En una industria tan complicada y quisquillosa como la de la música, Laura Mvula ha pasado más de un mal rato. Su disco previo, The Dreaming Room (2016), representó una estelar expansión del universo de pop sinfónico de la artista. Pero el sello RCA, más interesado en el rendimiento comercial que en su victoria artística, le cerró su contrato discográfico. Un largo período de reflexión y autoconocimiento le permitieron replantearse su enfoque, y de a poco, otro nuevo camino afloró para ella.
Laura Mvula ha sido ampliamente reconocida por las credenciales de sus sonidos orquestal, pero en su nueva apuesta, estas sorprenden por su absoluta ausencia. Afuera los arreglos de cuerdas, adentro los sintetizadores: Pink Noise es una colección de puro delirio ochentero, fascinante e irresistible. Al mismo tiempo, este álbum proyecta luces destellantes sobre el rol de la mujer negra en la música de la icónica década.
Efectuar cambios más drásticos, tanto en el aspecto sonoro como el visual, es siempre un gran desafío. Sin embargo, a lo largo de su tercera entrega, la compositora no muestra ni una gota de sudor. Pink Noise es fluido, tomando la fuente de inspiración del pop retro y rediseñándolo a través de un filtro moderno, evitando así la urgencia de replicar formulas musicales de la época.
“Este trabajo habita el mundo sonoro de grandes artistas de la música adoptando el sello ochentero”
“Frente a todo, al fin veo / Que soy todo lo que necesito”, entona Mvula con impactante claridad en “Safe Passage”, la carta de introducción – y uno de los mejores sencillos del año. La composición desafía las estructuras más convencionales de la power ballad. En lugar de hablar del amor con las otras personas, “Safe Passage” es sobre el poder de encontrar el amor propio dentro de sí, y comenzar a cuidar tus propias energías. No conforme con este rupturismo, la artista estructura la melodía en una forma desorientadora, en particular durante el alucinante puente de la canción.
Los sencillos del álbum ilustran a la perfección el crecimiento y versatilidad de la intérprete. El synthpop elástico y saltarín de “Church Girl” se acerca al territorio art pop minado por bandas como Dutch Uncles y Field Music, pero con un eje dance más evidente. Con su imparable groove, “Got Me” se ha ganado comparaciones muy apropiadas a la eterna “The Way You Make Me Feel” de Michael Jackson, pero con un puente que recuerda al “U Got The Look” de Prince. Y en “What Matters”, las vocales de Laura se condensan junto a las de un inesperado Simon Neil, vocalista de Biffy Clyro, en un dueto sentido, extraordinario y atemporal.
Pink Noise habita el mundo sonoro de grandes artistas de la música adoptando el sello ochentero. En ese sentido, sus once pistas nos traen a la mente el esplendor del Prince de aquella era, placas como Swept Away de Diana Ross, y los primeros trabajos de Whitney Houston. Pero su creadora hace un esfuerzo claro para recontextualizar esta estética en la década presente. Esto la separa de inmediato de la ola nostálgica de otras producciones recientes, tal como el memorable Future Nostalgia de Dua Lipa.
“El atractivo de estas letras está en lo efectivo de su universalidad”
En la guía track-by-track de Apple Music, Mvula reconoce que la marca musical que había creado la hizo sentirse atrapada, al poner el énfasis en la música por si sola. Este álbum ejecuta la tarea de presentarnos a la compositora como el centro de sus canciones. Bajo esos parámetros, las líricas nos transportan al presente de su escritora, conectándola con sus deseos más internos y mostrando los terrores que ha dejado atrás con el tiempo.
“¿Cómo puedes bailar con el diablo en tu espalda?”, pregunta la cantante en “Church Girl”. Así le habla directamente a su yo de niña, la joven que participaba en la comunidad de su iglesia local, y que crecería con el adoctrinamiento moral de la sociedad moderna. “Church Girl” invita a sus oyentes a liberarse de este diablo, a encontrar el disfrute en medio de una vida de caos y dolores, y su propuesta no podría ser más adecuada al momento en que nos situamos ahora.
El atractivo de estas letras no radica sólo en su universalidad, si no que en cuán efectiva esta es. La narradora de “Got Me” se entrega a los impulsos más tentadores de un nuevo enamoramiento. Les personajes de “What Matters” encuentran su contención en la trascendencia del amor que hubo en el pasado. La tensión en el corazón del álbum culmina explotando en la eufórica despedida de “Before The Dawn”, en donde la compositora nos recuerda el viejo dicho de que “siempre es más oscuro antes del amanecer”.
Colaborando otra vez en la producción junto a Troy Miller, Mvula presta atención puntillista a los sonidos que busca evocar. En sus 37 concisos minutos, Pink Noise es ligero, refrescante y adictivo: la música refleja sus influencias con un detalle casi académico, evitando a toda costa las reproducciones superficiales donde recaen muchos productos con la misma intención. Existe un fuerte compromiso con la búsqueda de la esencia ochentera, y por lo mismo, una separación intrigante con el mundo de The Dreaming Room, pero manteniendo la vara de la calidad en alto.
El revisionismo insistente de la cultura pop ha creado lugares comunes en la forma en que las estrellas musicales reapropian estilos del pasado, nociones preconcebidas que Laura Mvula logra apartar por completo en su última entrega. Pink Noise, más que un nuevo maquillaje, es un renacimiento absoluto, una pequeña caja de sorpresas que disipa cualquier duda sobre la artista, y crea nuevas posibilidades para el futuro.