Pocos cuartetos han sostenido una evolución tan mixta como Weezer. Con uno de los puntapiés más altos de mediados de 90s en sus primeros dos trabajos: “The Blue Album” (1994) y “Pinkerton” (1996), la confusa recepción de su sofomoro entregó la peor lección que el grupo pudo aprender. Condenados por sus melodías oscuras y producción sucia, el grupo dedicaría sus siguientes años por volcarse ante un sonido más amigable y accesible.
Aún cuando todos adoren los dos primeros álbumes de los interpretes de “Buddy Holly”, es innegable que una de sus eras más exitosas vino de la cara de sencillos como “Island in the Sun” y “Beverly Hills”, pero el nuevo milenio no sería del todo amable con la materia artística de sus melodías. El carismático Matt Sharp abandonaría el instrumento de cuatro cuerdas y las batallas de egos se intensificarían a medida que el grupo fuera caminando a través de sus nuevas influencias.
Los 2000s vieron a la banda poco a poco abandonar su palestra popular. Aún con éxitos como “Pork and Beans” (que vino acompañado de uno de los videoclips más divertidos de la era del internet) y “If You’re Wondering If I Love You Too (I Love You Too)”, los álbumes de la banda irían y vendrían; olvidables e intercambiables. En el movimiento de décadas se enfrentarían a su periodo más oscuro artísticamente. Peligrosamente bordeando el olvido de la juventud millenial que crecía hacia un sonido más maduro, y demasiado juvenil para atraer a los generación x que le compraron su camino a la fama en primer.
Entonces sobrevendría el segundo aire. A mediados de la última década Weezer publicaría dos de los mejores LPs de su catálogo: “Everything Will Be Alright in the End” (2014) y “Weezer (The White Album)” (2016). Sin la nube de la popularidad sobre sus rostros, Rivers Cuomo compondría el material más sincero que sus dedos podrían expresar en casi 20 años.
La primera publicación sería una vuelta a las bases. Guitarras explosivas y sucias acomodadas según estructuras poperas. Fuera de las incómodas mezclas que caracterizaron sus previas producciones, o sonido blandos, olvidables a meros minutos de terminar, la agrupación se adaptó a armonías honestas y cálidas. Coloridos trabajos de guitarra ensalzados por letras juveniles y abrasadoras. El larga-duración publicado en 2014 crecería en estructura, dejando ir sencillos increíbles, pero evolucionado como un álbum con sentido y dirección.
Posteriormente, todo lo que habían pulido en “Everything Will Be Alright” lo perfeccionarían junto al álbum blanco. Los primeros cortes promocionales dejaban en jaque a los fanáticos, pero el resultado final terminó cumpliendo todas las promesas. Temas como “Do You Wanna Get High?” se expresaban de tal forma que era difícil no creer que fueron compuestas por mediados de los 90s, y retrabajadas para encajar en esta nueva producción. El perfecto equilibrio entre el sonido que puso la W mayúscula en el nombre de la banda, pero arreglado en términos de lo que la nueva década quiere escuchar.
Por muchos años Weezer estuvo luchando contra la idea de contentarse a sí mismos es pos de satisfacer a unos fanáticos que nunca estuvieron del todo abordo con su música. La misma prensa que en su momento no estaría junto a las extrañas ideas que los muchachos estaban trabajando a mediados de los 90s, luego se retractaría para etiquetar a “Pinkerton” como una de las más grandes obras maestras del siglo pasado. La retroalimentación es un ciclo positivo en el universo artístico, pero al final del día no hay percepción que importante más que la que uno tiene sobre su propia obra.
Rivers Cuomo es una personalidad extravagante. Ha sido capaz de ir en cualquier dirección junto a la calidad de sus trabajos. Sin embargo, a medida que la adultez ha caído sobre vértebras, ha aprendido a pulir un sonido propio y honesto. Si al momento en que el interprete está al día con los sonidos modernos, estos desaparecen, ¿para qué seguir intentándolo? Decenas de bandas que en nuestra adolescencia alcanzaron el éxito, hoy yacen muertas ante la imposibilidad de alcanzar un top 100 de nosequé lista de éxitos. Pero el cuarteto de geeks sigue aquí. Si la insistencia es una cualidad, estos muchachos son unos virtuosos.
El segundo aire de Weezer es una expresión de optimismo sobre como ningún nunca grupo está verdaderamente muerto. Ahora se regodean entre las regalías de un álbum de re-versiones y su sencillo más exitoso en una década: “Africa”. La banda abraza las personalidades de internet, y se mueve junto al humor que retuerce esta nueva época. No sabemos en qué dirección siga moviéndose el grupo, más aún considerando sus últimas dos publicaciones, pero siempre podemos seguir esperando que nos sorprenda con cinco álbumes homónimos más. Para gustos colores, y para ideas de la banda, franjas más allá del arcoíris.