Ya va más de un año en que el paradigma de la normalidad se mandó a cambiar para traernos este surrealista contexto que quisiéramos creer que es parte de una conspiración, como para darle un poco de sentido a todo lo que nos está pasando. Y justo cuando parecía que habían atisbos de recuperar la cordura, nos volvemos a encerrar.
El panorama es hostil, pero afortunadamente somos criaturas que se adaptan a su entorno, y dicha tarea resulta mucho más acogedora cuando recordamos que la capacidad de abstraer lo que entendemos por realidad, puede transformarse en símbolos y señales que hoy en día se configuran al servicio del arte.
Sin embargo, hay quienes se aventuran a llevar esa capacidad creativa lo más lejos posible, y resulta admirable que eso ocurra mientras el mundo se cae a pedazos. Esa es la aventurada apuesta en la que se inmiscuye el joven músico, Dj y productor local, Vicente Nahuel (23), quien tras diversos proyectos musicales y en medio de toda esta locura, nos presenta Jet Lag (2021).
Son 17 tracks que componen la primera producción de este personaje llamado Vicentravinsky, como busca posicionarse dentro de la escena nacional, y ¿por qué no? latinoamericana. Y es que desde la primera escucha, no es difícil percibir la vocación bailable y masiva de su sonoridad.
El viaje parte con No quisiera, que nos recibe con temple y calma en un beat que se funde entre ambientaciones sintetizadas y notas de piano que ponen la cuota emocional que teñirá por completo este recorrido. Es un trap solemne con aires de nostalgia, que sin cambios armónicos evoca sensaciones encontradas, como cuando te despides desde la sala de embarque, sin saber cuándo volverás.
Sin embargo, el capitalino nos recuerda que la vida puede ser un carnaval de contrastes, pues acto seguido nos avisa que llegó el momento de perrear. En Modo Avión, Vicente nos lleva de la mano a la pista con un aplicado dominio de timbres y sintetizadores. Mientras que en Las Cujas, la buena onda aterriza con un riff construído en base a un juego armónico de saxofones que se mimetizan como acordes, dando forma una pegajosa melodía que entendió muy bien las directrices de propuestas como Plastic Beach.
La música habla sin rencores, ni trancas en Carretera, donde el bajo es motor de un viaje dirigido por sintetizadores que interactúan con frescos arreglos de voz y un medley de teclas que aporta comfort antes de volver al estribillo, adelantando el enfoque conceptual de este álbum.
Sin cambiar el fondo, Vicente nos espera en la recepción de un hotel fancy, donde parece demasiado tarde para ser parte de la fiesta, pero no del after. El saxofón de De Safari nos acompaña provocativamente hasta la caída de su coro que nos invita a pasarlo bien, sin Mercedes ni Ferraris, pero con un excelente sentido del buen gusto.
Sigue 1102, y Nahuel canta lo que parece ser una carta a los sueños compartidos. Un sutil riff de guitarra nos avisa que esta es para bailar lentito, mientras teclas y efectos nos preguntan ¿Qué será lo que pasa en el 1102? Ni idea, pero queremos estar ahí a penas el encierro y la individualidad dejen de ser la norma.
Sin sutilezas en sus palabras, el Dj usa con precisión efectos vocales que se suman a la desnuda armonía de teclados de Dream, dialogando con una interpretación que en menos de dos minutos captura dolores y anhelos no correspondidos. En tanto, y como si se tratara de una respuesta inmediata, el octavo track, Fin De Semana, desarrolla su trama entre acordes descendentes, y una armónica que lamenta un pasado por superar.
Nuevamente, una groovera línea de bajo nos ataca por sorpresa en Little Big, que sabe jugar con la intensidad de su ritmo, llevándonos a toda velocidad junto a un saxofón que nos advierte que nos pongamos el cinturón de seguridad. En cosa de minutos, un elegante piano nos da la bienvenida a un flow sacado de bulevares de París. Aquí,el saxofón vuelve a acompañar con clase y estilo, mientras que un acotado pero muy buen puesto solo de teclas se luce en medio de la canción.
A mitad del viaje Vicentravinsky nos pasa a buscar en una nube de ambientes y sonoridades etéreas para introducirnos al dembow introspectivo que es Escala. Guitarras con reconfortantes toques de reverb, complementan esta apuesta que se funde entre recuerdos de baladas, y el romanticismo de antros perdidos en la gran ciudad.
Bangkok sugiere que ya es otro día, y la metrópolis comienza retomar su ajetreo vivaz. En medio de aquel amanecer sonoro, una guitarra nos insiste que debemos avanzar, por debajo de melodías y arreglos electrónicos hacia nuestro destino. La idea se vuelve más abstracta, mientras un abatido violín marcha al son del bombo que marca con pesadez cada paso que damos por la Gran Ciudad.
En Mai Lov, el santiaguino nos canta desde la ternura y el deseo, como extremos del mismo fenómeno humano. Lo que sigue es Déjalo Pasar donde Vicente nos demuestra su experiencia detrás de la tornamesa. Con referencias a Kevin Parker, el productor nos enseña la fórmula de tempos, timbres y ritmo necesaria para rendirnos al baile.
El Mar, logra sin mucha parafernalia sonora que algo tan simple como la libertad de caminar por las calles, se vuelva objeto de deseo. Mientras que en Otra Fiesta comienza la despedida con tintes de Dance, electrónica, samples, bajos disco y sintetizadores para ritualizar los movimientos del cuerpo.
El viaje se termina con Jet Lag, su track homónimo. De pronto vuelve el Dembow, escondido entre un relato de despedida y desamor que nos sincera este joven compositor, apoyando su canto artísticamente en el trastorno del sueño que sufren viajeros compulsivos, y que titula a esta producción.
Vaya presentación. Lo que Vicentravinsky propone es un respiro honesto ante tanto caos y agotamiento. Resulta imposible no decantar gotas de nostalgia por ese pasado tan reciente pero distante, que en una travesía de casi 20 canciones originales vuelve a nuestros cuerpos y memorias, en la forma de un reconfortante abrazo sonoro en que se traduce este primer paso discográfico del joven autor floridano.