Corrían los noventas y Estados Unidos comenzaba a cultivar lo que sería una nueva corriente de bandas punks. California era el corazón de la escena y casa madre de agrupaciones independientes como NOFX, The Offspring y Bad Religion. Mientras tanto un trío de jóvenes de la clase trabajadora publicaba un par de álbumes bajo el sello Lookout Records y el nombre de Green Day. La energía que la banda transmitía en vivo era tan potente que era cuestión de tiempo antes que una multinacional quisiera al grupo entre sus filas.
Para un trío nacido de las raíces de Oakland y nativos del club 924 Gilman Street, “venderse” no se veía como una elección tan razonable. Ellos sabían que en el momento en que firmaran con Reprise Records nunca podrían volver a pisar muchos de los lugares que frecuentaban en Berkley y Oakland. Estaban conscientes de cómo serían apuntados y tildados de vendidos, pero así mismo, sabían que no podían estancarse tocando en el mismo círculo para toda la vida. Por lo que dado el crecimiento de la banda y las capacidades de argumentación del producto Rob Cavallo, el tercer álbum del trío fue grabado bajo una multinacional.
Uno de las críticas más clásicas que se la hecho al grupo desde el “Dookie” ha sido su acercamiento al lado pop del punk. Lejos de hablar de política o criticar las jerarquías, desde el núcleo el álbum es un grito de rabia y autodestrucción. “Burnout” abre con un redoble de caja y una potente guitarra bajo el himno “declaro que ya no me importa nada”. La introducción es asertiva y sólida, un grupo de jóvenes de poco más de 20 años desgarrando su voz contra la monotonía en que viven envueltos. Aún cuando no rescaten el carácter social de The Clash o los Sex Pistols, plasman en sus líricas el sentir de toda una generación cansada y enrabiada.
En “Having a Blast” un narrador suicida expresa el como quiere explotar todo a su alrededor, una metáfora sobre el sentir abatido del compositor. Luego en “Chump” el canto se dirige a un exnovia, manifestando su irracional pensar mezclado de celos, violencia y estupidez. Lo simple de las melodías y lo mundano de los temas se ven elevados por la astuta composición de Billie Joe Armstrong, quien tanto de forma lírica como musical entrega energía en cada uno de los versos y volviéndolos únicos por sí mismos.
Con el primer sencillo del álbum “Longview” las revoluciones disminuyen para que el bajo tome el mando con una de las líneas del instrumento más reconocibles de la época. Arsmtrong le canta a la monotonía, al desempleo y el ocio, al como la masturbación pierde el sentido y se percibe agotado de sí mismo. El apoyo vocal del bajista Mike Dirnt es preciso y un segmento sumamente infravalorado en el álbum. No solo su voz armoniza perfectamente con la del líder del grupo, sino que le brinda un aspecto melódico a los aullidos principales. El juego entre calmado y potente que recrea el corte recuerda a muchos de los mejores himnos de los noventa, e influenciándose por ellos crea uno de los temas más adorados de la banda.
Cuando Green Day publicó sus primeros dos álbumes con Lookout Records, legalmente establecieron que no volverían grabar los discos bajo un nuevo sello. No obstante, nada los detenía de tomar un corte en específico e interpretarlo de nuevo, y esto fue lo que ocurrió con “Welcome to Paradise”. La canción ya había aparecido en su segunda placa “Kerplunk!”, sin embargo, la versión definitiva es la que se adentra en “Dookie”. La producción de Rob Cavallo le da un magistral tono al álbum, un sentido profesional donde todos los instrumentos encuentran su lugar por más ruidosos que sean. En el puente del corte, la batería y el bajo empiezan a juguetear mientras las guitarras se adentran, generando una progresión explosiva la cual da el preámbulo al último verso con potencia y pasión.
“Dookie” no brilla por sus complejidades artísticas (el título viene de la diarrea que los integrantes del grupo constantemente tenían), pero las cualidades como letrista de Armstrong son innegables. “Pulling Teeth” toma el concepto del abuso y le da un vuelco cómico aunque oscuro, todo esto mientras en el coro se pregunta “¿es ella ultra-violenta?”. Mientras muchas bandas de la época tomaban el humor como columna principal de su estilo, Green Day se encargaban de introducirlo sin perder la cordura en el proceso.
