Thirty Seconds to Mars nunca ha sido un grupo que se destaque por lograr conectar del todo con la prensa y la crítica. Aún cuando su popularidad entre las masas fue indiscutible a mediados y finales de la década pasada, siempre han tenido dificultades por establecer un estilo propio, y no algo que se percibiera como un tutti-frutti de mejores artistas. Desde sus primeros trabajos que su calidad se ha visto cuestionada dada la presencia de mucha forma, y poco contenido. Baladas melodramáticas y teatrales, que escondían una aparente carencia de emotividad en su narrativa. Y con su álbum previo “Love, Lust, Faith and Dreams” parecieron no solo tocar un estancamiento creativo, sino que además una baja significativa en su éxito radial.
Así es como se introduce su nueva publicación “AMERICA”. La cual en primera instancia destaca por su aparente falta de una portada establecida. Según el líder Jared Leto, su idea es que cualquier persona pueda diseñar el arte del álbum con seis palabras que para ellos represente a América. Y con toda la creatividad que esta propuesta pueda tener, lo que realmente refleja sobre el trabajo del disco es una clara falta de imaginatividad al momento de constituir temáticas contundentes.
Desde el primer instante, “Walk on Water” se introduce entre una producción alborotada y caótica. El corte se compone de ritmos pop, seguidos de coros estridentes, confeccionados para ser himnos de estadio, pero sin una pizca de la energía necesaria para serlo. Las voces sobre-procesadas y el exceso de potentes coros de fondo parece gritar la necesidad de crear un hit. Mas la falta de verdadera creatividad, evita que cualquier intento sea exitoso.
El álbum está rodeado de temas que hacen todo lo posible por forzar emoción y vigor. “Dangerous Night” crece lentamente en sus versos hasta explotar entre instrumentalización electrónica y la digitalizada voz del líder. Estructura que además es repetida en “Rescue Me”. Poco en los cortes es real, y la presencia de letras clichés y cursis le hace flaco favor al dramatismo de los temas. La constante apología al amor y la melancolía a través de las metáforas más obvias, agrega además un factor de bochorno ante lo manipulativo de la musicalidad. Hay instantes en que las canciones intentan ser legítimamente “sexys”, encontrándose solo en mediocres intentos de sonidos melodramáticos.
Aún cuando el álbum de por sí presenta una falta profunda de ingenio, su nula conexión con los trabajos previos de la banda intensifican la sensación de que este disco solo existe como una forma sencilla de conectar con las masas. El constante uso de elementos del EDM e incluso trap en “One Track Mind”, no hacen más que acentuar la necesidad del grupo de llegar al mínimo común denominador del auditor promedio. Incluso el disco entrevé la presencia de artistas externos, cosa que la banda nunca había hecho antes. Y en lugar de mezclarse con el tono clásico de la música de la agrupación, se adueñan las canciones. Casi como si ya no les perteneciera.
“AMERICA” se propone como un trabajo bastante rupturista, temática que no le es ajena a los hermanos Leto. En “A Beautiful Lie” ya habían experimentado con las críticas sociales a través de problemas medioambientales. No obstante, al repasar la narrativa de esta última producción, los protestantes versos sobre los problemas de la sociedad occidental, o se ven pasados a segundo plano dados los odiosos arreglos instrumentales, o son manifestados a través de metáforas obvias y versos blandos. Y en una época en que todos desean hacer su manifestación sobre las políticas mediocres de los Estados Unidos, es realmente poco lo que el trío de músico pone sobre la mesa.
Mientras el álbum progresa, se vuelve más y más complejo encontrar cortes que destaquen y no se pierdan entre ritmos monótonos. “Hail to the Victor” recicla pulsos EDM y crece entre baterías pseudo-bailables y sintetizadores plásticos. “Dawn Will Rise” rememora los himnos teatrales que son característicos de la agrupación, y los mezcla con el tedioso ambiente instrumental que envuelve al disco. “Remedy” es quizás la canción más honesta de todo el larga duración. En donde Shannon Leto se adueña del tema escondiéndose entre guitarras acústicas y un coro que es legítimamente adictivo.
El quinto trabajo del trío estadounidense es el reflejo de un grupo perdiendo completamente la dirección de su sonido. Un álbum con nula identidad y que busca forzosamente ser una serie de éxitos radiales que sean cantados por masas de gente. Y no solo no logra constituir un solo corte memorable, sino que hasta repele cualquier honesto intento por dar un mensaje social o crítica política. Jared Leto ha tocado el fondo del estancamiento y pasó de hacer forma sobre contenido, a ninguna de las anteriores.