Para imponer vanguardia se necesitan algunas habilidades metafísicas que no siempre resultan muy fáciles de conseguir. Por lo mismo, es que generalmente son aquellos tocados por el talento innato, quienes establecen cuándo es que las reglas del mainstream cambian, sin que eso sea efectivamente lo que estén buscando en primer lugar.
Antes de convertirse en el referente mundial de Bedroom Pop que hoy conocemos, Vernor Winfield MacBriare Smith IV o Mac DeMarco para aminorar caracteres, pasó una buena cantidad de años configurando su arte con las herramientas que tenía a su alcance, apostando por una filosofía de trabajo rústica y obsoleta, pero maravillosamente funcional, que trajo a colación los principios fundacionales del indie rock, sobre todo eso de componer canciones nostálgicas en tu habitación con la grabadora más cutre que puedas encontrar.
De todo eso va la primera producción original de DeMarco, Rock and Roll Night Club (2012). Un compilado de ocho canciones que cualquiera podría tildar de flojas y monótonas, sin admitir que en el fondo les puso replay la suficiente cantidad de veces para considerarse un fanático. Pese a su evidente mala calidad sonora y sus melodías uniformes, este álbum no deja de ser adictivamente extraño.
Se trata de la capacidad para generar ambientes y enganche. Eso podría explicar cómo es que este EP hecho, medio en serio, medio en joda, puede acompañar tan bien un par de copas de vino en una madrugada solitaria. El Lo-Fi nos garantiza nostalgia, y la mayoría de los riffs principales operan como transporte hacia una zona atemporal, surrealista y un tanto oscura.
Juega a ser decadente
El disco abre con su canción homónima, donde cualquiera que haya conocido a Mac por sus éxitos comerciales podría salirse de onda al escuchar una impostación de voz grave e inquietante, con la que DeMarco encarna a una distorsionada estrella del pop AM de los 50, mientras canta banalidades que nos invitan a sumergirnos en este club ficticio, construido con una corrompida nostalgia por el glam y el rock parafernálico que conquistó gran parte del mercado durante el siglo pasado.
Los ambientes no se generan por azar, siempre se trata de decisiones artísticas. Esto último lo reafirma el segundo track “96.7 The Pipe” que solo opera como contextualizador, y moldea el escenario donde se ejecuta esta historia: una emisora radial trasnochada, un tanto demoníaca, que termina de tejer la ilusión sonora de esta producción que juega a ser decadente.
Después de la advertencia del Dj Dojo Daniel, nos encontramos con una tríada de canciones bucle. La fetichista historia de “Baby´s Wearing Blue Jeans”, junto a las melancólicas pero absurdas “One More Tear To Cry” y “European Vegas” son desesperadamente parecidas melódica y armónicamente, lo suficiente juzgar a este DeMarco más joven, inexperto y ansioso. Sin embargo, los enganches que hace con sus riffs de guitarra no dejan lugar a dudas sobre un trabajo conceptual, con decisiones tomadas con el fin de generar esa sensación repetitiva, pero efectiva.
Volvemos a la radio infernal, pero esta vez el dial cambia a la 106.2 “Breeze FM”, donde una voz afrancesada y freak nos vuelve a presentar a Mac DeMarco invitándonos a disfrutar las canciones que quedan.
El cambio de estación radial tiene sentido, porque pese a mantener la sonoridad Lo-Fi, las siguientes canciones del disco se acercan mucho más a la performance que disparó la fama del canadiense. Cortes como “She’s Really All I Need”, “Me and Jon Hanging On” o ”I´m a Man” se olvidan de la tosca voz impostada al inicio, para dar pase al angelical timbre carraspeado por los Viceroy de DeMarco, además de estribillos mucho más recordables y pegajosos, sin dejar de lado su maestría con los riffs que son sin dudas el mayor fuerte de todo el producto.
“Moving Like Mike” es la única canción del disco que quizá no supo encajar del todo con sus compañeras, por un estribillo repetitivo que no termina de convencer y del que está hecho todo el track. Luego queda “Only You” re-versionada y rescatada de su época a bordo del grupo Makeout Videotape con una onda muy sesentera y olor a romance stonner.
El álbum lo cierra “Me And Mine”, un anticipo muy potente de lo que sería la oleada de bandas indie que surgieron a lo largo de la década recién pasada y que fueron indudablemente influenciadas por todo lo que Mac DeMarco construyó en base sus referencias de rock n´ roll desgastado. Además de tejer una impronta estética y sonora que fueron únicas para su momento, donde definió gran parte del cómo debía sonar el soft rock independiente en la era post internet.