En poco menos de un año, quienes fueron en algún momento “la banda más peligrosa del mundo” regresan no para demostrar algo, como fue el regreso de Axl y sus amigos allá por el lejano 2010, tampoco para pellizcarnos la cara diciéndonos que el anhelado regreso de sus componentes originales -o al menos, 3/5 partes ellos- era por fin un sueño cumplido.
Sí, en menos de un año, Guns N’ Roses regresó, no como una leyenda viva – ¿aló? ¿The Who? -. ni como una aseveración romántica de su propio legado. Tampoco volvió como la caricaturización, ni el chiché de su propio estereotipo. Guns N’ Roses vino a cerrar ciclos. Tal vez no al interior de la banda, pero si la de su mitología, todo ese universo de sexo, drogas y rock n roll que hoy se transforman en sobriedad, respeto y grandes clásicos. El regreso de los californianos si era necesario, pero no para continuar con la leyenda, sino para cerrarla. Eso fueron, eso son.
Ver a un cincuentón Axl Rose, siendo agradable, dando lo mejor de sí mismo en el escenario, llegando puntual y cerrando un concierto redondo, es extraño. Ver al viejo Slash rockeando solo como él sabe y puede hacerlo, es deslumbrante. Ver a un viejo Duff Mckagan, como un estandarte de la actitud punk, provoca admiración.
Richard Fortus, a cargo de las guitarras rítmicas, con cautela y consciente del puesto que está ocupando, dentro del contexto el que se encuentra, hace un trabajo espectacular, prolijo pero sin dejar esas cuerdas precisas y sucias de lado, sin opacar jamás al jefe. Admirado y agradecido se mantiene al margen del espectáculo, reluciendo solo cuando es necesario.
Nunca entenderemos el rol de Dizzy Reed, pero ahí está, desde hace más de 20 años acompañando al viejo Axl en las buenas y en las malas. Frank Ferrer es una excelente máquina rítmica, pero el hard rock no es lo suyo. Nadie sabe que carajo hace Melissa Reese en la banda, esperemos que su genialidad sea invisible a nuestros ojos.
Pero más allá de todo esto, al final de todo, esto se trata de dos personas, dos personajes, dos caras de la misma moneda: Slash y Axl, la pistola y la rosa.
Ellos dos son el punto de inflexión en toda esta historia. Sin Slash no hay Guns y sin Axl no hay Roses. Este regreso fue una ratificación de aquella hipótesis. En los primeros cinco temas, específicamente las indomables It´s So Easy, Mr. Brownstone, Chinese Democracy, Welcome To The Jungle y Double Talkin Jive, el sexteto hizo volar la cabeza de todos los presentes.
Escuchar a Axl gritar su inigualable “Do you know where the fuck you are?!” o ver a Slash dominando el tecnicismo de los solos de Chinese, al más puro estilo de la pentatónica menor del blues, no tiene punto de comparación y simplemente, hizo que valiera la pena cada maldito peso (si no pagaste la entrada mas cara, claro). Sin embargo, a medida que pasaban los tracks, lo que más se podía temer pasó: A Rose ya no le dá.
Es una lástima, pero también una realidad. Pero oye ¿quién podría estar tres horas cantando canciones con melodías desquiciadas, subiendo y bajando de barítono a casi tenor sin fallar en el intento? Bueno, el mismo Axl, pero hace más de 20 años.
No le podríamos exigir más aunque pudiésemos. Además, el tipo ha madurado. Se le ve tranquilo, gozando como cualquier persona de su edad, de sus años dorados, de sus glorias del pasado. Punto aparte, el pelirojo tuvo sus momentos de gloria: los gritos en Kcnokin on Heavens Doors, el épico final de Estranged y November Rain, los desgarradores llantos en This I Love o sus simpáticas interpretaciones en cada uno de los covers, le dieron un plus al cuestionado líder de la banda, y se agradece. No te pediremos más Axl, lo haz hecho bien. Pero ya fue suficiente.
Mitad hombre, mitad bestia. No sabemos muy bien lo que es, pero es raro y está enojado y le dicen Slash. Está en su mejor momento, dominando el escenario, su estilo, su leyenda y sus cuerdas como quiere. Se equivocó, y a nadie le importó, porque esas poses, esa actitud y esa capacidad de tocar solos simples pero jodidamente increíbles, lo hacen ser quien es.
Slash se llevó gran parte del espectáculo, y el equipo detrás de Guns N´ Roses lo sabe. Le dieron su espacio para lucir e interpretar, dejando descansar al viejo Axl en medio de cada momento instrumental (que fueron varios) y dejó en claro, el por qué puede darse el lujo de ser un estereotipo andante del rock n roll en pleno siglo XXI: Porque puede.
En fin, claramente dentro de lo que fue el Santiago Rock City, The Who superó con creces el nivel de quienes se supone, fueron los cabeza de cartel. Sin embargo, lo de Guns N´ Roses en su nuevo formato rinde bastante bien, un regalo asegurado para los fans más acérrimos y un buen cierre para quienes los admiramos con locura y comprendimos que esto ya se acabó. Gracias por volver. Necesitábamos cerrar el luto de verlos separarse, odiarse y destruir la fantasía que crearon en 1987 . Hoy los seguiremos esperando, sin exigir el producto original, sino que aceptando las nuevas reglas del juego. Pueden bajar del Ring amigos, gracias por todo. Y buenas… ¡putas noches!