En 2011 el diario El País se aventuraba a bautizar a Chile como el “nuevo paraíso del pop”, dando cuenta del particular desarrollo de la primera camada de artistas independientes que supo consolidar su visión de forma profesional, superando la castración económica, social y cultural dejada por 17 sangrientos años de dictadura militar.
El reconocimiento fue bastante acertado, ya que dejando los adornos literarios a un lado, la escena musical chilena logró cimentar bases sólidas de una incipiente industria musical hecha a pulso, teniendo en su contra el abandono de los grandes sellos multinacionales y el hecho de estar literalmente al otro extremo del planeta.
De esta forma es que durante los últimos 10 años, cientos de proyectos de las más variadas corrientes han visto la luz gracias a un trabajo artesanal y profundamente colectivo, que los posicionó a nivel internacional como uno de los principales referentes de la escena independiente latinoamericana, y que por onceava vez consecutiva dice presente en el festival Primavera Pro.
Este año se darán a conocer en el evento tres particulares propuestas que se encuentran en pleno auge de sus respectivas carreras. La primera de ellas es la ecléctica apuesta de la compositora Isidora O’Ryan (34), quien explora los límites cada vez más inconmensurables del pop, a través de recursos sonoros y estéticos que han transmutado su formación clásica como cellista, en ambientes experimentales y sintéticos con vocación popular.
“Cuando lancé el proyecto I.O., mi camino musical me había llevado por diversos estilos y circunstancias que fueron y son parte de mi imaginario creativo. Participé en proyectos (…) de improvisación libre, música de cámara clásica y contemporánea, además de música para escena”, explica O´Ryan sobre la construcción de su quehacer artístico, altamente influenciado por la improvisación. “Para mi es fundamental para poder componer (…) Entrar en una especie de juego de movimiento de texturas, ritmos, estructuras, armonías y melodías; que la música vaya tomando distintas formas y así explorar hasta dónde se puede llegar”.
Isadora se encuentra promocionando su álbum Ciénaga (2020), una obra de 8 canciones con las que estrenó su faceta como solista, integrando a cabalidad la precisión armónica de la música clásica, con atractivas melodías y ritmos posmodernos que hablan desde la emocionalidad.
En esa línea, la compositora reflexiona en torno a su propuesta encontrando un común denominador. “I.O. es un proyecto que busca hacer canciones que pueden tener diferentes acompañamientos y tintes sonoros, pero que están al servicio de la canción (…) Creo que el pop es un género enorme, que está en constante avance y transformación y que da espacio a diversas mixturas estilísticas. Por lo mismo siento que el proyecto puede ir moviéndose por los límites del pop sin necesidad que sea un norte”.
Una lectura similar es la que hace el compositor y cantante Ismael Oddó (33), quien desde su adolescencia conoció los bagajes del oficio musical, cultivando su construcción artística tanto desde la academia como “en terreno”, siendo por más de 8 años bajista de Francisca Valenzuela, y apostando desde el 2009 como solista, a través de una nutrida discografía que brilla por su versatilidad.
“Creo que para componer hay que evitar enjuiciar la creación y darle un poco más de espacio y tiempo a las ideas locas, bajándole un poco la expectativa a todo. Buscar en qué parte o momento de la música uno está: hay veces que uno debe ser más protagonista y creativo, investigar, ser muy metódico. Otras veces alejarse y no hacer nada o simplemente escuchar, desarrollar otras actividades u oficios sin perder de vista el objetivo del proyecto”, señala Ismael sobre la forma en que determina el rumbo de su exploración sonora, la que hoy se encuentra indagando ritmos urbanos y modernos, los cuales presentará en la nueva edición de Primavera Pro.
Respecto a esta faceta, el joven músico explica que lo que más le llama es la energía directa, ligera y entretenida detrás del género más masivo de la actualidad. “Hay beat, hay fiesta, hay buenas letras pop, en el fondo: hay buenas canciones. Finalmente el pop va mutando entre estilos. Está en el rock, el rap, la electrónica y ahora está presente en casi todo. Creo que mi propuesta ha mutado y seguirá cambiando con el tiempo, y tal vez esa sea mi verdadera propuesta artística: la posibilidad de tener distintos universos dentro de un proyecto”.
Estos universos no solo se manifiestan a través de los colores más bailables del pop, ya que todo esto de la música se trata de cautivar y transmitir, independientemente de las formas. Al menos así lo ve el conjunto santiaguino de La Ciencia Simple, quienes también participarán del encuentro, y que desde el 2014 han apostado por un lenguaje mucho más abstracto y meticuloso. “Entendemos nuestras composiciones como un tejido que nos lleve inconscientemente tanto a un ciclo meditativo como también a evocaciones emocionales. Así es como entendemos nuestra música, como un proyecto que busca despertar cosas en el auditor”.
El quinteto de post-rock instrumental encuentra sus principios creativos en el ritual colectivo, ese momento mágico donde el presente es lo que dicta las reglas del juego. “Lo que nos llama la atención de ser una banda instrumental es que los mensajes que uno transmite son participativos, es decir, la interpretación varía entre un auditor y otro, y más aún, entre una ocasión y otra, dependiendo siempre de todo lo que rodea al evento, la atmósfera, el espacio, etc. Creemos que puede haber algo colectivo en esos mensajes y que pueden incluso ser claves para nosotros mismos”.
La perspectiva de La Ciencia Simple es tan metafísica como humana, y encuentra su centro en la comunicación desde el lenguaje musical con una intención transformadora. Algo que las tres propuestas de la comitiva chilena de este año comparten, sin la intención de volver a los dulces días del paraíso pop, sino que de comenzar un éxodo firme hacia la exploración artística, con el único objetivo de sacudirnos el alma y hacernos mover los pies.