La fecha: 6 y 7 de Abril del 2013. El lugar: Parque O’Higgins. La ocasión: Lollapalooza en su tercera edición en territorio nacional. Es sensato decir que para los asistentes de tal edición el acontecimiento fue del calibre que derrite cerebros, y la razón no es más que la densidad del line up, en lo que nos atrevemos a decir fue –y quizás siempre será- la mejor edición que Perry Farrell concretó en Chile. Ya pasan cuatro años de la fecha, y lo que pretendemos hoy es recordar aquella ilusión, la densa e inquebrantable aparición y perfecta mezcla de elementos infalibles.
Para refrescar la memoria de aquellos que todavía no se han convencido mencionaremos como primera instancia a los memorables cierres: Pearl Jam el sábado y The Black Keys el domingo. Siendo aquellos lo más “fuerte” de la lista lo que nos sorprendió aquel entonces fueron las bandas intermedias del cartel. Algunos destellos infalibles: Queens of The Stone Age, A Perfect Circle, Puscifer, Tomahawk, Alabama Shakes, Franz Ferdinand, Kaiser Chiefs, Gary Clark Jr., Bad Brains, y la lista continúa.
Se recuerda vivamente el show de QOTSA, el cual no sólo marcaba la segunda visita nacional, sino que además su término coincidía con el comienzo del show de Pearl Jam. Para los que han experimentado una muestra de Queens of the Stone Age en vivo, podrán sólo adivinar la majestuosidad vivida. Ése mismo año, un par de meses más tarde claro, lanzan “…Like Clockwork”, álbum que adelantaron aquel cálido día en el Parque O’Higgins. El primer hito que mencionaremos, tiene que ver justamente con lo que sucedió el aquel show: Eddie Vedder junto a QOTSA en la cúspide inmortal de “Little Sister”. Lo sentimental de dicha presentación no sólo se representa en la densidad y gloria de lo que desenvolvió el quinteto, sino que la hora perfecta atribuyó una atmósfera ideal: el atardecer, aquella hora azul y naranja que transforman escenarios.
Segundo hito lo marcan los mismos personajes a la hora del cierre del día sábado, Pearl Jam en su último deleite nos proporciona otra mezcla infalible trayendo al escenario al mismo Josh Homme y a Perry Farrell para sacar a la luz un cover de “Free World”. Aquel acontecimiento en sí sólo se realiza en los más profundos sueños de un admirador, y la ocasión se finaliza lanzando la mayor cantidad de panderos posibles al público.
No podemos dejar de lado la ambición que hasta la fecha no se ha repetido: Puscifer. Concretados el el Play Station Stage, las voces de Maynard James Keenan y Carina Round, para aquellos expectantes, no es algo fácil de olvidar. Lamentable fue quizás para muchos el horario- el cual coincidía con Queens of the Stone Age- aún así la ocasión no deja de ser un fuerte sentimiento, una apuesta del llamado “subconsciente creativo” de Keenan, otro hito bajo el alero del festival.
Ya inmersos en la segunda parte del festival aún quedaban sorpresas, y Franz Ferdinand sin duda alguna cuenta como parte de ellas. Un sólido acercamiento al público nacional, algo que FF sabe conjugar, logrando en alrededor de una hora una aparición hito. Y siguiendo la misma línea hito- que sin duda fueron interminables- mencionamos a Gary Clark Jr.. Cuando el blues contemporáneo se hizo presente en el festival, no quedaba duda. El estadounidense no sólo nos trae de vuelta las millones de texturas que el blues implica sino que su pulcra forma nos denota suavidad en una aparición infinita.
El siguiente hito es en la subjetividad, uno extraterrenal: A Perfect Circle. La perfecta unión de lo sensible y lo denso, lo femenino y lo masculino, la agresividad y la calma. Fue aquella la primera vez que nuestros oídos se deleitaban de aquella formación, y hasta hoy esperamos la vuelta, aquella esperanza que nunca se irá. El show como ya podrán adivinar o asegurar si el que lee fue cómplice, se concretó de una manera no humana, una puesta en escena sin igual y de una simpleza desbordante.
En el mismo escenario y un par de horas más tarde The Black Keys cierra la edición inquebrantable. Muchos quizás hubieran apostado por Pearl Jam al término, pero TBK asombró con su avasalladora performatividad e indiscutible fuerza eléctrica. Hito tras hito tras hito, así se sintió, y nuevamente no hemos vuelto a sentir con aquella formación. Sin duda una apuesta inequívoca y a la altura del cartel.
A través de éstos párrafos hemos ido develando algunos indicios del por qué es aquel un Lollapalooza “ideal”. Es uno que apuntaba a otro tipo de público quizás, a uno más clásico podrán llamarlo algunos, un tanto especial. Sí, lo fue, en todas sus palabras y formas, por todas las hendiduras nos adentramos en una mezcla infalible, una puesta certera de bandas, de artistas que hacen de la palabra una con sentido. Da la impresión- que en su mayoría- el público que se apuntaba era uno determinado, claro nos encontramos con el otro lado en el que Deadmau5, Kaskade y Major Lazer también se insertan, pero aún así era un público definido. Lo que nos espera el 2017 es un tanto más azaroso, aleatorio y efímero si lo comparamos con un 2013.
¿Qué fue entonces lo indispensable? La cantidad de hitos que marcan la historia en el Parque del prócer, las apariciones de otros músicos en escenarios especiales, los colores y destellos de los atardeceres, el público memorable y una vez más la calidad, densidad e intensidad de los actos. Uno tras otro no dejan de recorrer las memorias, tanto así que fueron muchas las bandas que se tuvo que abandonar para presenciar otro. La misma potente presencia de Perry marca momentos decisivos una vez más, en una sólida y organizada campaña por la inmortalidad musical que deja el 2013, sólo aquel 2013 en la unión de aquellos elementos cruciales.