Ya ha pasado casi un año de lanzado el último disco (hasta ahora) de Camila Moreno, y es por lo mismo que la cantautora quiso celebrar el aniversario en el Teatro la Cúpula. La cita estaba pactada para el pasado sábado a las nueve de la noche y como CanchaGeneral estuvimos ahí para detallar el concierto que puede dar cierre a una temporada de Moreno en los escenarios.
Minutos antes de que den las nueve de la noche, en el Teatro se sentía la atmósfera de un show que presagiaba algo único; entre luces moradas y una tonada sombría —digna de una escena de penumbras y suspenso— se sentía un ambiente tétrico. Sale Camila, y los presentes ahí sentados -como esperando una obra de teatro- se ponen de pie entre ovación, gritos, aplausos y por sobre todo expectativa. La distorsión sonora fue el alma y el toque de gran parte de las canciones, una batería potente y resonante fue lo esencial de un ritual de un poco más de dos horas y media de show.
Libres y Estúpidos da el puntapié inicial, Camila en una túnica blanca, tal cual como el show del año pasado, pero esta vez con detalles brillantes en todo su cuerpo, hacen que la canción inicial y todas las que siguen sean solo un complemento a un espectáculo multi-artístico. Bailas en los Polos creó el primer ambiente intenso en el teatro, ambiente que se rompió de inmediato con No Parar de Cerrar, entre bailarines Camila cantaba, la levantaban, bailaban y por sobre todo disfrutaban.
Julia es la instancia ya conocida en donde la artista de 30 años pareciera sentir a flor de piel lo que está haciendo, terminó la canción de rodillas en el escenario y con un juego de luces blancas que cruzaban su cabeza. Los invitados de la noche no se hicieron esperar, el primero fue Tomás Preuss de Prehistóricos para cantar Esta Noche o Nunca. Te Quise fue coreada entre tranquilidad masiva y sentimiento puro, finalizada esta, repite el plato del año pasado en el Cariola: se pasan al balcón, a un rincón de los asientos para hacer la parte sin amplificación. En un entorno de velas, Camila presenta a su segundo invitado para cantar Delfín del Deseo: Me llamó Sebastián.
Uno de los momentos más coreados y ovacionados por todos fue con Tu Mamá te Mató. Ahora bien, la instancia del conjuro, el ritual y del propósito quizá de cada show de Camila Moreno, ese en que todos estemos en un trance en donde nos podemos reencontrar con nuestros ancestros y pueblos indígenas es con Yo Enterré mis Muertos en Tierra, esta es la canción del grito y del homenaje, esta vez no la cantó sola, invitó a Pancho Sazo (Congreso); la interpretación fue mística, la combinación de voces, gritos, llantos, la esencia de la percusión natural se sentía en el aire, todo se convirtió en un elemento para hacer y crear música en el momento. El volumen del sonido comienza a subir al mismo tiempo que nuestros corazones empiezan a latir y a sentir cómo la música comienza a vibrar dentro de los cuerpos. Lo rotundo no se hace esperar, un final que corta todo momento, tan tácito y tan sublime deja a todo expectante excitado, con ganas de más y con gritos para que Camila —que ya se había ido del escenario— vuelva y nos siga alimentando de cual ritual anhelamos.
Vuelven todos a escena, entre gritos y aplausos, y con el mismo volumen que terminó la canción anterior comienza Incendié, sigue Bordado en donde lo épico se hacia chico, un coro acompañó a Camila para cantar, la felicidad se convirtió en armonía, ahora la coreografía no existía todos los que estaban arriba del escenario comenzaron a bailar, a sentir la música y el alma de las melodías, tal cual como se debe sentir la misma: sin parámetros o estigmas de pasos pautados, con los sentimientos a flor de piel, entre pasos torpes, limpios y naturales, entre todo lo que nuestros pies pueden expresar al momento de bailar, Camila sonríe y termina la canción. De inmediato comienza Millones, sí millones, varios debieron pensar que nunca más escucharían esta canción en vivo, pero ahí estaba, ya no era la misma composición de hace un par de años, ahora ésta tenía otra alma, quizá una indescriptible. Los sintetizadores predominaron, así siguió Cae y Calla, en la misma línea. Para estas alturas de la noche Camila no era más que una niña que disfrutaba entre tanto y tanto, se agachaba a jugar quizá con los pedales, agarraba el cuatro, la guitarra, hacía lo que se le viniera a la cabeza. Mientras tanto, la batería al compás, las luces abajo, presagiaban un final.
Máquinas sin Dios se visualiza entre muchos bailarines (más que antes), con globos blancos en la Cancha, Camila llama al público a que suba al escenario; ¡A bailar todos! La compositora no era nadie entre tanta gente, no era más que una voz, una cantante, una autora, una intérprete, se convirtió solo en una sonrisa, entre bailes y luces bajas, lo único que se veía de Camila eran sus dientes dentro de una cara que bosquejaba algún sentimiento que puede ser interpretado como felicidad.
Así fue el show de Camila Moreno este pasado sábado, se entiende que cada concierto no será igual al anterior, se comprende que su música no es algo de moda sino de sentimiento, se comprende también que “Camila Moreno” no es un nombre de solo una cantautora, sino que más bien una artista con multifacetas, en donde solo una de ellas se presenta en la música, y en la cual no deja ninguna expectativa, al contrario, da sorpresas y revienta todo esquema que tenga que ver con parámetros. Algunos dicen que este puede ser uno de los últimos shows, como bien saben pronto será madre, y quién sabe cuándo esta próxima Mala Madre nos entregue shows como estos.