El rock no está en su punto cúlmine de popularidad. Después de años de arrasar las listas de éxitos, el sonido protagonizado por estridentes guitarras eléctricas comienza a desaparecer y encontrar lugar cada vez más en la escena underground. Hace un par de años se anunció que por primera vez el rap era más popular que el rock en la listas de Estados Unidos, y hace unas semanas Drake batió un record que los Beatles habían llevado por más de 50 años. Así que no es sorpresa que el público fanático del género se vea sediento de música, al menos en una arista popular.
Entonces aparece Greta Van Fleet. Cuatro muchachos talentosos de Míchigan cargados de potencia y habilidad. Sobre sus dedos instrumentos y hambre de rock clásico, y en sus notas el candente sonido de principios de los 70s ¿Cuál es el problema? Los muchachos no ponen una pizca de creatividad.
Cuando los Van Fleet publicaban su primer trabajo a mediados del 2017 ya eran claras las comparaciones con Led Zeppelin. Un suceso que fue tan mediático que el mismo Robert Plant reconoció los patrones y similitudes. Allí uno podía entender un nivel de ingenuidad en los chicos. Es decir, cuando amas tanto un tipo de música es improbable que creas que estás plagiándola. Sin embargo, pasaron los meses, y el cuarteto no solo parecía no querer soltar su propio arquetipo. Todo lo contrario. Lo abrazaron con fuerza, con pasión, lo volvieron su bandera de lucha ¿Qué mejor? Una banda que replicara el éxito de clásicos grupos de rock pesado.
No es que haya un problema innato con disfrutar su música. Obviamente los fanáticos de este tipo de rock van a disfrutar cada nota proveniente de un grupo que replique sus bandas favoritas. Pero vale la pena preguntarse ¿Hasta donde es despreciable la originalidad de una composición? ¿Hasta que punto como fanáticos de la buena música podemos desprender completamente el sentido de creatividad y simplemente aceptar cada cosa que se parezca al tipo de música que más amamos?
Los puristas del rock adoran criticar los ritmos repetitivos de la música popular. Lo plástico de los arreglos pop. Lo terrible que es el pulso iterativo del rap. Y cada vez que alguien como Ed Sheran o Robin Thicke es demandado por un evidente plagio a Marvin Gaye, festinan con sus caídas. Pero de alguna forma, obvian completamente el que el rock pueda ser repetitivo. El que a una banda le baste copiar y pegar una música que ya se hizo antes sin poner nada de su propia cosecha.
A los Greta Van Fleet poco y nada les importan las comparaciones. Las han vuelto sus banderas. La inflexión en la voz de Josh Kiszka hace todo lo que tiene en su poder para parecerse a la de Robert Plant. Mientras que su hermano Jake, en un virtuosismo indiscutible, imita genialmente los desoladores riffs de Jimmy Page. Pero no pasan de eso: Imitaciones. En un mundo en que tenemos a Led Zeppelin, ¿por qué deberíamos escuchar a Greta Van Fleet?
No es que Zeppelin sea un santo respecto a lo que originalidad se trata. Cientos de miles son aquellos que han acusado a la banda de robarle descaradamente a la música negra estadounidense. Pero lo que el cuarteto británico hizo a su favor, fue darle un giro. Volver esos ritmos americanos propios, y junto a ello, revolucionar su propio estilo de forma que hoy en día sean un pilar fundamental del rock moderno. Nada en Greta Van Fleet indica que en un par de años el rock vaya a moldearse en base a sus arreglos musicales. Cuando mucho alguien podría verse influenciado en ellos para escuchar rock clásico.
Hay talento en la banda, y es probable que en el futuro logren producir un álbum que sea indiscutiblemente excelente. Pero mientras no hagan otra cosa que mirar hacia atrás y arrastrar los mismo problemas que el rock ha llevado en su espalda durante los últimos diez años, difícilmente generarán el impacto que desean. El rock no está muriendo a pesar de bandas como Greta Van Fleet, el rock está muriendo por bandas como Greta Van Fleet.
Aquellos artistas que están revolucionando la industria son aquellos que experimentan. Aquellos vuelven la música suya. Actos como el demoledor sofomoro de IDLES, la versátil y excelsa St. Vicent, el desquiciado y fascinante Jack White, o los melancólicos The National. Músicos que tienen algo que decir, y que dan vuelta la mesa para decirlo. Pero que por su puesto, nadan contra la marea porque siempre es más fácil darle al público lo que quiere oír, que ir contra sus expectativas.
Greta Van Fleet no hace más que alimentarse de un público ya establecido. Y es probable que se les esté incluso dando demasiado peso que llevar sobre su espalda. Después de todo, son solo unos niños que están dando los primeros pasos de su carrera creativa. Mas son el reflejo de un fenómeno lamentablemente profundo en la música actual.