A las nueve y media de la noche, la barra y las pistas secundarias de la discoteque Blondie está vacías. Todos están en la pista principal amontonados, pero no bailan. Esperan impacientes frente a un escenario decorado con velas, plumas y lo que parece ser una animita el debut de Camila Moreno en el recinto ubicado a mitad de la Alameda.
El Dj a cargo de musicalizar la espera pincha Hell’s Around the Corner de Tricky y ese sample sensual se difumina acompañando la subida de la artista y sus cuatro músicos al escenario.
Tu Mamá Te Mató marca las primeras notas del hechizo esta noche. La voz dulce de Moreno, sumado a ese coro rico en texturas y matices adquiere un nuevo atractivo en directo.
Cuando alguien asiste a un show de la artista, lo que hace es entrar en un universo que ella mismo concibió. Es como si cada canción fuera una galaxia distinta y cada error técnico fuera la “desconexión de un dios sobre un planeta”, como interviene cuando invita a Gepe al escenario y los instrumentos aún no están correctamente configurados. Esta Noche o Nunca es formato dueto es una colaboración que no permite mostrar todo su potencial debido al bajo volumen de sus voces en la mezcla. Un asunto que se repitió por buena parte del show, hasta el punto de que la voz de la artista se eclipsó con gritos que salían del público.
Ella y sus músicos conectan esas galaxias con interludios que mutan entre el IDM más intenso, hasta momentos llenos de distorsión y fuerza. Y lo hacen en su justa medida, no los alargan demasiado y son capaces de mantener la atención de una forma que solo la experiencia y complicidad entre ellos les permite.
Parece ser que la evolución musical de Camila Moreno tenía como objetivo llegar a este punto. Hace referencias a sus años de Blondie, bailando la música que le gustaba y que era difícil encontrar en otro lugar. Menciona a Radiohead y a Portishead como a bandas que la hacía danzar con los ojos cerrados en el mismo lugar en el que ahora estaban sus fans. “Es bonito pensar que iría a verme”. En alguna medida eso podría ser cierto. Especialmente con su disco Mala Madre, ha trabajado un sonido parecido a esos nombres que cita, con algo de trip-hop y de arreglos bailables cercanos a la faceta más experimental del primero.
Piedad es una de esas canciones donde ella puede moverse más libremente. Saca el micrófono del pedestal y se lo lleva para cantar al borde del escenario mientras se baila siguiendo el ritmo de canción. Mala Madre parece ser su disco donde esas influencias se cruzan y se plasman los gustos de la artista.
La Camila Moreno que cantó, entre pifias, Millones en el Festival de Olmué el 2010 transmitido por el canal de Piñera, sin antes dedicarla “a aquellas personas que creen que pueden comprarlo todo con el dinero, incluso un país”, parece haber cambiado su formato, pero no su mensaje. Sigue atacando el capitalismo, pero esta vez viéndolo como un sistema que divide y uniforma, borrando toda espiritualidad que el país alguna vez tuvo y sacando de cuajo sus raíces.
Se dirige al público y dice que quiere hacer un ritual. Quiere abstraerse junto al público de los demonios que tanto critica a través de una experiencia en comunidad. Vuelve a subir a Gepe al escenario, esta vez detrás de un tambor. Con la imagen del símbolo mapuche Meli Witran Mapu a las espaldas de ella y los músicos e iluminando al público, Camila empieza su conjuro haciendo una épica versión de Yo Enterré Mis Cuerpos en Tierra, dedicado al pueblo cuya sangre fluye por el país. Es uno de los momentos más trascendentes e intensos del show, uno que provoca euforia tanto en ella como en el público.
El show es capaz de transitar con experticia entre ambientes. Desde el baile acotado en Máquinas Sin Dios, hasta la ternura desgarradora antes del descanso con Sin Mí. Es difícil encontrar un momento poco interesante en el show, desconocer canciones no impide disfrutar la performance tampoco. Moreno se ha encargado de crear un show más allá del fanatismo. Las canciones son parte central, claro está, pero ha creado una estructura tan firme alrededor de ellas que evita que el atractivo se diluya en algún momento.
Después de un receso, vuelve con Incendié, un tema sacado de su disco Panal del 2012 y todos incendian su voz. Su versión de Todo se encarga de cerrar un show redondo, uno que parece ser irrepetible y especial tanto para los asistentes como para la cantante, que en algún momento de la noche afirma, enfatizando en que evita los clichés y las frases maqueteadas, estar enfrenta de uno de los mejores públicos en mucho tiempo.
Apenas la gente empezó a pedir la vuelta al escenario de Camila y su banda cuando Blue Monday de New Order lo impidió. Había terminado el concierto y de inmediato empezó la fiesta. La misma a las que ella asistía y les sigue guardando cariño. Quién sabe, tal vez decidió durante la noche volver a poner un pie en la pista y bailar esas inspiraciones que la hacen ser lo que es.
Es difícil encontrar un show tan perfecto en Chile como el de Camila Moreno anoche en la Blondie, que pueden faltarle canciones emblemas de su repertorio, como Te Quise o Millones, pero no falla en impresionar y satisfacer tanto en performance como en producción. Camila Moreno está en la primera línea de la música popular chilena. Nadie puede refutar sus argumentos.