La llegada de David Bowie a Berlín a fines de 1976 encontraba al compositor escapando de su persona de Duque Blanco e intentando dejar atrás los demonios que los excesos habían traído mientras el éxito y las polémicas lo abrumaban en Los Ángeles. “Si estás remotamente ligado al rock and roll en esa ciudad, todo está condenado al desastre”, dijo a la NME ya pasados unos años.
“Adiós David Bowie. Ahora estás entre #Héroes. Gracias por haber ayudado a hacer caer el muro”, leía el tweet que, un par de días después de la muerte del músico británico, apareció en la cuenta del Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania. Esto viene a confirmar la relación de beneficio mutuo Berlín dividida tuvo con Bowie.
La capital alemana reinventó al artista, no sólo en lo musical, sino que revitalizó al ser humano. Ya no necesitaba cubrirse de personajes y podía mostrarse tal cual era, además de embriagarse de la bohemia de galerías de arte, el expresionismo alemán y Drag Queens con los cuales convivió mientras sentaba cabeza. Eso sí, después de un primer periodo en la ciudad en el que permanecía esclavo de la cocaína.
Su Trilogía de Berlín fue la materialización de las ideas que había adquirido junto a Brian Eno, en los estudios Hansa, a metros del muro que durante esos años se alzaba como un imponente símbolo de la polarización global. La vista desde el edificio donde se encontraba el estudio daba de lleno al muro, un momento de rebeldía romántico encapsulado en un beso sería el detonante de la canción con la que muchos resumen la relación Bowie-Berlin. Esos serían sus “Heroes”.
El Bowie político también puede reflejarse en la portada del cierre de su trilogía, “Lodger”, que para algunos es un homenaje al terrorista Andreas Baader, uno de los líderes de la Fracción del Ejército Rojo que había organizado una serie de atentados en Alemania durante el otoño de 1977, imitando una fotografía donde aparece muerto de un tiro dentro de su celda.
Cuando Bowie se marchó de Berlín, tuvo que despedirse de una ciudad todavía dividida y en donde la Guerra Fría no tenía pinta de pronto acabar. Esperaba que la próxima vez que mirara por las ventanas de los estudios Hansa no tuviera que ver ese odioso muro una vez más.
Diez años después de Heroes, el británico volvió a pisar el lado occidental de Alemania para dar un concierto frente al mismo muro. “Sabíamos que algunos berlineses orientales podían tener la oportunidad de escucharlo, pero no éramos conscientes de cuántos”, le contó a un periodista años más tarde. Bowie estaba de pie frente a 70 mil alemanes que vinieron a escucharlo, detrás de él, el muro, y detrás del muro, varios miles de berlineses que se disponían en las azoteas y en las calles aledañas al bloque, con soldados y policías resguardando sus límites. Con parlantes ligeramente girados hacia el este, sonó Heroes.
Mauer weg! [¡Abajo con el muro!], vitoreó el público mientras Bowie iba en la mitad de la canción. El clima preocupó a las agencias de inteligencia alemanas y a la policía, que no tardaron mucho en traer un gran número de contingente, entre agentes encubiertos y vehículos disuasivos. Comenzaron los arrestos y algunos enfrentamientos sucedieron en la parte posterior del evento, pero la violencia no impidió que el par de días que sucedieron Eurythmics y Genesis se subieran al mismo escenario que pisó el artista cuyo nombre ahora es considerado por el gobierno alemán como uno de los que ayudaron a derribar el muro.
Cuando el canciller alemán Helmut Kohl, lloró ante una multitud en la celebración, el 3 de octubre de 1990, de la reunificación de Alemania, para los berlineses fue inevitable pensar en David Bowie.