En medio de la amalgama de lanzamientos compulsivos y carentes de personalidad que luchan por nuestra atención, comienza a esclarecerse el panorama de aquellos artistas que ya no le ven sentido a seguir por el “camino fácil”, dando paso a una búsqueda personal que idealmente decante en la construcción de un concepto.
¿Pero qué es un concepto? Tanto en la música, como en el arte en general, tiende a ser una apuesta. Una interpretación personal de la realidad. Lo hizo Pink Floyd en los 70’s con La Muralla, y hace un año Bad Bunny se atrevía a darnos una obra conceptual sobre los límites inexistentes del perreo.
Esa misma búsqueda interna es en la que se sumergió el español Antón Álvarez Alfaro (30), quien en un acto de fe, decidió asesinar poéticamente a su alter ego C. Tangana para reencarnar en esta declaración de principios estéticos y sonoros llamada “El Madrileño”, donde cruza con maestría y respeto algunos de los ritmos más influyentes del legado cultural de la música hispanohablante.
Son 14 cortes de primera selección en los que se puede sentir la artesanía y el cuidado de cada detalle. Un álbum donde el azar no es opción, y que cuenta con uno de los trabajos de producción más refinados, brillantes y al servicio del buen gusto, que hemos escuchado en los últimos años.
El viaje parte en Europa con Demasiadas Mujeres, un track sacado de alguno de esos excéntricos clubs de países donde las drogas sintéticas son legales.
¡Qué forma de empezar! Los primeros segundos nos dan la bienvenida con una marcha solemne y bronces dramáticos, que anuncian el comienzo de esta epopeya posmoderna. Un sintetizador a corcheas encamina la confesión de Álvarez, quien sin caer en correcciones políticas, nos cuenta la historia de este madrileño, consumido por la fama y el efímero amor que se da entre giras.
“La miro pensando en cuánto faltará para que empiece a odiar, la forma que tengo de amarla tan mal”, canta con lamento el ibérico, cuya voz cae de golpe unos doce pisos durante el estribillo, que entre filtros y sub bajos bestiales nos hipnotiza, cruzando sutilmente un sampleo que nos avisa de qué va todo esto.
Es que sí. Este es un álbum que fue a buscar en lo más profundo de la tradición folclórica española, para darla vuelta y pintarla con los colores del futuro. Una apuesta así puede parecer muy arriesgada, hasta que nos enteramos de que el productor Cristian Quirante, A.k.a Alizzz, estuvo detrás de este trabajo. Un googleo rápido basta para entender el eclecticismo vanguardista con el que este DJ barcelonés ha estado esculpiendo su sonido, que tan bien encaja dentro de la propuesta de Tangana.
Pero Puchito, como le llaman los amigos, no solo se nutrió de la sonoridad de la tierra que lo vió nacer, sino que decidió indagar al otro lado del Atlántico para encontrarse con la riqueza musical de América Latina y El Caribe, logrando lo que siglos de disputas y tratados económicos no: Sincretismo. Esta cuestionable declaración encuentra argumentos en el hitazo llamado Tu me dejaste de querer, una genialidad en varios aspectos.
De partida, el featuring junto a dos iconos del canto español, La Húngara (41) y El Niño de Elche (36), cuyos nombres por acá no suenan mucho, pero que no cuesta reconocer, gracias a sus vozarrones que definitivamente no saben de fronteras.
Otro detalle se encuentra a nivel compositivo. La armonía de esta canción tiene una conjunción de acordes infalible, que ha sido manoseada a más no poder. Basta preguntarle a radiales como Sorry (2015) de Justin Bieber, a ver si se entiende el punto. Pero aquí, el último acorde que se marca no responde a esa lógica, sino que cambia jugando con la tensión armónica para generar un ambiente “españolísimo”. Eso, hasta el min. 00:33 donde todo revienta en un Dembow exquisito, llevándonos al caribe de la mano con un riff de guitarra que nos estaba esperando con un vaso de ron y un habano en la boca.
Con una armonía literalmente basada en la del clásico How Insensitive de Joao Gilberto, Tangana nos manda directo del Caribe hasta Brasil con Comerte Entera. Aquí, la maestría del legendario guitarrista Bossa, Toquinho (74), hace acto de presencia dentro de una deslenguada y sensual rola que nos pide ir lento. El Madrileño encaja su tempo vocal con admiración frente a coloridos acordes que aterrizan desde Sao Paulo, agregando guiños impecables de la nueva era, con pitcheos en la voz y beats electro-chill, ideales para unas caladas de verano.
