“Usa tu imaginación e imagina una horrible historia sobre un viaje en carretera que busca cruzar Texas, Estados Unidos, a una indefensa Europa nunca tan cerca de incinerarse como ahora… Bueno… multiplica eso por 1000 y no estas ni cerca de llegar al resultado de lo que significó dormir durante seis meses con cuatro sociópatas drogadictos de la peor calaña”.
Eso es parte de lo que contó Mark Kramer -un músico, a veces DJ, fundador y productor de artistas como Galaxie 500, Low, Daniel Johnston y Will Oldham- sobre cómo fue su experiencia de estar con los Butthole Surfers; quizás, hasta la fecha, la banda más autodestructiva de la historia del rock y eso señores, es mucho decir. Baja al final de la nota, dale play al video que contiene temas de la banda y sigue leyendo. Quizás sea necesario.
“Ellos roseaban su cereal con LSD cada mañana mientras lo mesclaban con Johnny Walker etiqueta roja. Cerveza para el almuerzo, marihuana proveniente de México de bajo calibre ingerida en bongs para la cena, luego dos horas de parranda y otra ronda de LSD una hora antes de que el show comience”, comentaba Kramer en la entrevista que le realizó Daniel Dylan Wray vía Noisey.
Ese era más o menos el itinerario en el cual bandas como Mumford & Sons haría que se despertaran en medio de la noche empapados en un sudor frió, con lágrimas en sus ojos por el miedo a que jamás los puedan volver a abrir y encontrarse dando vueltas en la oscuridad del hotel para asegurarse de que el refrigerador aún tiene al menos agua mineral. Es también una imagen que no tienes que forzar para poder imaginarla. Cualquiera que haya podido escuchar a la banda de Michael Azzerad, Our Band Could be Your Life, tendrá una historia similar a esta, llena de drogas alucinógenas y en camino de conocer a los Butthole Surfers y a su vocalista GibbyHaynes quien luce como una especie de hombre que vive en una caverna y que nunca fue joven y vigoroso. Es la especie de persona que ves que si viene por tu misma verada cruzas sin pensarlo.
Básicamente, cualquiera con el conocimiento de su legado, los Butthole Surfers era una banda como Scratch Acid, Big Black o Flipper con una mezcla de punk que pudo llegar a convertirse en la inspiración inicial del movimiento grunge. Pero como nadie en aquel entonces pensó en ello, su leyenda se define equitativamente por el hecho de que eran los “hijos de perra” más salvajes del planeta.
Fundada en San Antonio, Texas, en 1981, la banda asustó desde el primer momento. Los Butthole Surfers deleitaron con el caos y bebieron desde el mismísimo infierno tan a menudo que eran incapaces de funcionar o poder tocar en vivo. Sin embargo, antes de tener una reputación de alcohólicos y drogadictos, antes de que los Butthole Surfers existieran, Haynes fue un contador exitoso y el guitarrista Paul Leary obtuvo una maestría en Administración de Negocios. Para que la banda fuera espeluznante, algo surrealista, extravagantes y aterradores para algunos, tuvieron que tener cordura en algún punto. Se necesita intelecto para llegar a comportarte de manera tan estúpida.
Sus tres primeros dicos; Psychic… Powerless… Another Man’s Sac, Rembrandt Pussyhorse y Locust Abortion Technician son todos registros demoledores si se les mira de un punto de vista técnico. Con aires a Black Sabbath en algunas de sus canciones, lograron cambiar el tempo para crear ambientes tenebrosos dentro de sus canciones con narrativas absurdas que no hace sino más que preguntarse si eran realmente ellos los que lograban estas piezas en el estudio de grabación. Operando desde trincheras de punk rock, sonidos psicodélicos, noise, post punk lograron captar la atención de todo el mundo y géneros. Quizás, por esta razón, 35 años después de su formación, siguen sonando como nadie más. Líderes en un sonido que no tiene precedentes hasta la fecha.
Una especie de sonido que Kurt Cobain más tarde emularía en sus primeros trabajos. Él fue un gran fan de la banda y de hecho conoció a Courtney Love en un concierto de los Butthole Surfers. Es más, dos Lps de ellos están en el top 50 de sus discos favoritos. Como muchas bandas de ese listado -The Vaselines, Daniel Johnston, Pixies y Beat Happening- fueron una banda underground que no solo influencio a Cobain, sino que trajo un enorme éxito cuando se asociaron a Nirvana para explorar partes de América Del Norte a las cuales no habían llegado. Cada ejecutivo de A&R estaba de acuerdo en una cosa: debían darles cheques a sus bandas que tuvieran problemas con las drogas puesto que el éxito que alcanzaban era implacable.
