Hablar de Sepultura es hablar de la metamorfosis constante. Desde Belo Horizonte hasta los escenarios más grandes del metal mundial, la banda brasileña ha sido un ente mutante, adaptándose y redefiniéndose sin perder su esencia. Y si su música ha recorrido caminos insospechados, sus portadas han sido una extensión visual de esa evolución. Cada una de ellas cuenta una historia, reflejando no solo el sonido del disco que contiene, sino también el contexto y la mentalidad de la banda en cada momento, las cuales repasamos ad portas de su presnetación en Lollapalooza Chile 2025.
Los primeros años de Sepultura están marcados por la brutalidad cruda y directa. Morbid Visions (1986) es un grito primitivo, con su arte de tintes satánicos que evocaba la influencia del black metal primigenio. Una ilustración casi amateur de un demonio crucificado, con una paleta de colores que parece extraída de un fanzine underground. Lo importante aquí no era la sofisticación, sino la actitud.
Con Schizophrenia (1987), la banda comenzó a mostrar una madurez en su propuesta artística. La portada, una imagen distorsionada de una cara en un remolino de caos, marcaba la transición del death metal rudimentario hacia un sonido más técnico y estructurado. Beneath the Remains (1989), con su icónica calavera sobre un fondo rojo, consolidó esa nueva dirección. Creada por Michael Whelan, esta portada encapsula el sentimiento de fatalidad y violencia con una belleza macabra que se convertiría en un sello de la banda.
Luego vino Arise (1991), otro trabajo de Whelan, donde el apocalipsis y la desolación toman el protagonismo. En esta pieza, la imaginería biomecánica se fusiona con el metal extremo, adelantando la inmersión de Sepultura en territorios más experimentales. Y cuando el mundo aún intentaba asimilarlo, llegó Chaos A.D. (1993), con una portada minimalista pero impactante: un ser humano suspendido, atrapado entre el control y la rebelión. Aquí, el enfoque dejó atrás el misticismo y se tornó político, reflejando la rabia contenida en canciones que cuestionaban el orden mundial.
Pero fue Roots (1996) el álbum que definió a Sepultura como una fuerza inigualable en la música. Su portada, un rostro tallado en madera con simbología tribal, representaba la conexión con las raíces indígenas de Brasil y la experimentación con sonidos folclóricos. Este álbum no solo revolucionó el metal, sino que también redefinió la identidad visual de la banda, marcando el punto de quiebre con la salida de Max Cavalera.
La era post-Cavalera trajo consigo una transformación tanto en sonido como en estética. Against (1998) y Nation (2001) apostaron por una imagen más austera, casi propagandística, con mensajes de lucha y resistencia. Dante XXI (2006) llevó el concepto aún más lejos, inspirándose en “La Divina Comedia” de Dante Alighieri, mientras que A-Lex (2009) encontró en “La Naranja Mecánica” un universo distópico para explorar.
En años recientes, Sepultura ha mantenido una estética visual que combina el caos con la sofisticación. Machine Messiah (2017) y Quadra (2020) presentan portadas detalladas y conceptuales, con un diseño que evoca tanto el misticismo como la tecnología. La banda sigue evolucionando, y su arte gráfico lo refleja, manteniéndose fiel a la idea de que cada disco es un universo en sí mismo.
Más que una simple banda, Sepultura es una entidad en constante cambio. Y sus portadas son testigos silenciosos de esa evolución: desde la furia juvenil hasta la introspección madura, siempre desafiando los límites, siempre abriendo nuevos caminos.
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