El aclamado grupo “Bloomsbury” fue una especie de colectivo no oficial que reunía un acotado número de artistas ingleses; pintores, escritores y políticos integraban este enredado clan que hoy persigue a uno de los nombres más relevantes de la literatura moderna: Virginia Woolf. Pero, este pequeño y privilegiado grupo fue más bien un nicho de amigos que se concentraban en diversas formas de representación artística y no siempre compartían opiniones símiles. Y es así como ávidamente nos demuestra Quentin Bell en este repaso titulado “El Grupo de Bloomsbury”, siendo él uno de las generaciones más jóvenes en presenciar el florecimiento y desarrollo de este maravilloso conglomerado artístico.
Quentin Bell (1910-1996) fue un historiador del arte y escritor y nada menos que el hijo de dos de los más activos participantes de Bloomsbury. Clive Bell y Vanessa Bell, hermana de Virginia Woolf, quienes antes de casarse compartían el apellido de Stephen. Este es el gran por qué de la perspicaz y visión en primer plano que tiene el autor de estos relatos sobre Bloomsbury, y perspectiva que de hecho podríamos considerar de primera fuente, ya que se desarrolló en el seno de tales artistas, compartiendo y debatiendo. “El Grupo de Bloomsbury” es un pequeño libro que se remonta a 1968 y que pretende darnos una real línea cronológica y un entendimiento general de lo que realmente fue este grupo y quitarle los rumores que envuelven este nombre.
El mismo Bell desde el principio nos explica que es complejo decir si realmente fue un colectivo como tal, ya que habían participantes que siempre negaron la existencia de algo establecido como tal, como fue el propio Clive Bell. El autor nos plantea y responde la pregunta más conflictiva de todas ¿Qué fue entonces Bloomsbury? Los Bell, Virginia y Leonard Wool, Maynard Keynes, Lytton Strachey, Duncan Grant, Roger Fry, Adrian Stephen y a veces E. M. Forster pertenecieron a esta especie de club ubicado en el número 46 de Gordon Square.
Bloomsbury “a duras penas se puede decir que tuviese ideas comunes en relación con el arte, la literatura o la política, y aún cuando tenía, creo, una actitud común respecto a la vida y contaba con el vínculo de la amistad, Bloomsbury era un cuerpo tan amorfo como puede serlo un grupo de amigos” nos cuenta el autor. Es así como Quentin Bell se propone la misión de desvelar los ideales, intenciones y propuestas artísticas que los unieron como grupo y al mismo tiempo los dividieron, los vínculos que permanecieron y las guerras que los cambiaron.
Este libro es más bien un recuento histórico y una aclaración, una especie de narración en primera línea de los acontecimientos, a su vez que aclara algunas de las disputas que mantuvieron otros intelectuales con los de Bloomsbury. Acá se desmantela la imagen de ellos como snobs intelectualoides pretenciosos, y más bien los vemos como un grupo, como amigos que compartían el interés por el arte en sus formas literarias, pictóricas, musicales, entre otras.
Quentin Bell en apenas 129 páginas logra desembocar un relato maravilloso en donde somos parte de estos momentos eclipsados que datan desde 1920 con la creación del Memoir Club. Este libro es un viaje inesperado por los más eclécticos pasajes del recuerdo moderno, por los paisajes nublados y las calles acontecidas que le dan vida a la Inglaterra entre guerras. “El arte vive destruyéndose a sí mismo, y a medida que cambian las modas, los artistas y sus obras crecen, se eclipsan y aveces vuelven a crecer en la pública estimación“, y eso es exactamente lo que nos trae Quentin Bell con este recuento de los artistas de Bloombsbury.