Seguimos con Nunca Estoy, un Mea Culpa que Antón hace mirando hacia las figuras femeninas de su vida, que le exigen tiempo y presencia. Este es un track completamente experimental en su producción, con sello personal en lírica y timbres que bailan elegantemente con el pitcheo de voces y las ambientaciones sonoras de Alizzz.
En sintonía con lo anterior llega Párteme La Cara, junto al joven mexicano Ed Maverick (20), una promesa del folk norteamericano que supo seguirle la pista al español. Su voz e interpretación suman muchos puntos a la melodía de esta composición, que también nos pega en las entrañas con sus sintetizadores endemoniados.
Volvemos a España con Ingobernable. El folklore ibérico tiene una basta historia y complejidad en la que no nos vamos a meter. Pero de seguro has escuchado alguna canción de los Gipsy Kings, cuyos rasgueos frenéticos y voces alegres hacen querer mover las palmas al más puro estilo de la Bulería. Esa es la energía que destila el quinto tema de este álbum.
Llegamos a la que fácilmente puede catalogarse como la mejor canción del disco. Nominao, es una pieza donde Álvarez cede el timón para dejarlo en manos del maestro. Jorge Drexler (56) hace una aparición de lujo, con una interpretación vocal que eriza la piel y un guitarreo que por donde se escuche, desborda “drexlismo”. ¡Cuánta clase! el uruguayo se pasea entre melodías y fraseos, logrando sin esfuerzo que la palabra “coño” suene como el concepto más elegante que podamos escuchar.
Los invitados siguen llegando desde esta parte del globo. Esta vez, la voz del mítico José Feliciano (75) se confiesa sobre El Veneno que todos los artistas parecieran llevar dentro. La producción e interpretación no terminan de decidir en qué lado del océano estamos. El tumbao del bajo y el desquite rítmico hacia el min. 02:11 nos dan una pista, pero de inmediato Pucho regresa a torear en las plazas de Madrid para escapar de ese “amor cruel y violento”.
Te Olvidaste continúa con esa vocación romántica que se huele en todo el álbum. Un abrazo sutil de R&B hacia el final y una producción que parece venir del 2030, hacen de esta rola una raya para la suma. Hermoso además lo de Omar Apollo (23), cuyo timbre vocal embellece la apuesta a más no poder.
Uno de los momentos más interesantes llega en Muriendo De Envidia, junto al incombustible guitarrista cubano, Eliades Ochoa (74), a quien pareciera resultarle muy natural el color sonoro del flamenco. Entre palmas y cantos desgarradores, nos vamos fundiendo dentro de la canción, hasta que el vocoder en la voz de Ochoa nos saca de onda para enviarnos sin previo aviso de vuelta al Caribe, al son de una salsa raíz que nos pide que no paremos de bailar nunca más. La conexión de estilos aquí es increíblemente orgánica.
En Cambia! Pucho nos habla de presiones sociales, y nuevas masculinidades con una producción que hace coquetear rasgueos andaluces, con melodías vocales sacadas del desierto mexicano junto a Carin León (31) y Adriel Favela (27). Mientras que en Cuando Olvidaré, repasa la balada del pop español, con arreglos de producción posmoderna que a estas alturas son ley dentro la placa, y un ritmo tumbao que a ratos dirige los aires de la propuesta y un climax que se pone cada vez mejor cuando lo vuelves escuchar.
Los Tontos es quizá la canción con menor intervención explícita de Alizzz, manteniendo un purismo sonoro donde ganan por goleada las guitarras, palmas y voces de Kike Veneno junto a Tangana. La combinación de timbres y la energía de este tema logran que se vuelva contagiosa cuando te sumerges en su fiesta.
Llegamos al final. Una joya inspirada en los mejores años del rock latino comandada por nadie más que Andrés Calamaro, siendo más Calamaro que nunca. En Hong Kong, Antón se despide junto su nuevo amigo de parrandas, en una canción hecha para ser un himno de ese momento final de la fiesta, donde te fumas el último cigarrillo mientras se asoma el alba, y no queda más que agradecer estar vivos.
Al artista se le reconoce, sobre todo cuando desafía las expectativas de su audiencia y sale de su zona de confort. Ese es el ejercicio que C. Tangana ejecutó con “El Madrileño”, y será el tiempo el que explique cómo un trapero logró posicionarse en lo alto de la música popular a punta de pura sed creativa.
Con invitados de grueso calibre, producciones arriesgadas, letras que desafían la moral colectiva y una mezcla de estilos por lo bajo peligrosa, lo de Antón pudo ser una caída estrepitosa, pero ahí es cuando nos acordamos que el éxito siempre es consecuencia, nunca fin. Y eso, habla por sí solo.