Del autor Javier Castillo, “El Juego del Alma” es una obra dramática e intensa ambientada en los oscuros rincones de una Nueva York de principios de la década pasada. Una narrativa descrita en un hilo de secuestro, enmarcada en el misterio del asesinato y la desaparición, sobre cómo un nuevo caso podría asociarse a una caótica historia familiar, junto a un movimiento de sectas y religión. Envuelta entre la visión de tres protagonistas: la periodista Miren Triggs, su antiguo profesor Jim Schmoer, y el policía Ben Miller; con capítulos moviéndose entre el punto de vista de cada personaje, despega su intrigante viaje.
La novela toma una curiosa aproximación al dividir sus segmentos entre personajes cuya perspectiva diverge hasta la voz del narrador. La historia contada por Triggs se relata en primera persona en contraste al resto del trío. Y con ello, brinda una experiencia íntima, personal y cuidadosa. Explora segmentos de la personalidad de la joven periodista al describir eventos de su pasado que han vertido un historial traumático en su vida. Su persona se levanta como la aparente protagonista al gobernar las secciones más críticas del argumento.
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El argumento despega mediante una descripción traumática de la protagonista. Desde allí, comienza a contarse desde un par de días antes para conectar con los sucesos sobre los que se ha introducido al lector. El personaje comienza su aventura con la publicación de un libro sobre un caso emblemático sin resolver que la ha atormentado desde sus primeros días de periodismo. Entonces, con la llegada de una nueva desaparición, junto a inéditas pistas sobre el suceso original, despega en compañía de la obsesión y el caótico misterio del suspenso.
El resto del elenco empapa el hilo principal de visiones sobre el abandono y las secuelas de la desesperación. El profesor Schmoer ahonda en sus fracasos familiares y sentimentales. En una lucha contra la verdad se ve comprometido a no seguir excavando en casos polémicos que pongan en peligro su fuente laboral. Y, en una de las más fascinantes descripciones de la novela, levanta sólida química entre su persona y la de Triggs. Asimismo, su investigación paralela da contexto y una visión alterna a cómo se viven varios de los eventos decisivos del argumento.
En dónde la historia no acierta es en su desarrollo sobre el policía de investigación. Ben Miller esa una sólida adición en su primera aproximación a los acontecimiento. No obstante, una vez la trama se conduce en la espalda de los protagonistas remanentes, pierde foco y solo existe como configuración para aterrizar los hechos al ambiente policíaco. Hacia el desenlace su participación se ve sustancialmente reducida, e incluso queda en duda al porqué, en contexto de la narración, es incluida en primera instancia.
De todas formas, el filoso misterio mantiene viva la llama del argumento. Constantemente la información que se brinda al lector lo lleva a zonas y puzles que lo vuelven partícipe de la investigación. La prosa ampara un ritmo veloz y precipitado. Los versos se comen entre ellos con el avance de los capítulos. Con detalladas descripciones de la ciudad de Nueva York, y una fascinante introspección en el detalle psíquico sobre la voluntad de los personajes principales. A la par de un peculiar hincapié en los efectos del trauma y la manipulación psicológica que se presenta en ambientes vulnerables, y religiosos.
Hacia el final hay varias elementos sobre la resolución de los hechos que pueden verse afectadas por la necesidad de no dejar cabos sueltos. De vez en cuando habrá componentes del desenlace que no se absorben de forma completamente racional dado el formato en que fueron presentados. Especialmente cuando se considera que la historia vuelca su punto principal constantemente sobre qué puede ser lo que realmente esté ocurriendo con varios de sus hilos. Frecuentemente se tendrá una fuerte idea sobre cuál es el verdadero meollo del crimen, solo para verse sorprendido con una nueva pieza de información al instante.
Sin embargo, nada de esto detiene a “El Juego del Alma“ de poner el corazón del lector en sus manos y apretarlo con fuerza. La carismática presentación de su elenco de protagonistas es su principal vigor. Con ella es que se permite continuar capítulo a capítulo, conteniendo la lectura en un círculo de ansiedad hacia la satisfacción final de obtener resultados. Sus últimos párrafos cierran decentemente los relatos de la novela, dejando un dulce sabor sobre el paladar.
Javier Castillo describe una desenfrenada e imparable historia de suspenso. Empapada de protagonistas magnéticos con sólidas biografías y personalidades. Se impregna de la crítica hacia la religión, la obsesión y el odio irracional. Y entre sus versos atrapa al lector en caóticos callejones sin salida. Aún con sus múltiples hilos y personajes, es una firme y concisa presentación de misterio, crimen y drama. Una recomendable propuesta con una feroz y agitada exhibición que la hace desaparecer de tus manos al instante de comenzar.