre su amor por el legendario grupo estadounidense mientras que hace paralelos sobre el estado de la música actual y su lugar en ella.
Luego Weezer entra en territorio inhóspito, presentando el tema más exitoso del álbum desde su promoción, y paradójicamente el más desechable: “Feels Like Summer”. Aunque con un interesante videoclip, el juego con los sonidos electrónicos no favorece al tema en ningún sentido. Un himno que encaja en una generación de Snapchat e Instagram al que la banda no comprende que no pertenece, pues más que evolución, el corte entra como un forzado intento de mantenerse relevante. La melancólica letra es el punto más elevado del tema, aunque no suficiente para salvar los flácidos versos y formulado coro.
La banda tuvo la libertad de presentar la mitad de “Pacific Daydream” previo a su publicación, y entre los sencillos restantes “Weekend Woman” y “Happy Hour”, el material no se sostiene lo suficiente como para pasar de prescindibles temas entretenidos. El mediocrismo con el que juega Weezer nunca llega a niveles detestables, pero se mantiene en la línea en que es difícil volver a estas canciones más que por el amor que se pueda tener a la banda. Los coros son pegajosos y veraniegos, y algunas líneas de los versos conectan en buen nivel, pero la composición total no deja de ser olvidables.
En la segunda mitad del álbum los niveles se bajan a la hora de incluir elementos tan forzados de la escena electrónica. “QB Blitz” tiene un sólido verso y una melancólica voz principal, “Sweet Mary” es un corte cálido de alegre tono con bonitas armonías de voces y “Get Right” se sostiene con una fresca columna de guitarra y un divertido aunque repetitivo coro. Finalizando “La Mancha Screwjob” y “Any Friend of Diane’s” son inofensivos temas que ni quitan ni añaden, productos prescindibles en la extensa carrera de la banda. En este punto poco se podría decir que atenta contra la dignidad de los integrantes, pero difícilmente despertará el amor de los fanáticos a un nivel en que previas publicaciones lo han hecho.
El pecado en el que cae “Pacific Daydream” no es en el mezclarse con texturas radiales, ya que después de todo su clásico debut es reconocido por sus himnos pop y melodías simples aunque efectivas. El gran problema llega cuando al hacer las combinaciones muchas de ellas no mimetizan naturalmente con la música del cuarteto y entorpecen su desplante. Gran parte del álbum se pierde en el abismo como un desechable producto de pop rock.
El álbum está lejos de alcanzar los peores momentos del grupo, pero para los estándares que los estadounidenses había puesto en los últimos tres años, es decepcionante que tengan que recurrir a elementos tan ajenos de su música sin saber incluirlos naturalmente. Dentro de toda su discografía, “Pacific Daydream” es un tropiezo que se espera que sepan reparar en el tiempo próximo. Después de todo, no será la primera ni la última vez que tenga que levantarse de sus propias caídas.