Cuando los Beatles comenzaron a cambiar su sonido luego del no tan bien recibido Rubber Soul (1965), la experimentación se hizo parte esencial de la composición, cuando esto sucede, el miedo a las críticas debe desaparecer, volver atrás puede ser un paso en falso, porque luego de alucinar con nuevos sonidos, el artista debe seguir progresando. Y esto es lo que hicieron los Arctic Monkeys cuando lanzaron Tranquility Base Hotel & Casino (2018), un mundo lleno de referencias e imaginaciones, que escapa del oído popular que se trabajó en el AM (2013) … o eso era lo que pensábamos hasta ahora.
Lollapalooza se transformó en el escenario en donde las consagraciones de marca propia están sellando las pautas, pero no esas de corte popular, sino que aquellas que contienen un contenido lírico, musical y artístico de vasto desarrollo: Interpol, Foals, St. Vincent, Kendrick Lamar son ejemplos de aquello. Pero la consagración de esta edición de Lolla terminó a lo grande con los formados en Sheffield, los Arctic Monkeys, dieron una cátedra de cómo seguir siendo los abanderados del rock del siglo XXI.
La métafora del sentimiento de deseo, el coqueteo y la atracción inevitable de Do I Wanna Know? marcó la esencia de un Parque O’higgins dócil, rendido a los pies de la seguridad que gobernaba a los monos del ártico. El vasto recorrido de himnos generacionales que llevan sobre los hombros forjó el carácter de la jornada. Los dirigidos en tempo por Matt Helders se pasearon por los éxitos de largo nombre: Don’t Sit Down Cause I’ve Moved Your Chair, I Bet You Look Good on the Dancefloor y Why’d You Onlye Call Me When You’re High?, para hacer pequeñas paradas a las hipnóticas reliquias de la última placa. Y es que pasar de un ritmo de Knee Socks a uno de The Ultracheese fue como un somnífero placentero, un buen viaje en el éxtasis, un buen pasar entre el caos.
Con una ambientación minimalista que contemplaba un juego de luces, un cubo rotativo y una cortina de fondo los Arctic Monkeys quedaron al debe con el concepto Kubrick, que tuvo su máximo esplendor con la homónima del Tranquility Base, luego de una penetrante, inquietante y, como siempre, oscura puesta en escena de 505. Le siguió avasalladoramente Crying Lighting y Pretty Visitors, demostrando que los clásicos del indie rock están más presentes que nunca.
Ahora bien, tanto críticas positivas como negativas tuvo el Tranquility Base, pero lo que no sabían los pesimistas era que este álbum también está hecho con un alto grado de jerarquía frente a sus antepasados, si no pregúntales a las más de 50 mil almas que corearon una fascinante versión extendida de Four Out of Five… increíble.
Los Arctic Monkeys en pleno 2019 son una metamorfosis, una mutación a la que no le puedes dejar de tomar atención ni por un minuto, ni aunque quisieras; son la versión actualizada de los niños tímidos de Sheffield, Inglaterra, son, sin duda, una de las mejores bandas de rock del Siglo.
Hay un trato especial sin igual que entregan en escena, uno que ni los “salvadores del rock” de la década pasada lo pudieron lograr – The Strokes –, el peso fue mucho para ellos, pero para los monos no, los monos lograron superarse a sí mismos. Sellaron esta versión de Lollapalooza a lo grande, con R U Mine? Señalándote, paradójicamente, que fuiste de ellos, que siempre fuiste de ellos.