“Somos la patrulla antielitista de la música. No nos cae bien la policía musical, reglas ya hay muchas y no queremos más”, relata en forma de verso Matiah Chinaski. Son los primeros segundos sumergidos en el mundo de La Brígida Orquesta, y ya de entrada nos advierten que esto no es algo convencional, que se trata de una revuelta de la “misma avenida” organizada con las armas que tenían más cerca: “métale madera, percusiones, cuerda, letra”. El oído se deja seducir; hay un maestro de ceremonia que hipnotiza con cada palabra que sale de su boca, cuenta una historia, un grito de protesta, un poema. Todos con ce hache.
El funcionamiento de la orquesta propiamente tal da para largo y tendido. Cada uno de sus componentes tiene un extenso recorrido en distintos estilos como el rap, jazz y fusión, pero “como orquesta te podría hacer alusión a algo elegante, pero somos más bien piantes”, aclara el pianista Gabo Paillao -encargado de la dirección musical del colectivo-, en entrevista con Red Bull. La alineación la completan los trompetistas Ítalo Viveros (Mapocho Orquesta) y Fernando Carvacho (Conchalí Big Band, Newen Afrobeat); los saxofonistas Ed Neidhardt, Vicente Aravena y Aldo Gómez, además de los trombones de Alfredo Tauber y Alejandro Mendoza. Las cuatro cuerdas son responsabilidad de Tomás Alud.
Acá -y adentrándonos en su álbum debut-, podemos mencionar como concepto esencial la palabra “sinergia”. Hay una reacción química entrópica en el encuentro de sus instrumentos, que logran dialogar en código urbano con Chinaski. Las piezas encajan perfecto en sus nueve composiciones; es un grito elegante, pero chorizo. Del “corte” haciendo homenaje al título de su producción. Funciona como un concepto, un todo unitario que no se puede fragmentar. Es por ello que hablar de “canción a canción” resultaría un ejercicio inútil.
Cada una de las canciones del álbum cuentan historias propias, pero unidas bajo el concepto que nos recibió al principio de su escucha: una aproximación al universo de la Brígida. Es una suerte de canto interior, de presentación y protesta, de golpe y risas. Una autobiografía callejera, de comunidad. Película choriza. Magnífico.
Aplauso sostenido para el sonido obtenido. Cada uno de los rasgos -y aventuras de estilos- propio de cada músico se logra reflejar. Es un disco de jazz, es un disco de rap, es un disco de fusión. No hay esquema, y eso es probablemente uno de los mayores atractivos del trabajo, aún más en días en que la escena, aburrida de responder a parámetros de medios de prensa, periodistas de moral crítica cuestionable, productoras, discográficas-también independientes- y proyecciones de “internacionalización”, tiene gritos de rebeldía: se ve en Como Asesinar a Felipes, Yorka, y el festival Woodstaco todo.
Otro tópico a repasar: lo bien que la Brígida Orquesta lo pasa haciendo música. En vivo es mucho más fácil llegar a dicha conclusión, pero “Corte Elegante” logra transmitir dicha idea en plenitud. Son 11 voces y 22 manos, que se abrazan, golpean y asaltan. La ejecución instrumental es prolija, entrando en conexión con cada uno de sus integrantes. Hay un lenguaje propio.
Probablemente uno de los discos nacionales de mayor calidad editado en el presente año. La autogestión en estos momentos no sólo es preferible, es necesaria: