Tienen al trash metal como cimiento en su sonido, pero se desvían y bordean una especie de mescolanza iberoamericana, pero dentro de las cuerdas. Poseen un éxito desbordante en Europa y Norteamérica que el público que asistió al show en el Teatro Cariola sabía a lo que iban y a qué tipo de fiesta asistirían posteriormente.
Hablar de su fama en el extranjero ya es algo desfasado, debido al potente éxito que tienen a nivel global. Tocaron en la Casa Blanca, han triunfado en los festivales de mayor renombre en el Viejo Continente, su música suena en las series de moda y han pisado parte de los talks shows más importantes de Estados Unidos. Una historia sin final.
10 minutos antes del show y el Teatro Cariola lucia a media capacidad y gran parte del público era extranjero. De partida, afuera poseen una popularidad apoteósica y acá debutaban luego de 15 años de su primera placa llamada Foc. Apenas salen al escenario comienzan su movido espectáculo de dos guitarras.
La fiesta comienza a armarse, pero en el sector cancha colocaron sillas. Suena Diablo rojo y su carismático líder, Rodrigo Sánchez, conversa con la gente y llegan a un acuerdo tácito: los espectadores que estaban en sector cancha sacaban las sillas, para dar paso al baile y al ritmo de las guitarras que, para ser francos, las sillas solo adornaban el Teatro Cariola.
Son virtuosos, pero caen dentro del genero que alguna vez inauguró el pianista argentino Raúl di Blasio en la interpretación dura de covers, pero ahora desde las guitarras españolas. Trash metal y rock sin distorsión, tienen a Metallica, Pantera, Led Zepellin, Testament y Overkill, como parte del repertorio en la ejecución de covers. Excepcionales versiones tocaron de Battery y Orion de Metallica.
Un paseo por su discografía, donde Rodrigo Sánchez homenajea a Gustavo Cerati, Radiohead y Red Hot Chilli Peppers, en el cual el público corea y los extranjeros se vuelven locos. Suben gente al escenario y todos en éxtasis: gente de 20 a 60 años acompañaban al dúo de forma energética y movían sus cabezas al ritmo del rock acústico con aires flamencos.
Hora y media donde el Teatro Cariola fue incendiado ante el ecuánime puesta en escena de un dúo que rompe cifras y escala aún más allá de sólo interpretar las guitarras. Hay un valor agregado: la continua conexión con la gente, que los extranjeros alababan y los chilenos miraban con gracia ante la algarabía del lugar.
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