Lo de Duran Duran en el Itaú Stage es, hasta el momento, uno de los mejores conciertos en lo que va de festival. Simon Le Bon y los suyos propusieron un setlist que no escatimó en hits ni memoria platinada, y que encontró respuesta en un público amable y optimista. Desde el minuto uno ecualizaron el sonido de una fiesta fresca de cara al atardecer del Parque O’Higgins, con una bola de discoteca en la pantalla principal a modo de ilusión y símbolo ecuménico.
The Wild Boys y Hungry Like the wolf fueron las primeras seleccionadas. Vino una visual del 007, juegos de Le Bon (zapatillas rosadas, traje blanco) con el micrófono, besos al público, y un desfile de figuras tribales que desde el sector vip serpentearon la cancha. El vocalista desde atrás miraba y reía. La brillante Last night in the city sirvió de ápice para Come Undone, uno de los varios clásicos que se escucharon y que hicieron gala de los muchos que el grupo dejó afuera.
La calidad vocal de Lo Bon impresiona. Su desplante escénico, presuntuoso y delicado, es sólo un aspecto secundario para una voz intacta, gruesa y dominante. Sin agitarse mucho, el frontman hipnotiza a la masa casi sin esfuerzo, mediante notas altísimas que motivaban al público a convertirse en un coro a la altura de la estrella. A ratos pasó eso. Notorius fue la descarga, la señal de reconocimiento que necesitaron algunos antes de sumarse a la cumbre. Luego, fue la figura de Nile Rodgers la que invitó a los más escépticos a sumarse al festejo, mediante un video que comprobaba la maravillosa alianza suya dentro y fuera de estudio.
Un sobrio tributo a David Bowie, con una interpretación de Space Oddity pegada a Planet Earth, fue la comunión que necesitaba la tarde. Ordinary World fue el himno más coreado de la jornada, el mismo que se empinó como una de las postales más notables del día. Lo que vino después fue más y más baile, ahora con el grupo remixeando sus hits y llevándolos al tope del cover. Con Río cerraron una presentación impecable, con una banda que acompañó y acrecentó a su líder y que lo enalteció en todo momento.