El pasado 2 de Agosto el inglés Jacob Collier cumplía tan solo 23 años. 23 años que han hablado por sí solos, encarnados en este pequeño cuerpo de innumerables capas sonoras. El 28 de Agosto entonces, ya estaba por primera vez en nuestro país, en también su primer tour por Sudamérica presentando su show solitario, un vehículo audio-visual que nos permite entrar en aquellas capas en el presente más cercano. Jacob Collier, bajo el alero de Santiago Fusión, debutó en el Nescafé de las Artes para extralimitar las experiencias performáticas establecidas, nos devuelve a su propia habitación para sumergirnos en una sensibilidad armonizada que deslumbra desde lo frenético.
El declarado auto didacta llega a nuestro país con diversos estándares de genialidad, desde su temprano y magnífico desempeño musical hasta el desarrollo de un hardware musical. Su apertura al público comienza con su canal de Youtube en el año 2011 subiendo contenido en solitario desde un vasto espectro de instrumentos, lo peculiar -quizás no ahora- era su habilidad multidimensional, cómo Jacob con tan solo 17 manejaba este espectro, claro desde la comodidad de su hogar. Conexión tras conexión sus composiciones llegan hasta Quincy Jones en el 2014, quien lo adentra tanto en su productora como en Montreux Jazz Festival para explotar su energía creativa hacia mayores audiencias, abriendo así más tarde actos como el de Chick Corea.
Aquel mismo año entonces Jacob se conecta con Ben Bloomberg, para entonces estudiante PhD en el MIT Media Lab de Boston, quien desarrolla junto a Jacob un hardware y software capaz de lograr que Jacob se presentara en escenario solo y fuera capaz de tocar todos los instrumentos requeridos. Esta locura diseñada y construida en Boston se inserta como una nueva experiencia multimedial, la cual permite crear loops multi-instrumentales, así como armonizador vocal el cual permite a Collier cantar al micrófono y crear armonías digitales que controla desde su teclado. La experiencia se desarrolla también de forma visual, generando videos que capturan las cámaras presentes alrededor de todos los instrumentos mostrándonos loops en vivo de Jacob, y es precisamente este frenesí loopeado que hizo que los santiaguinos se narcotizaran.
A las 9 en punto Collier se lanza al escenario, con sus coloridos pantalones y calcetines a rayas, con todo el apuro posible se adentra en sus incontables instrumentos. Comienza con una armonización juguetona en relación a Santiago de Chile para luego sumerurse en un clásico esperado, rendición al único Stevie Wonder con «Don’t You Worry ‘Bout A Thing». El jovial éxtasis se propagó profusamente por cada centímetro del Nescafé, condensado las capas de armonías, capas de sonidos que logramos penetrar en sus millones de colores.
Continuó frenéticamente con un tema propio titulado «Close ToYou» que se incorporaba desde un bello falsetto carnal, haciendo apariciones de aquel software en la pantalla, dándonos cuenta de aquellas hiper armonizaciones ancestrales. La tercera aparición multidimensional es «Hideaway» de su debut y único álbum «In My Room» del 2016. Lo que nos evoca tal solitario acústico son preguntas que solo pueden ser respondidas viendo a Collier en vivo ¿Cómo puede un solo veinteañero llenar de esa forma un teatro?
Jacob Collier se acerca desde la hiperactividad incontrolable,a dos instrumentos al mismo tiempo más la actividad de las capas de loops, el mayor frenesí visto en un solo ser humano. Su aproximación también es desde otro cover, esta vez el que le da el nombre a su debut «In My Room» de The Beach Boys. Previo a aquel tema se detiene para contarnos en su dulce y grave voz inglesa cómo trae su habitación en complejidad en un tour mundial, del cual prácticamente no ha descansado desde el 2014.
Pasada la mitad del show –el cual nos le llevó 1 hora y 50 minutos- nos entrega otra revelación de Stevie Wonder, «Savior» esta vez para levantar el funk y todo el groove que explotaba desde cada instrumento. Aquel groove que nos hizo armonizar a nosotros mismos, maestro de ceremonias rodeado de cámaras de Xbox, se adentra en la conexión directa con cada presente. «In The Real Early Morning», octavo y antepenúltimo delite logra que la dulzura de su voz atraviese cada centímetro, como si fuera una suave brisa. Logra hacer del teatro un lugar de sensibilidad y hasta esperanza, para cada imaginación. El cierre se realiza a través de «Black Bird» de The Beatles, en una refrescante e íntimo acercamiento hiper armonizado desde Jacob, entrando en una suave intimidad que evocaba resistencia, evocaba vigor.
Desde su aproximación personal, Jacob no deja absolutamente nada que desear. Desde sus agradecimientos a cada persona en su equipo de tour hasta las sutilezas en sus palabras, reflejaba una suave nube de placer. Ideas encima de ideas encima de ideas. Capas y capas de sonido que lograban tener sentido a través de cámaras de Xbox, condensado el groove y la energía inagotable de un inglés en sus veinte, destellos en las pantallas de los mil y un loops instrumentales presentados, logran la tenacidad de un solo hombre.
Sus letras rozaban la simpleza, pero se acercaban desde aquella complejidad que solo se encuentra en las sencillas sutilezas. La cruda pasión se logró propagar por todos aquellos capaces de adentrarse en las capas de Collier, un ritmo fascinante sin duda alguna, y que logra hacer que cada uno de los presentes se sintiera amado de alguna manera. La belleza de Collier. Todo aquello se inserta como una sucesión de episodios de navegación, navegación por tus propios recuerdos. La sutileza de Collier. La experiencia multi-track, multi-dimensional evocó todas aquellas sensibilidades dispuestas a desplegarse. Los grandes episodios de navegación sensible, armónica y real de Collier.
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