El escritor James Burns tuvo un intento de captar la esencia de la banda en su libro “Let’s Go To Hell: Scattered Memories of the Butthole Surfers”. Él, junto al miembro fundador del grupo Paul Leary, se juntaron en un par de ocasiones para discutir el contenido del libro y así llegar a un término medio de lo que se podía contar y que no. Burns comienza describiendo su postura inicial como una historia de amor: “Tenía 13 años en una era donde el punk rock hacía de la suyas cuando los escuche por primera vez. Estaba confundido, no sabía realmente que tenía que pensar. Escuche “The Shah Sleeps in Lee Harvey’s Grave” y fue completamente diferente a lo que había escuchado hasta ese entonces. Tuve que encarar mis conceptos de lo que entendía de punk rock. No fue hasta que los vi en un concierto por primera vez en 1987 que entendí que no tienes que ser una banda punk para hacer punk”.
Los shows en vivo de la banda, especialmente en la década del 80’, están llenos de mitos que agrandan la leyenda y que pueden llegar a ser grotescos; como maniquís rellenos de hamburguesas, peleas en cada uno de sus conciertos, incendios, condones rellenos, desnudos e incluso sexo en el escenario en más de una ocasión. Todo esto hacía que pusieran proyecciones de lo que estaba pasando en el concierto y con eso la gente, con tal de hacer el ridículo o ser parte del show, hacían locuras increíbles con los Butthole Surfers de fondo. No era arte lo que hacían de forma individual pero si lo reducimos a un todo -banda, público, música, contexto- era un show parisino de los años 60’ sin precedentes dentro de un concierto de rock.
Burns recuerda que en su primer concierto de la banda en 1987, el líder de esta llenó el lugar con tan altos niveles de aire seco que se volvió toxico para todos. Pero el show debía continuar porque esa era la primicia de la banda. “Había una línea tan delgada entre entretenimiento y terror que te volvía loco. Muy pocas bandas tiene el poder de ponerte ahí, justificadamente, y hacer que sientas miedo por tu propia seguridad”.
Es algo difícil, decían en Estados Unidos en la década del 80’, evadir los festivales de música pero si no cumplías con sus políticas te olvidas de formar parte de su cartel. Era tanto el éxito del cual gozaban los Butthole Surfers en aquel entonces que aunque su comportamiento era inadecuado, peligroso y grotesco de igual forma se las arreglaban para decir presente y causar el terror en donde fueran. “Gibby fue un día a una cafetería a almorzar. El guardia de seguridad del lugar lo levantó del lugar por el brazo y le dijo que se retirará y eso comenzó una discusión tremenda. Gibby no se iba a levantar del lugar de ninguna manera. Fue entonces cuando aparece en escena Barry Hogan -quien era el encargado de elegir qué bandas posteriormente tocarían en la ATP, una especie de cartel para varios festivales-, quien trato de que las cosas se calmaran. Acto seguido, aparece King Coffey, el baterista del grupo, y juntos tratamos de disculparnos con todos en el lugar. De disculparnos con Barry para que la banda no quedara fuera de la gira de conciertos que iban a emprender en aquel entonces. Tiempo después, en una entrevista, Barry salía diciendo ‘Killing Joke y the Butthole Surfers jamás van a tocar en los conciertos de ATP de nuevo, y ambos pueden lamer mis testículos’, fue algo terrible lo que ocurrió aquel día sentencia James Burns.
Un par de años después, Leary recibió un e-mail de parte del manager de lo banda diciendo que Barry lo había contactado porque quería que los Butthole Surfers tocaran en otro evento. En respuesta, Leary le respondió con el clip de la entrevista que él había dado y le dijo al manager que le preguntará a Barry si aún quería que le lamieran los testículos.
Para aquel entonces, en la mitad de los 80’, la banda gozaba de un muy buen nivel tanto monetario como de conciertos y el éxito llegaba donde fuera que se presentaran. En un concierto, en 1987, el grupo, a pesar de su reputación, fueron inexplicablemente incluidos en varios festivales que antes les negaban la entrada. Fue también la época en la cual Kathleen Lynch era parte de la banda; una bailarina que se subía al escenario a bailar desnuda y que a la larga parte del show.
Pese a las garantías que dieron tanto el manager del grupo como los miembros de la banda de que su bailarina estrella no mostraría sus pechos en el primer concierto del tour, más temprano que tarde terminaron por aparecer de igual manera al igual que el pene de su vocalista en pleno concierto. Los niños que atestiguaban el show se pusieron a gritar y a llorar mientras que sus padres estaban indignados por eso y por lo que el líder de la banda le decía a los infantes: ¿acaso no odian cuando sus papis entran a la casa con una botella de vino metida en el culo? Pero no fue una locura hasta que Haynes se prendiera fuego en el escenario. El caos continúo cuando el mismo Haynes lanzó alcohol por los aires y amenazó que si alguien trataba de terminar con el show prendería el encendedor que tenía en su mano y el mismo infierno llegaría a otro concierto de los Butthole Surfers. El techo se incendiaba y la producción buscaba extintores y trataba de sacar a la gente de ahí. Debut y despedida.
