Recuerdo el día de año nuevo del ya pasado 2013 cuando entró uno de esos clásicos a la página que era incuestionable su poderío y la leyenda que ha marcado. Si señor, fue hace un año y un día cuando entró aquel “The Dark Side Of The Moon” para hacernos entrar en la nostalgia de las grandes épocas, una vez más.
El año siempre hay que empezarlo con buen pie y el 2014 no va a ser diferente. Y que menos que empezarlo con otro clásico, que no solo marcó una época, sino el inicio de una leyenda, el comienzo de un género musical que en la actualidad ha dejado un legado de grandes bandas talentosas que aquí las reseñamos como el pan de cada día.
No sabía cuál meter de los dos, si su homónimo debut o el inolvidable “Paranoid”, yo me he inclinado por el primero porque al igual que el disco de los británicos Pink Floyd, marcó un punto de inflexión en la música y no quiero menospreciar al “Paranoid” porque es una jodida obra maestra de la música, pero el factor sorpresa ya estaba perdido.
El cantante Henry Rollins dijo una vez: “En lo que único que puedes confiar es en los 6 primeros discos de Black Sabbath y en ti mismo”. Cuánta razón tenía este personaje. Hablar del primer disco de Black Sabbath es adentrarte en un mundo de hipnotismo y música celestial.
Desde su más que mencionada portada que derrocha ese misterio del que tanto se ha hablado. Ese molino que se posa en las orillas del Támesis y que a día de hoy sigue en funcionamiento, aparece en la carátula del disco bajo un aspecto algo más colorido en su manera más otoñal. Marcus Keef se encargó de inmortalizar el momento y a la postre sería quién se encargará de otras portadas de la banda británica. Luego está esa mujer, como si de “La Gioconda” se tratará, de rasgos oscuros, vestido negro y con una sonrisa un tanto macabra que perfecciona el resto del cover. El mismo Bill Ward se encargaría más tarde de decir que la mujer nunca estuvo presente en el momento de tomar la foto ya que forma parte de la estética del grupo crear leyendas y ese halo de misterio, hecho que acrecentaría más el carácter de una de las mejores portadas del mundo del rock.
El cuarteto de Birmingham estaba destinado a escribir una página con letras de oro en la historia de mundo musical. El año 1970 fue un choque de estilos musicales, el garage rock o punk de bandas como The Stooges se toparía de enfrente con los inicios del heavy metal. Black Sabbath nació en el año perfecto y es en esa misma década, dónde darían forma lo que hoy consideramos una leyenda.
Ellos se formaron en 1968, pero sería dos años después cuando llegaría su debut. Un disco grabado en apenas un hora, sin ningún tipo de arreglos ni afinaciones. Sus líricas derrochaban esas letras siniestras obsesionadas con el mundo del ocultismo. Ritmos medios y una gran base rítmica, todo esto bajo la afinación grave y baja de la guitarra de Iommi. Características básicas para esta banda británica que por aquella época, al igual que hiciera el maestro Hendrix unos años antes, supondría una gran conmoción en la música.
Por aquella época eran los británicos los que marcaban un estilo, los que hacían nacer un género musical nada fácil en aquellos tiempos pero que ellos lo llevarían a las mil maravillas para darle ese merecido reconocimiento. Una exhibición de riffs clásicos y la inolvidable voz de Ozzy darían la mejor oferta musical para escuchar al inicio de una década como la de los 70.
Para la banda siempre se caracteriza a Ozzy o a Tony Iommi, pero desde mi humilde punto de vista, la estrella del show aquí es Bill Ward. Nunca una batería sonaría mejor y hoy en día cualquier batera toma como referente a este tipo, pero sobre todo este disco. Suaves y maravillosos ritmos por parte de este genio. El estilo que marca el percusionista en cortes como “Behind The Wall Of Sleep”es único e inolvidable. Luego también hay otras canciones como “The Wizard” o “Wicked World” que harían que un fan del jazz se le deleitará con enormes sonidos.
Tampoco podemos olvidar un tipo como Geezer Butler, gran trabajo de este bajista en el disco. Escoltando a la perfección las delicias a la guitarra por parte de Iommi y sino escuchen una epopeya como es “The Warning”, una canción que resulto ser toda una innovación por aquellos tiempos, largas partes instrumentales, una canción extensa y la exhibición y consagración de un pedazo de guitarrista como Tony Iommi.
Black Sabbath son incombustibles de la especie, titanes del género, ese 13 de Febrero de 1970 apareció el tallo central en ese gran árbol que define la escena del heavy metal. Más oscura y más cruda sí, pero con elementos de jazz y de blues que marcarían un verdadero “gran reserva” y que solo el tiempo ha hecho agrandarlo más y más. Combinar riffs verdaderamente poderosos y todo esto bajo una pesada atmósfera de dónde emana el mundo pagano de estos Sabbath.
Si tuviera que resumirlo por partes, podría decir la que la voz de Ozzy es conocida mundialmente, el señor Iommi brilla con luz propia en todo el trabajo haciendo especial hincapié en esa canción llamada “The Warning” y su aplastante estilo en “The Wizard”. Bill Ward lo hace especialmente bien, enérgica batería e incesante con composiciones interesantes y complejas, y respecto al señor Butler, no sé si será la gran producción del disco pero pocas veces he escuchado yo un bajo tan perfecto como en “Black Sabbath”.
Me quedo con esa progresión musical que elevaría la calidad de la banda y les caracterizaría por ese estilo único. Si a esto le sumamos el enorme ambiente que habita en todo el trabajo y esos grandes e interesantes detalles, entonces es cuando nos damos cuenta de que estamos escuchando algo que tristemente es irrepetible. Gran disco para una leyenda viva y la primera estrella en el cielo para los orígenes del metal más pesado.