Era marzo de 2013 en Chile. Entre sofocantes temperaturas que superaban con creces los treinta grados, el clima político comenzaba a configurarse: el periodo como presidente de Sebastián Piñera lentamente abrazaba su final; al frente, una elección entre Evelyn Matthei y Michelle Bachellet que terminaría con la representante de la Nueva Mayoría como presidenta electa. En lo internacional, las banderas de cambio se agitaban con efervescencia; luego de una dura batalla contra el cáncer, Hugo Chávez, presidente de Venezuela, fallecía en territorio cubano abriendo en su país una crisis humanitaria por mal manejo de la administración que se mantiene hasta hoy. Unos miles de kilómetros más allá, en el Vaticano, Benedicto XVI renuncia a su cargo para darle paso al primer sumo pontífice sudamericano en la historia, Francisco. Amenazas de misiles entre Corea del Norte y Estados Unidos, conflictos armados en medio oriente, un capitalismo en progresivo declive, un mundo que en definitiva se resignaba frente a su destino.
Enfrentamos la anormalidad
Bajo dichos años The Strokes lanzaba su más reciente álbum, Comedown Machine. La espera no era a través de Spotify o una plataforma con una manzana como logo, no; era en Torrent, filtraciones, y en el mejor de los casos, una copia física. ¿El resultado? Para nada grato. Se tildó que el registro era una muestra perfecta que las cosas en el conjunto neoyorkino no funcionaban directamente. Que era una mera excusa para seguir aumentando las arcas de su sello discográfico y que directamente cumplieron con su contrato. Otros fueron más allá al decir que se trataba de un álbum solista de Julian Casablancas con un pequeño aporte de sus compañeros de banda. Lo cierto es que el registro – a la fecha – es uno de los más subvalorados de la banda; introdujo nuevas concepciones musicales, un lenguaje de mayor variedad de estilos y enfoques, y cumplir con una exigente pero simple senda que se le exige a bandas como esta: mantener su sonido original pero dotarle de un aire vanguardista sin necesidad de caer en el ridículo. Y los Strokes lo hicieron. Luego vendrían giras mundiales, su debut en Chile, la reparación de lazos rotos, la madurez musical en definitiva. Es abril de 2020, el mundo ha cambiado a gritos y entre depresión y ansiedad enfrentamos la anormalidad.
Cultivando su creación con toques de evolución
El nuevo registro de los autores de ‘Someday’ deja en sus primeras escuchas un sabor a que efectivamente siguieron el camino que pavimentaron en Comedown Machine. Con sonidos melosos, y ese pop rock que tanto intentaron alcanzar sus coterráneos de Interpol y Yeah Yeah Yeahs sin mayor éxito. Algo que hace este LP tan exitoso y transversal – posible de escuchar en la soledad de tu hogar, camino a clases o trabajo y en una fiesta alternativa bajo la influencia de sustancias psicotrópicas – es precisamente su fácil digerir. Nueve canciones que pasan rápido precisamente por su sencillez y disfrute de capas sonoras. En cada composición encontramos elementos distintivos, sonidos minimalistas que roban nuestra atención y nos invitan a sumergirnos en la voz de ‘Jules’, que luce como el perfecto narrador para esta obra.
Quizás en lo recientemente señalado se encuentran algunas críticas que se dejaron escuchar de la prensa especializada: su sencillez. Algo del todo injusto pero comprensible. A bandas como The Strokes no se le puede pedir explorar nuevos universos sonoros, mostrar una evolución distinta en cada registro, ni generar una pieza de lenguaje sofisticado y de perfecta métrica. Y es porque The Strokes crearon precisamente su propio sonido Strokes, inigualable, y reconocible en todas las generaciones de los años dos mil a la actualidad; algo así – correspondientemente claro está – como AC/DC, Kiss, Mac Demarco, Los Prisioneros, Portishead, The Clash, entre otros. No se le puede pedir a ninguna de estas bandas salir de su zona de confort ya que precisamente crearon un nuevo sonido, una orientación y propia concepción del género que automáticamente los posiciona como referentes. Lógicamente, vemos cambio y cambio entre cada disco, pero perder la esencia propia de su léxico sonoro sería caer en un error tan garrafal como Metallica en los días sucesivos a ‘Master of Puppets’. Injusto por pedir a Strokes que salgan del sonido que ellos mismos inventaron y siguen desarrollando, comprensible por la gran variedad de oferta musical que tiene hoy en día a St. Vincent probablemente como su máxima referente, y sin mencionar la muerte absoluta del rock en su estado más puro hace ya varios años.
Si hablamos de comparaciones odiosas que estos días se han vuelto recurrentes, acá está la clave para responder que objetivamente Arctic Monkeys es mejor en todo término que The Strokes, así como que la música de Los Prisioneros es un buen plato de comida caliente ante el extenso menú culinario de autor de Los Tres, o idéntico razonamiento para inclinar la balanza por toneladas a favor de The Beatles con respecto a The Rolling Stones y sucesivamente.
A pesar que trabajos como los de Strokes suelen destacar – lamentablemente – por sencillos más que una obra completa no fragmentada, el caso de ‘The New Abnormal’ no es así. Crea casi una necesidad de reproducirlo una y otra vez. Adictivo, como el buen pop. Destaca el desarrollo de sonidos de notoria influencia ochentera, minimalistas pero de sofisticado linaje. Agrada también la ausencia de guitarras afiladas como absolutas protagonistas, cada día más en desuso. Un claro acierto de The Strokes de seguir cultivando su creación con toques de evolución, algo que en el papel se lee fácil pero en lo musical es un desafío de difícil sobrellevar.
Hay a la par, un entendimiento casi oculto que la fuerza creativa de Albert Hammond Jr. finalmente se impuso y colaboró en justa dosis con las ideas del resto de integrantes; ideas y percepciones bastante desarrolladas, sobretodo considerando los registros en solitario tanto de Nikolai Fraiture así como Julian Casablancas bajo el alero de ‘The Voidz’. Es más: se siente que este ‘The New Abnormal’ es precisamente la fusión de los ideales de los citados integrantes en base a sus más recientes producciones sin el sello ‘Strokes’.
‘The New Abnormal’ es un alto registro, muchos pueden apuntar en él como el que le sigue en calidad tras ‘Angels’, pero lo cierto es que demuestra la madurez de una banda que en muchas oportunidades caminó por un hilo en su propia estabilidad; aplaudible. Es la evolución del sonido Strokes, una evolución impulsada en años de ‘Comedown Machine’ pero poco descifrada, hasta hoy. No requiere más escuchas que una para una correcta apreciación pero lo cierto es que automáticamente se traducirá en más. Este disco debe digerirse muy atentos a la propia historia de la banda, el contexto actual, y el desarrollo musical de cada uno de sus integrantes. En definitiva, es un paseo en código pop rock por un garaje de New York en los años 2020, no en los 2000, lo cual habla como se ha repetido tanto, de su propia evolución. No es en absoluto el registro del año, pero sí abarca un capítulo fundamental en la historia de ellos mismos.
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