Pero aquel comportamiento era equitativamente igual al nivel de agresión que había en cada uno de sus conciertos. Por ejemplo, un baterista que tuvieron al comienzo no paso del primer show puesto que una botella aún sin abrir le fue aventada en la cara. “Pienso que esas reacciones tan extremas las provocamos nosotros, pero la pregunta es ¿la gente actúa así por nuestra música o nuestra música actúa así por la gente?”, comentaba Leary.
La esencia de la banda radica en ese espíritu punk conducido por ser anti sistema y anti conformidad, pero lo llevaban a cabo con un sentido del humor tan negro que al final se convirtió en su propio agujero de gusano. Lo suyo es una reacción a la pura emoción de llevar hasta el final el momento por el cual atraviesan en cada concierto; ese estado de terror absoluto, de poder embrujar y levar a los asistentes a una especie de colapso; de ver donde el caos los llevará. Es casi una manera conceptual de vida.
“Algunas veces fue difícil para mí siquiera pensar que nuestra música era realmente música”, explicaba Leary, “tocaba la guitarra desde 1963, pero nunca fui un buen músico. No fuimos buenos músicos. Había otras formas en las cuales nos podíamos expresar, a pesar del hecho de que no sabíamos qué queríamos expresar. Eso me llevo a estar muy enojado con el mundo por un tiempo”.
Burns manifiesta que el grupo a menudo negaban las propias habilidades que tenían y el impacto que provocaban: “Ellos minimizaban su talento, su influencia en la escena y el efecto que tenía en muchas personas. Por esta razón pensé que el libro era necesario. Fueron muy importantes para muchas personas –quizás para ellos mismos- que creían en ellos. A pesar de que probablemente no encuentres parches o tasas con sus nombres cuando entras a tiendas de recuerdos, la banda tuvo un lugar significativamente importante dentro de la escena underground que posteriormente se convertiría en la década del 90’. Para ser justos, todo está en el lugar correcto. No somos Nirvana, No somos una variación a gran escala. Es así como fue. No fuimos exactamente la banda que le gustaba a cualquiera y eso estaba bien”.
Dicho esto, a raíz de la explosión del grunge, los Butthole Surfers, como muchas otras bandas, se encontraban con los grandes sellos para grabar un disco y a la larga ser capturados por la audiencia de MTV. Era tanto el interés que había en los sellos discográficos por las bandas de música alternativa en encontrar a los siguientes Nirvana que creo una extraña burbuja en cinco años que contenía la tonta idea de que bandas como los Butthole Surfers o the Jesus Lizard podrían tener la oportunidad de firmar con Capitol Records. Eso era ridículo, una broma que se podía imaginar tan solo por lo que estaba ocurriendo: La música alternativa lo era todo a finales de los 80’.
Sin embargo, lo que realmente ocurrió es que la banda fue conocida por lo que sus mismos asistentes le comentaban a sus amigos, porque viajaban a lo largo de Estados Unidos siguiendo el movimiento under en una van que votaba más humo que una locomotora.
“Recuerdo que Gary Gersh llamo a la banda a sus oficinas para celebrar que sus discos estaban por conseguir el logo de oro”, afirma Leary sobre un periodo en donde todos encontraban algo que celebrar. “Había un montón de personas en el lugar para vernos y eso me pareció estúpido. Luego de eso, el mismo Gary se me acerca y me dice ‘Hola, soy Gary Gersh. Solo quiero que sepas que realmente respeto lo que haces’; eso me hizo sentir fabuloso, palabras que vienen directamente del presidente de la Capitol. Unos cinco minutos más tarde, él de nuevo se me acerca y me dice ‘Hola, soy Gary Gersh. Solo quiero que sepas que realmente respeto lo que haces’. Ese tipo de cosas hizo un resumen para mí. El estar en un sello importante era mucho más divertido para nosotros que para ellos”, afirmó Leary. Finalmente y con el paso de los años la banda trato de recuperar los derechos de su catálogo aunque el biógrafo de la banda, que viajo con ellos en su cúspide, se niega a hablar del tema.
Sí los Butthole Surfers tienen un momento clave en la televisión fue cuando salieron en Los Simpsons; Todd Flanders tienen una polera de la banda y le dice a Ned: “mira papá, soy un surfista”. Ese fue un gran momento para el grupo cuenta Leary: “Ese es definitivamente uno de los mejores momentos en la carrera de la banda. Eso y tocar en el show de Ed Sullivan”.
Con el paso de los años las presentaciones de la banda han decaído notablemente y cada uno de sus integrantes ha tenido trabajos por separado. Preparando alguna que otra reedición de sus primeros discos, trabajando en material solista o para otras agrupaciones, pero más de eso nada. Han pasado 15 años sin material real de los Butthole Surfers y menos de hablar de un show en vivo. Supongo que es porque sus conciertos encarnan la locura, la misma demencia de una banda que te induce a vomitar por lo grotesco de su show. No son KISS ni Iron Maiden, son una banda sucia, muchas veces repugnante, y ahí, en esas simples palabras, habita una leyenda del underground norteamericano que sin duda vale la pena entender y apreciar.