A fines de enero se anunció el show en solitario, no pasó una semana y la venta de entradas ya era un éxito. Nuevas localidades se habilitaron para abastecer a la mayor cantidad de fanáticos posibles o, para el pensamiento de algunos, para llenarse más los bolsillos, pero sin importar el por qué, las entradas se agotaron el mismo día – y la verdad es que las nuevas localidades fueron un éxito -. Recinto más que lleno y ya nada importaba: al frente, atrás, al costado, lejos o cerca era lo de menos, las vibraciones se sentían en el Movistar Arena como si de un corazón excitado se tratase.
Los minutos entre las nueve y las diez de la noche se detuvieron más cerca de las diez, en ese momento insigne en donde la música ambiente se detiene, las luces se apagan y el público comienza a sentir y a expresar que el grupo empiezan a subir al escenario. Primer escenario luego de un largo tiempo sin presentaciones ¿coincidencia? Quién sabe.
“Release” la canción que cierra el primer disco de los estandartes del grunge, fue la ideal para comenzar la jornada de una manera emocionante y sobrecogedora, con una multitud que se transformó en una gran voz para imponerse frente a la amplificación y corear de la mejor manera posible la liberación que se estaba generando. “Of the Girl”, canción del Binaural, plantó la semilla de una noche que no sería para los “fanáticos” de solo las primeras cinco canciones populares de Spotify, sino que sería una velada llena de sorpresas y canciones no apreciadas por la masa. Una jornada para el fan más acérrimo, el que vibra y emociona con todas las canciones. “Low Light” tranquilizó a la masa y “Animal” los volvió a encender, “Mind your Manners” y “Hail, Hail” siguieron la línea del sonido agresivo y excitante a la vez… muévete o te moverán.
Luego del silencio, el espacio se entregó a la voz de Eddie Vedder para señalarle al público que se cuide, luego para hablar español (o intentar hacerlo) como ya se está haciendo costumbre. Repasó las fechas de cuando Pearl Jam estuvo en Chile: 2005, 2011, 2013, 2015 y 2018, “significa que nos gusta Chile y estamos muy, muy felices de volver a verlos”.
“Corduroy”, “Dissident” – una de las tantas canciones estrenadas en Chile aquella noche; Vedder se dio el tiempo de repasar la lista de canciones de todos sus shows en el país para tocar las canciones que no se han escuchado en vivo – y “Event Flow”, comenzaron sellar la primera hora de música. Las vueltas al pasado y los viajes a las canciones menos antiguas se hacían notar, para cualquier otra banda estas giras serían de nostalgia, es decir, de repasar las canciones que los llevaron al estrellato, pero para lo que alguna vez fueron Mother Love Bone, la cosa no es así. El mismo día del show en el Movistar Arena, se estreno en las redes sociales una nueva canción: “Can’t Deny Me” – canción dedicada a los estudiantes que fueron asesinados y a los que sobrevivieron al atentado en una escuela de Florida, Estados Unidos – ¡cuánta potencia! En esta nueva canción, luego de la fuerza que nos entregaron en los noventa con Ten, bien se podía pensar que no se tendrían otras canciones tan potentes como aquellas, esas llenas de una adolescencia rebelde, de gritos penetrantes, pero aquí estaban, estrenando a modo de protesta una de sus canciones más electrizantes en vivo, una batería ahora sí que aprovechada y unas guitarras monótonas pero útiles para reforzar los gritos característicos del frontman. Una canción de grunge sin más nos remarca que el éste no está muerto.
Se acercaban las 20 canciones cuando “Porch” finalizó la primera parte, diez minutos quizás pasaron para que volvieran al escenario, ese escenario ambientado de una manera simple pero elegante a la vez, minimalista dirán algunos. Bolas de metal jugaban sobre las cabezas de Matt Cameron, Jeff Ament, Stone Gossard, Mike McCready y Eddie Vedder, juegos de luces escasos pero eficientes, lo necesario para que todos los que estaban en ese recinto totalmente lleno pudieran ver a la banda.
