Hay ánimos de celebración, pero mezclados con la amargura de presenciar por última vez un acto que parece tener mucho más que dar. El Teatro La Cúpula tiene el privilegio de ser el último escenario capitalino que pisará Niño Cohete en su breve pero aplaudida historia. El mismo que los recibió para Lollapalooza en el 2014, en pleno proceso de promoción de su primer disco “Aves de Chile” editado un año antes.
Ocho y cuarto de la noche y el recinto está repleto. Todos expectantes que la música de fondo se detenga y comience el show. Niño Cohete se separa y pareciera que acá están todos lo que no quieren perder la última oportunidad de verlos en vivo, algunos por primera vez. Con dos discos bien recibidos y canciones que se hacen espacio en las radios, pareciera que el camino de la banda de concepción sería uno mucho más largo y a 2 años de su último material de estudio, era de esperarse que el 2017 la banda hiciera noticia. Eso pasó cuando a principios de este año, la banda publicó en redes sociales que: “Pablo, nuestro vocalista, ha decidido tomar otro camino, por eso Niño Cohete no seguirá tocando. Nos apena mucho dejar este proyecto atrás, sin embargo estamos contentos por lo que han sido estos años para nosotros: hemos tenido experiencias inolvidables, hemos conocido personas increíbles y lugares fantásticos”.
La banda entra a escena y de inmediato se nota quienes están acá de visita y quienes son los que viven este momento a concho. Rengo, que cierra su Aves de Chile, ese disco que se grabó a las orillas del Lago Lanalhue, abre el show y la despedida empieza a tomar forma. Le siguen Los Alemanes y la exquisita Osos y Cazadores para construir los últimos primeros minutos.
Lo cierto es que el show de La Cúpula no es el último, pero sí lo es respecto a su masividad, ya que planean volver a sus orígenes en Concepción para ahora sí bajar el telón y seguir cada uno su propio camino.
Es un concierto hecho para fans, pero no flaquean en entregar un show de calidad, con luminaria pensada para cada canción que lo hace atractivo para todo el público. Y no es que las canciones no sean capaces de captar la atención por sí solas. Punto a favor de Niño Cohete, que es capaz de moldear su pop a discos completos con la misma calidad que en sus singles.
“Estas canciones hacen que uno se sienta en el sur”, relata una asistente que comparte el sentir general frente a la experiencia de los de Concepción. El pop mezclado con el folk, los títulos vinculados a la vida apartada de la ciudad, y la sensación de que cada una de estas canciones grabadas en medio de paisajes naturales increíbles se hayan impregnado de eso y lograr comunicarlo es la esencia del fenómeno de Niño Cohete.
Las intervenciones de Matías Pereira (guitarra) son frecuentes entre canción y canción. No se cansa de agradecer y de expresar lo bonito de la experiencia que ahora dirigen, además de dar cuenta de algunos momentos claves que han vivido como banda. Dice que el show está pasando muy rápido comparándolo con los ensayos, pero lo cierto es que será maratónico con casi dos horas y media y 25 canciones.
En Pájaros Rojos, el público se vuelve protagonista por su respuesta fervorosa a los coros y la aparición de un ave del mismo color hecha de cartulina, que sostiene alguien del público en la parte final de la cancha. Muchas referencias por parte de la banda a ese detalle ocurrirán, pero que no alcanzará a llegar a sus manos a pesar de los canticos insistentes del público extasiado al final del show.
Niño Cohete hace un show impecable, el sonido jamás falla y se nota que aún llega la mejor parte. Cuando llega Vultur, el ruido de la banda se opaca por los gritos de los asistentes en el coro. Raro considerando que la canción nunca fue un single y que hay que excavar la superficie de La Era del Sur para llegar a ella.
El Bosque, la canción con la que muchos empezaron a conocer a Niño Cohete a través de radios alternativas y especializadas en música nacional, se canta, se salta, se vive por todo el público. Así la banda hace si primera pausa y se retira del escenario dejando un teatro expectante y la vez satisfecho con lo que va del show. Saben que faltan canciones importantes y no pierden confianza de que rememorarán sus inicios con algo de su primer EP, que muchos ya han pedido gritando durante las pausas de la primera parte.
El público se muestra tímido frente al encore, y no responde como se esperaría de un show de despedida para llamar de vuelta a la banda. Sin embargo, cuando retornan lo hacen rodeados de aplausos y gritos.
Después de un jam impetuoso que estaría mejor colocada como apertura de show que de encore, la banda mete mano a dos canciones de Aves de Chile. Fábula y La Muerte dejan a la banda como ganadores y maestros en generar en terminar el show en un clímax lleno de emoción y fiesta.
La banda se retira nuevamente, pero aún parece quedarles una sorpresa.
A lo largo del show el público ha pedido apartadamente Máquina del tiempo, parte de su primer EP que vio la luz en 2012 y la banda lo notó. “Todas sus peticiones serán escuchadas… si lo hacen con la suficiente fuerza”, decía el guitarrista, constante interlocutor entre la banda y el público. La complicidad hizo efecto y qué mejor forma de dar el fin con una canción frágil pero poderosa emocionalmente. Las parejas se balanceaban, algunas lágrimas caían, y una parte no menor cantaba lo más fuerte que pudo sabiendo que ahora sí era el final. Niño Cohete desempolvó un arma infalible para sus fans, que agradecidos y satisfechos aplaudían a la banda mientras hacía las reverencias correspondientes y se bajaba del escenario de La Cúpula por última vez. Un show que no tuvo espacio para la duda porque todos querían estar acá y ser testigos por última vez del esplendor sureño de Niño Cohete.
Pero Niño Cohete se despide en casa, y lo hará cuando llegue a Concepción en los próximos días para decir adiós por última vez frente al público que lo vio nacer.