Se anunció un último show de Astro hace un par semanas, unos días después se anunciaba otro, pero el que nos trae a colación (al parecer) sí fue el definitivo. El pasado viernes Astro se despidió del público de Santiago en el recinto que le prestó el andador para sus primeros pasos: Bar Loreto.
Un poco más de 100 personas (con suerte) resiste el reducto de Barrio Bellavista, pero el contexto ameritaba que aproximadamente unas 400—o quizás más — estuvieran dentro del mismo, el cual tenía una similitud al Metro de Santiago en horario punta… para pensar.
La verdad —tal cual se publicitaba— el show fue para amigos y cercanos, se hacían denotar grupos selectos de gente, hasta Gepe y Oddó merodeaban el lugar. Sin más, alrededor de las 12 de la noche la gente comenzó a abuchear y de la nada, en el diminuto espacio, Andrés Nusser se acerca al pequeño escenario entre la gente. De un momento a otro el ambiente a pesar de varios inconvenientes, se tiñe de nostalgia.
Maestro Distorsión inició el show; emoción y efervescencia “a presión” se sentía en el recinto. “A presión” porque al parecer la fanaticada tiene que estar drogada para disfrutar a Astro, sin saber que estos mismos por sí solos ya son una droga musical. Si bien el sonido estuvo pésimo en las primeras tres canciones, de ahí en adelante era una inyección de poder y distorsión.
Encaminada la noche el sonido nunca llegó a la perfección; estábamos ante una misión imposible: Bar Loreto no era el lugar indicado para dar un último adiós. Y si bien puede ser memorable despedirse en el lugar de sus primeros acordes, no era en lo absoluto el adecuado. Lo que más se escuchaba eran los coreos de vez en vez del público. Las quejas iban y venían, de partida por el sonido y luego porque era imposible ver al cuarteto, la gente de menor estatura lo sufrió, pero se simulaba con un cabeceo rítmico mirando el suelo.
Volteretas, Drogas Mágicas, Panda, disfrutadas a más no poder independiente de todo. Las palabras entre canciones de los músicos con el público fueron un toque imprescindible, la verdad era que la nostalgia y pena estaba. Se notaba en Astro, la intimidad lo hizo notar, pero siempre hubo una sonrisa y un disfrute entre todos los presentes de aquella noche.
Además, la despedida dio paso para un par de anécdotas en la “cancha” (eso es lo bueno de locales pequeños, todo es cancha): una fan se subió a bailar y cantar con Andrés; luego cuando tocaban Ciervos, un fanático ya preparado con su máscara personalizada de ciervo se tomó el escenario y las cámaras. Así fue el show: esperado, plano, ovacionado, “como vino se fue”, “solo regresará”, y otros a gusto del espectador.
Andrés, Nicolás, Daniel y Octavio, son y serán Astro para muchos, tanto en Chile como en el extranjero. Por ahora sus rumbos se dividen, lo más probable es que cada uno siga con proyectos propios, por lo menos así ya lo mencionó Andrés, y así lo hace.
Fueron siete años, y se viene a memoria aquella frase que “la mayoría de las cosas se hacen cortas cuando terminan”: este es precisamente el caso. Pero lo cierto es que debería quedar para un buen rato. Ahora se despiden, pero quién sabe, quizás en uno o dos meses o años estén de vuelta. Por ahora dejaremos al cuarteto como una luz de distorsión o estrellas fugaces que pasaron y se fueron, pero se sabe que pueden pasar de nuevo; tal cual los más misteriosos cometas que orbitan nuestro cosmos.
Colombo: “Ojalá se queden y que no se vayan, y que no se vayan… Que se queden aquí hasta que reviente mi cabeza”