Cuando hablamos de Wiz Khalifa, nos referimos simplemente a un monstruo de la industria musical. Con 13 álbumes en su currículum y algunas de las colaboraciones más populares dentro del rap contemporáneo, el también músico, actor y productor ha sabido mantener su status conforme pasan los años y las tendencias.
Y es que desde el 2005, el hombre detrás de éxitos arrasadores como “Black And Yelow”, “So High” o “Work Hard, Play Hard”, resulta estar completamente conciente del target de audiencias que mantiene sus números en verde.
No es ningún secreto que el MC estadounidense se puede dar la licencia de mantener una línea musical que roza lo genérico, la comodidad y hasta lo obvio. Una idea que quedó en evidencia tras el lanzamiento de su décimo tercer álbum “Rolling Pappers ll” (2018), con el que nuevamente su talento le permitió mantener en reposo a su creatividad.
La secuela espiritual del álbum que hizo explotar su fama (Rolling Pappers; 2011) no pareciera llegar a ningún puerto. Con una extensión excesiva e injustificable de 25 canciones, el rapero de fe islámica se estanca en con cortes trap que suenan impecables, poderosos y perfectos. Tan perfectos como para ponerlos de fondo en una multitienda o en el soundtrack del videojuego de fútbol de la temporada.
Ahora, los moralismos y romanticismos pueden quedar bien a parte. Khalifa a estas alturas no necesita demostrar nada y en “Rolling Pappers II” el cantante pareciera quedar bastante satisfecho consigo mismo. Es más, el álbum en cuestión pareciera ser una chance para presentar a sus jóvenes prodigios. Artistas “under” como el joven dúo de R&B “Themxxnlight” quienes aparecen en tres cortes de la placa como verdaderos dueños de casa, lo que podría traducirse como un sello de aprobación por parte de Wiz.
Por supuesto que puede resultar frustrante. Sería interesante que el tipo que nos dió “We Dem Boyz” (Blacc Hollywood, 2014) se motive a desafiar un poco más su propia estampa musical, como lo hizo hace un par de años con el álbum “Khalifa” (2016) o reinventando los colores sonoros de sus impecables inicios en ese rap de espíritu comercial y parafernálico que en un solo concepto se resume como: divertido.
Sin embargo, de poco o nada sirve darle ese tipo de vueltas, no estamos hablando de Kendrick Lamar, lo suyo es reventar los charts internacionales de vez en vez con un par de hits para complementar lo que de verdad consolida su talla de artista mundial: su show en vivo.
Prueba concreta fue su estrafalaria presentación en el cierre del Lollapalooza 2018, donde volado hasta los dientes dió cátedra de cómo montar un verdadero espectáculo y una desenfrenada fiesta con sabor a cannabis, libertad y juventud.
Como tal, el flamante rapero será el encargado de cerrar la segunda edición del Colors Nights Lights, junto a Sticky Fingers, Gondwanna y el californiano Donavon Frankenreiter para hacer una necesaria cumbre del reggae y los buenos humos.
Esto ocurrirá el próximo jueves 24 de enero en el velódromo del Estadio Nacional con entradas que van de los 32 mil a los 98 mil pesos más cargo por servicio, a través del sistema Puntoticket.