Entonces aparece el sencillo más exitoso del grupo: “Basket Case”, abriéndose con una guitarra sucia y la salvaje voz del líder del trío. “¿Tienes el tiempo para escucharme quejar?” es la línea introductora y una representación de todo lo que “Dookie” representa, no solo canciones aleatorias sobre ira, sino que cantos de agonía mezclados con furia. Los lamentos nunca aparecen para producir lástima, el compositor sabe que no la necesita. La catarsis del corte es magna y no por nada uno de los temas más populares de la década y más importantes del rock alternativo noventero.
“She” entra como un canto melancólico de amor, tema inspirado en un poema escrito por Billie Joe Armstrong acerca de una novia que solía tener. En la canción el narrador simpatiza con su amante y las problemáticas que la aquejan, las que van desde su identidad hasta cual es su lugar en la sociedad. El pasivo verso se ve atrapado por un coro demoledor en que la banda se confabula para explotar los amplificadores mientras expresan su pesar. El amor no toma posesión del tema, pero sí es un puente a él.
Incluso en los momentos menos memorables del álbum, Green Day se las ingenia para formular potentes canciones de punk rock. “Sassafras Roots” y “Emenius Sleepus” abordan una simpleza aunque adictiva estructura musical. El promedio de duración de los cortes no pasa los dos minutos y medio, pues la banda no profundiza en pretenciosas estructuras musical o ambiciosos himnos de estadio. Acá todo es rabia resumida y caótica.
En “When I Come Around” la ira se disminuye para dar en el tema más cálido de todo el álbum. Al igual que muchas canciones del mismo, el amor es un punto central, pero nunca cae en versos melozos o clichés románticos. La melancolía es la columna vertebral de los cortes y en el décimo tema del álbum el ritmo lento se ve equilibrado por un memorable acompañamiento de bajo a la par de un sucio riff de guitarra. Nuevamente la letra es parte esencial de la ternura de la canción, en que el narrador le habla a su pareja explicando su situación de confusión y esperando alejarse de la misma con dejo de tristeza.
A diferencia de muchos discos importantes del género producidos en los noventa, “Dookie” logró triunfar tanto desde un punto lírico y musical, como uno masivo. Las canciones de la banda se meten en las entrañas del espectador, y al recordar el álbum no son solo las guitarras y baterías las que prevalecen, sino que también el sentir de la angustia adolescente. Aún cuando muchos detesten la mezcla pop que Green Day fortaleció en el punk, fue esa la que estableció al álbum como una pieza fundamental del rock noventero.
Casi finalizando, Armstrong habla sobre su bisexualidad en “Coming Clean”, narrando irónicamente el como “ahora sé lo que significa ser un hombre”. La empatía del grupo con las batallas de género no se limitan a la orientación sexual del líder, sino que también a su compañerismo con agrupaciones queer punk y riot grrrl de la escena de Berkley. Incluso habiendo saltado a la fama le dieron un espacio en sus conciertos a bandas como Pansy Division para que expresaran su mensaje de rebeldía.
Al cerrar el álbum aparece “In the End” acelerando el ritmo para formalmente finalizar con “F.O.D.” y “mandar a todos los presenten a la mierda”. La última canción del disco se introduce con un verso acústico, para posteriormente explotar en ruido y dejar a todos los espectadores deseando más. Los fanáticos más atentos pueden escuchar posteriormente un tema oculto llamado “All by Myself” interpretado por el baterista Tré Cool tanto en guitarra como voz. Un corte humorístico referente a la masturbación.
El tercer álbum del trío californiano va más allá de simples melodías distorsionadas, es una serie de himnos de rock alternativo furiosos y vigorizantes. Green Day nunca podrá volver a sus raíces independientes, pero en el momento en que empezaron a grabar “Dookie” marcaron un hito musical que ni ellos mismos entendían que estaban haciendo. Las potentes composiciones, los hipnotizantes riffs de guitarra y entretenidos ritmos acelerados, todos se mezclaron para dar con lo que sería una revolución punk noventera. El disco se desmarca de muchos de sus contemporáneos para ser un clásico del género y una pieza fundamental de su época. Una serie de cantos a la rabia y la angustia adolescente que influenciaron a toda una generación de jóvenes enojados.