“Solo queremos hacer música para que las chicas bailen”. El debut del cuarteto escocés en 2004 fue una explosión de emociones. En medio del auge de la música independiente, los muchachos de Glasgow se alineaban para componer una de las piezas más atrevidas de la década. Y siguiendo los pasos de sus contemporáneos, la revolución artística que tenía Franz Ferdinand en sus manos era menos pretenciosa de lo que aparentaba. Con una producción brutal, los agresivamente armónicos ritmos del grupo alcanzan el punto cúlmine de lo que el indie rock puede llegar a hacer. Pulsos de batería sacados directamente del fétido piso de un bar de Gran Bretaña. Extrañamente puestos juntos para revolver tanto a adolescentes frenéticas como hipster poéticos.
Los primeros acordes de “Jacqueline” dan una imagen completamente opuesta a lo que el resto del álbum espera. La dulce voz de Alex Kapranos se armoniza junto a una progresión de acordes acústicos, sirviendo de perfecto plato de entrada. Allí es cuando entran la magnética línea de bajo de Bob Hardy para decirnos todo lo que queremos escuchar: Que este disco es una fiesta inescapable.
Una serie de riffs adictivos se agrupan en orden durante el debut homónimo del grupo. “Tell Her Tonight”, “The Dark of the Matinee” y “40′” son solo unos cuantos de los cortes en que la línea principal de guitarra conduce armonías demoledóramente hipnóticas. La alta presencia de guitarras es una revitalización completa de un género que ya hace más de una década empezaba a mostrar sus primeros señales de estar decayendo en popularidad. No obstante, el movimiento entre las cuerdas de Kapranos y McCarthey entrevén ritmos deliciosos que, aún siendo solo un segmento de lo maravillosas que son las composiciones, se vuelven melodías memorables.
Entre las influencias del grupo se encuentran clásicas bandas de post-punk como The Fall y Duran Duran, lo que vuelve menos sorprendente lo refrescante que el debut suena en el contexto de la nueva década. Un indie rock nostálgico e innovador, dulcemente europeo y juerguista. El corte más popular del álbum: “Take Me Out”, tiene una obsesiva línea de guitarra que se acompaña del magnético ritmo del hi-hat y la caja de la batería. El demoledor estribillo se apodera de tus entrañas, agotando tus pulmones con sus líneas.
Cada nota está puesta en su lugar de la forma más divertida posible. El debut del cuarteto no añade mucho a lo géneros de los cuales se nutre, pero inevitablemente los transforma en algo completamente nuevo. Las letras no van más lejos que hablar de placer y relaciones, pero la dulce lírica de Kapranos envuelve la narrativa en metáforas narcóticas. “Michael” describe el placer homo-erótico de un hombre al estar cerca de otro. “Hermosos chicos en la hermosa pista de baile / Michael estás bailando como una hermosa puta” es una parte de lo que el líder del grupo describe. Y aún cuando él admita no haber sacado la historia desde sus vivencias personales, hay mucho de intimidad en cada verso.
No por nada los críticos de la época tildaron a este movimiento de “post-punk revival”. La magnífica fusión entre sonidos ochenteros y ritmos frescos dan una mezcla divertida y delirante. Franz Ferdinand entregan una propuesta artística que no solo acompaña el marketing del grupo y sus videoclips, sino que además envuelve sus melodías. Disfrazando un pop hipnótico de pulsos barrocos, sin toda la parafernalia de una instrumentalización pesada.
Aunque a veces dejado de lado en pos de producciones más populares, el debut del cuarteto escocés es un excelso trabajo de baile y arte. Cada armonía puesta en su momento y lugar, no dejando un punto débil sobre sus matices. Colores concisos puestos sobre un lienzo dispuestos a ser interpretados en vivo, y asimismo, elevar las emociones en un vívido movimiento de artistas extraordinarios. Quién sabe si alguna vez tendremos un trabajo tan formidable como el que un par de adultos jóvenes pusieron sobre sus cuerdas a mediados de la década pasada.
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