Uno de los momentos emocionantes de la jornada, en primera instancia fue ver a Matt Cameron con una polera de la silueta de Chris Cornell, recordemos que la batería de Pearl Jam también fue la batería de Soundgarden y Temple of the Dog, por lo que gran parte de lo que conocemos del grunge está influenciado por este personaje. El momento culminé de emoción para la voz de Soungarden, Audioslave y Temple of the Dog fue cuando tímidamente Vedder le dedica “Come Back” a su gran e íntimo amigo, un momento de enternecimiento y conmoción. Luego de eso, “Crazy Mary” selló la voz de Eddie Vedder, esa voz insigne que te puede poner la piel de gallina, bajo una batería armoniosa en la tranquilidad de la voz y una guitarra acústica que acompañaba al público como si de una presentación “unplugged” se tratase. Se rompió esa tranquilidad con “Do the Evolution”, se retomó con “Better Man” y se elevaron los sentimientos individuales con “Black”. Todos fueron uno para elevar la voz pero, cada uno sentía el rasgueo a su forma y cada uno escuchaba la voz dolorosa de Eddie Vedder. Quizá “Black” es una de esas canciones que te vuela la cabeza en vivo, entre lastima, esperanza – de que aun se puede volver – y desgarro no queda más que sentir.
“Alive” comenzaba a sellar las tres horas de show, otro icono de Ten, del grunge, de los noventa y de una generación. Los regalos fueron varios para la banda y de Pearl Jam para el público: el fanatismo que tienen los formados en Seattle hacia Pink Floyd se transformó en una amistad entre Roger Waters y el quinteto, tan así que los más afortunados los han podido ver en el mismo escenario. En función de lo anterior, “Comfortably Numb” se coreó en el Movistar Arena. Un gran regalo de parte del público se lo llevo Jeff Ament, hace tres días había estado esta cumpleaños, lo pasó en las Torres del Paine, pero en esta jornada Eddie Vedder dio el espacio para que las 17 mil personas que llenaban el Movistar le cantasen el cumpleaños feliz, así como en la infancia, con torta y vasos plásticos, pero esta vez sin bebidas de fantasía, sino que con vino.
“Last Kiss” demostró la conexión entre Eddie Vedder y Chile, rodeando el escenario y girando sobre el mismo para que la gente lo pudiera ver. “Baba O’Riley”, cover a The Who, no dejó indiferencia alguna, la noche estaba terminando el día martes 13 de marzo ya no existía, era pasada la media noche, la hora se acercaba al segundo cuarto de hora mientras “Indifference” comenzó lentamente a finalizar un show extenso de tres horas.
La verdad es que el show de Pearl Jam es enriquecedor, fue un encuentro significativo, puede que sea verdad que hay una conexión con Chile, pero Pearl Jam lo deja todo donde sea que vaya y eso es algo a agradecer. La empatía que se genera puede llegar a ser única, la humildad con que se paran frente al público es para imitar y lo generoso de las canciones es para disfrutar. Estos son los grandes iconos que “quedan” del grunge, ya bordearon las cinco décadas de edad, pero aún les queda bagaje por el mundo, esta fue su quinta venida a Chile, les queda otro show, pero sin duda, puede que no sea igual, lo del Movistar Arena fue un concierto íntimo, un regalo que pocas bandas nos dan, es como si fueran criollos tocándole a su público, como si de una reunión con el club de fans se tratase: cuánto aguante había sobre el escenario, cuánta fuerza y potencia emanaron. Algún crítico nacional una vez culpó a Pearl Jam de matar el Rock, por no comportarse como Rockstar en la vida ni sobre el escenario, supongamos que eso fuese así – cosa que no lo es – pero supongamos… si el Rock lo mató Pearl Jam fue para dejar vivo el Grunge.