Escrito por Támara Corvalán
Es casi imposible que alguien jamás haya oído hablar del K-pop, ya que ha estado presente con mucha potencia en los últimos años y, sobre todo, en los últimos días. Poca gente entiende lo que es, los más acertados lo asimilan a la música, otros a bailes, algunos incluso a comida y, algunos, hasta piensan que es lo mismo que ser otaku… por lo oriental. Es complejo definirlo, más ahora que el Gobierno lo apuntó en un informe como uno de los principales factores que incitó al estallido social. Claro como si un montón de canciones con coreografías fuesen el culpable del cansancio de todas las personas por la eterna injusticia social y la latente desigualdad.
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Esta vergonzosa investigación del Ministerio del Interior tuvo sus consecuencias inmediatas en redes sociales. Los internautas, siempre tan ingeniosos, hicieron un montón de memes relacionados al tema. Sobre todo en Twitter, donde convive la mayoría de la comunidad K-Pop que está bajo la mira de este tan cuestionado gobierno. Estas imágenes que mezclan personajes de la cultura chilena con estos coreanos fueron compartidas tanto por fans como por gente ajena al género, burlándose de este gran enemigo del país. Sin dudas que es chistoso, porque el verdadero problema de los kpoppers no es su conciencia social, sino que otro menos evidente para los ojos de la sociedad.
El real problema es lo hiper juzgado que es escuchar este género musical en esta sociedad. Los dardos son más fuertes para aquellas personas que “ya no están en edad para estas cosas”, los que pasaron los 20 o están pronto de hacerlo. Son esas personas las que día a día sufren ese menosprecio por el mismo círculo cercano o por desconocidos internautas que insultan por tener la imagen de un “chino” en una red social. Y es que, escuchar a una banda de más de seis integrantes es una barbaridad a los ojos de ellos, sobre todo si estás en la universidad o trabajando.
Ojalá que el “Chile cambió” llegara a todas estas aristas invisibles
Es como si existiese una ley universal que obliga a que toda persona que está sobre los 20 deba escuchar determinado tipo de música, canciones con una duración sobre los 10 minutos con composiciones detalladas y una orquesta determinada. Pero esto no existe, ni tampoco lo hará, así que las personas pueden escuchar lo que quieran a la edad que quieran. No hay restricción para la música, así que no importa si ese amigo insiste en que el K-pop es para niñas chicas (más encima machista), “puras niñas de 12 porque son moda”. Con los memes, no faltó quien mencionó a su prima chica que escucha a esos “chinos” o a su hermana menor, pero siempre con ese menosprecio a algo que ellos ven como infantil.
Cuántas veces una kpopper no habrá escuchado los mismos comentarios de siempre: “son todos iguales”, “¿por qué se pintan si son hombres?”, “¡qué afeminados!”, “ah, pero tú ahora te vas a buscar un coreano como los ‘beteese’…”. Es como si el popular género también destapara lo más feo del ser humano: la homofobia y xenofobia, como si no pudiesen entender que, primero, son de Corea del Sur, no China, y que no tiene nada de malo que un hombre se maquille también. Toda esa fantástica lucha de aquel amigo melómano se derrumba cuando se encuentra con alguien escucha K-pop, que lo baila o simplemente lo disfruta.
Odian que la gente idealice a sus ídolos coreanos, como si no ocurriera que todo el mundo tiene este amor platónico o ídolo que simplemente le gusta o admira. Odian que compren discos y que junten estas fotos pequeñas, como si el dinero fuera de ellos. Lo odian por ser parte del capitalismo, como si algo en esta sociedad pudiera escapar de esas garras, ya que las cosas de los demás artistas también son costosas y esto conlleva a un problema más general.
El K-pop siempre ha sido el enemigo de todas las personas que no lo soportan por algún motivo, no de Blumel. Es tan estúpido que lo culpen de un movimiento social, pero también lo es la discriminación hacia ese género. Ojalá que el “Chile cambió” llegara a todas estas aristas invisibles, porque la música es música.