A una semana del debut queda la sensación que se ha escrito demasiado de NMC: Pop de Guitarras en Chile, el compilado de Cristián Heyne y Andrés Panes con 14 propuestas locales nuevas, y que se ha debatido suficiente sobre quién los vio primero, o décimo, en el CFT de Pedro de Oña. Al fondo de ese túnel vibran pedaleras y bosquejos de la periferia santiaguina, y voces femeninas protagonistas y críticas y furiosamente presentes, hermanadas más con Colombina que con Violeta Parra. Canciones rasposas y cacofónicamente sucias y tensas, a veces destempladas, apáticas al optimismo de la discoteca. El ejercicio sirve para imaginar el panorama de una escena al margen y consciente de no inspirar lástima; intimista y no por eso claustrofóbica.
Las pistas parecen confeccionadas desde un taller colectivo, colaborativo, en un álbum que se escucha como el CD recién grabado de un amigo. La instantánea incita la imaginación y los momentos cuando cada una fue compuesta, en el rasgueo de una guitarra desenchufada o los audífonos de un notebook. Aquí Sonic Youth y Ricky Espinoza con John Cale y Los Ex respiran una misma atmósfera. Desde la marcha frenética de Las Olas en Todo el Tiempo Está Ahí, hasta el platillo sutil de Perfectos Extraños en Fugaces, las letras transcurren en terrenos psíquicos que proponen cierta disidencia del rededor. En Posmodernismo, de Paracaidistas, conviven referencias a Jackson Pollock, a Nicanor Parra, a Zambra y a Thom Yorke, en una danza rápida y noise que saluda a Pánico sin perder distinción. También caben las radiales Reptil No Gentil de Playa Gótica y la acogedora Gémini de Velódromo, o Amor Naif de Chini and The Technicians. El contexto, la textura, casi a modo de muestra, lo montan las masas sonoras de Francisca No Contestó de Mi Andrómeda, y Fall Into Your Bed de Trementina, con voces metálicas que se articulan desde el eco y la épica Lo Fi. La prosa de Mono Azul se modula legible y abierta, como El Cómodo Silencio De Los Que Hablan Poco en la lastimada Tiempos Bajo El Sol. No pocos temas huelen a sangre tibia: parecen extraídos desde lo hondo de sus compositores, forzosamente, con evidente trabajo.
Si NMC fuera visto como un listado largo de bandas para seguirles la pista, la navegación podría ser satisfactoria, entre videos hechizos de YouTube y cuentas de Bandcamp que colorean olvidadas comunas de Santiago, desde una mirada millenial y post noventera.
Cuando el disco da la vuelta, queda la sensación que a este puñado de bandas la pretensión del mercado les causa una aversión profunda, y que desobedecen convencidos la nomenclatura del cazatalentos y el ABC de la industria culturosa. El espíritu del galpón pareciera envolverlos, como el aroma de la pintura recién agitada de un spray.