En los primeros minutos de la irónicamente titulada “Grand Finale”, un sintetizador se posiciona sobre nuestros oídos tal como el destello luminoso de un ovni en plena abducción. Es un viejo y sencillo truco usado por décadas, pero que empleado de la forma correcta, no falla en cautivar a quien le preste atención. Desde ahí, la composición conduce su melodía a un laberíntico recorrido de emocionales e inesperadas direcciones.
Laberíntico es el adjetivo preciso para describir a III, la más reciente placa nacida de la colaboración entre los artistas electrónicos Lindstrøm y Prins Thomas, dos pesos pesados de la escena space disco. Un ejercicio a fuego lento en sutileza y minuciosidad, esta oferta es majestuosa y pulcra como un palacio de hielo, pero también atractiva y cálida, representativa del encuentro entre amigos que significa su realización.
La mayor virtud de este set de temas es su refrescante atemporalidad y su hipnótico excentricismo, creando así una experiencia auditiva atrapante y estimulante, donde es posible percibir nuevos detalles con cada escucha, sin perder de vista aquellos aspectos que lo hacen deslumbrante desde el principio. Pese a ser menos dinámico que su predecesor II (2009), este proyecto es más conciso y nunca pierde su norte, haciendo énfasis en la importancia de las texturas y matices a la hora de conjurar ambiente en la música.
La alucinante entrada de “Grand Finale” da paso a la joya de persistencia propulsiva que es “Martin 5000”. Ilustrativa del sello característico por el cual el dúo es reconocido, esta es la composición más directa del trabajo entero, reconectando con las incursiones previas de ambos productores, y simultáneamente abriendo la puerta para los nuevos giros que se incorporan.
Al disponer de las mismas escalas musicales, “Small Stream” y “Oranges” se sirven como dos caras de una misma moneda. Pero lejos de sonar monótonas juntas, ambas se valen de los elementos distintivos y de sus interpretaciones para mantener al oyente intrigado. Donde la primera plantea un insistente beat bailable que viene y se devuelve, la segunda es más pausada, con una progresión armónica invernal, cercana al trip hop noventero, haciendo una suave transición entre los actos del álbum.
Posicionada como la pieza maestra de esta colección, “Harmonia” es una extravagancia cósmica de ocho minutos que emplea teclados destellantes, poliritmos delirantes y algunas fantasmagóricas vocales procesadas. Esta titánica pista se desenvuelve como una flor en pleno brote, pero configurando el escenario de una puesta de sol al aire libre en la costa veraniega. Esta es sólo una muestra de las capacidades de la dupla para configurar viajes astrales musicales para la audiencia: en “Harmonia” da lo mismo todo, es 2021, 1977 y 2045 al mismo tiempo.
III empaca múltiples elementos en sus canciones, grandes y potentes, o minúsculos, a veces imperceptibles a la primera escucha, contando con una ejecución limpia, rica y lujosa, que merece tu atención completa. Pese a sus sensibilidades espaciales, este es un trabajo contemplativo dotado de un sonido gentil e intimista, diseñado para espacios cerrados y la comodidad de unos audífonos.
Incluso en el trabajo de maestros del escapismo como Lindstrøm y Prins Thomas, parece haber cabida para momentos que hacen contacto con la realidad. El nuboso descenso ambient de “Birdstrike” ofrece un cierre inquietante, sus últimos minutos desvaneciéndose como lluvia en contacto con el suelo. Es un final sin resolución, pero digno del halo de misterio que envuelve a este brillante y exquisito álbum, uno que piensa la habitación, la casa y el mundo exterior como una pista de baile, pero que también piensa la pista de baile como algo más que sólo bailar.