Hablar de ‘fuertes lazos’ con nuestro país es una costumbre de la prensa musical más burda, esa que privilegia los ‘clicks’ en desmedro de la calidad. Exponentes de lo primeramente dicho, muchos: Iron Maiden, Metallica, Mac Demarco o Tame Impala si nos situamos en el terreno contemporáneo. Pero si hablamos de una conexión más allá de tomar instrumentos e interpretarlos ante una audiencia que desembolsó una cuantiosa suma de dinero, hay pocos, nulos. Adentrarse en las raíces musicales criollas es para muchos un trabajo extenuante, lamentablemente, incluso para representantes nacionales. Es por ello que se valora la inquietud creativa de algunos foráneos con nuestro país, y sin lugar a duda en este saco hay que meter a Jorge Drexler.
Prácticamente desde el arranque de su carrera a principios de los 90s, el uruguayo se ha interesado por nuestros sonidos; el cántico de Violeta, la protesta de Víctor y las rimas de Anita. Episodios de una larga historia que se escriben en cada una de sus visitas, y que abrirán un nuevo franco el próximo 12 de octubre en el Teatro Caupolicán.
El día jueves de dicho mes, el compositor aterrizará una vez más en el aforo de Calle San Diego, esta vez, será bajo el sello ‘Bailar en la Cueva’, último registro de su catálogo que desnuda al ser humano frente a sus sentimientos. “[…] es una celebración de la danza y la música como determinantes de nuestra identidad humana. Juntarnos alrededor de un fuego a llevar un ritmo en conjunto, es algo que probablemente hiciéramos, inclusive, desde antes de tener un lenguaje estructurado. Muchísimos años antes de conocer la agricultura ya construíamos flautas de hueso. Hoy en día seguimos juntándonos a hacer música y bailar en todos los círculos sociales de todas las culturas, sin excepción. Alguna ventaja evolutiva debe tener para que lo mantengamos por decenas, quizás cientos de miles de años”, afirma en entrevista con La República.
Sobre la decisión de grabar este trabajo de 2014 en Colombia cuenta que se basó en gran parte, a las raíces del país: “Mi abuelo materno vivió muchos años en Colombia y me traía cassettes de Vallenatos de Alejo Durán. Crecí siempre con ganas de ver eso de cerca. Fuimos a Colombia con el equipo de base, Carles ‘Campi’ Campón y Sebastián Merlín, buscando algo que no habíamos encontrado tan claramente en ningún otro país latinoamericano. Algo que tiene que ver con la coexistencia viva y palpitante entre la música de raíz (en el caso de Colombia, las músicas, porque es un continente musical en sí misma) y la contemporaneidad”.
“Trabajamos guiados por el gran Mario Galeano de ‘Frente Cumbiero’ que nos presentó una selección de músicos colombianos que se movían en la encrucijada entre la tradición y la electrónica. Nos sentimos como en casa en Bogotá, tanto en los aspectos artísticos como humanos. Nos encantó la escena musical actual ahí, pero en realidad el disco es más que una relación con Colombia, es una apertura al continente entero. En los últimos cuatro años recorrí América Latina entera varias veces y aprendí a reconocerme en ella. A asumir, con enorme alegría que yo, musicalmente, soy también eso”, agrega.
¿Cómo es este nuevo espectáculo en vivo? Combinando clásicos y nuevo material, además de incitar al baile en todo momento. La presencia de Anita Tijoux por lo demás y otros artistas criollos, sería un hecho. “La idea es que sean más expansivos que los anteriores. Para ver de pie, inclusive, durante buena parte del mismo. Llevo mi maravillosa sección de tres vientos y una base rítmica muy reforzada. Cuidaremos mucho, como en ‘Mundo Abisal’ el paisaje de luz y sonido. Como siempre, además de tocar canciones nuevas, intentaremos llevar las canciones anteriores al mundo sonoro más rítmico de ‘Bailar en la cueva’. Dos horas de comunión a través de la música, el texto y la danza. Nada que nuestra especie no haya estado haciendo desde la Prehistoria”, remata.
La información sobre venta de entradas se comunicará en los próximos días.