La pluma compleja y desafiante de Katie Crutchfield es capaz de crear vívidas postales y tempestuosas imágenes mentales. Con sus herramientas en mano, la cantautora estadounidense tras el proyecto Waxahatchee puede también enhebrar las líneas de guitarra más deliciosas y contar historias con resonante urgencia. Pero su triunfal corrida a lo largo de la década pasada tomo un giro drástico, y las cenizas de lo que quedó hoy se transforman en Saint Cloud, un brillante reencuentro consigo misma y un muy necesario punto de reseteo.
El quinto álbum de la joven compositora aterriza en un momento crucial de su vida, su creación siendo el resultado de un proceso de rehabilitación por alcoholismo. La decisión de Katie para alcanzar la sobriedad gatilla toda una búsqueda interna, llevando a la artista a cuestionar sus aprendizajes, relaciones y su enfoque en la vida misma. Todos estos avances y retrocesos son documentados con sensibilidad y expertiz en este nuevo capítulo musical.
Un golpe potente de platillo y una gruesa percusión abren el número de apertura, “Oxbow”, con una intensidad que desconcierta cuando una tartamuda línea de sintetizador introduce la voz serena e imperturbable de la cantante. “Cuando los sueños se vuelven concretos, se pueden sentir trillados”, medita una narradora en desencanto con la realidad que ha encontrado y creado, decepcionada con el aprisionamiento de su adicción, pero determinada a encontrar un camino de salida.
“Fire” posee una honestidad que es difícil de procesar. En esta canción, Katie habla de los lugares pasados que han sido manchados por las malas experiencias, la dualidad entre irradiar calma y calidez cuando en el interior se lucha contra los demonios personales, y el anhelo de muchos por la superación personal de los errores y desaciertos (“¿Me dejarás creer que triunfé?”). Aunque no sencilla de interpretar, la poesía de Katie es rica en simbolismos que le dan una imagen a sentimientos tan difíciles de explicar, y “Fire” constituye un muy necesario himno a la aceptación y la contención de nosotros mismos en un tiempo tan agresivamente caótico.
En Saint Cloud, Katie Crutchfield opta por la dulzura sencilla del americana y el country, entregándose de manera simultánea a los impulsos folclóricos que han estado presentes en el ADN de su habilidad musical. Los resultados son fascinantes composiciones en donde la artista demuestra sus crecientes capacidades para amoldar su sonido sin que las elecciones de turno lo confinen a patrones arcaicos. En este solo acto, Waxahatchee emerge con tan brutal facilidad para la transmutación, que la dificultad para predecir el siguiente arco narrativo de este proyecto sólo alimenta curiosidad y entusiasmo por esta música.
Esta quinta placa además cuenta con el apoyo del cuarteto musical Bonny Doon. La adaptabilidad con que la banda maneja las canciones es reflejo de la sólida conexión pactada con la compositora. Así mismo, Brad Cook, productor para artistas como Bon Iver, Brandi Carlile y Whitney, se asegura de que las creaciones de Waxahatchee en esta placa vibren con potente fluidez y llenas de vida.
La clase de sencillo que crea la leyenda en un artista naciente, “Lilacs” es otra increíble adicción a un catálogo musical vasto en riqueza. Cuando Katie canta sobre las lilas titulares que “beben el agua y luego mueren”, la intérprete refleja su dependencia sobre aquellas cosas que la mantienen a flote, sólo para emanciparse de ellas en cosa de segundos. En esta canción, la lección es que el autocuidado y la compasión son prácticas de todos los días.
Mucho del espacio aprovechado por Saint Cloud navega sobre la frustración que puede conllevar el estar en una encrucijada. En “Hell”, la voz narradora se levanta a sí misma como un fuego capaz de quemar a quién se le cruce; en realidad es sólo una persona quebrada en el camino a recomponerse. “Estoy en una guerra conmigo misma / no tiene nada que ver contigo”, dice la marchante “War”, con un característico twang del country revistiendo la contrariedad de cargar con los demonios internos mientras tratamos de no estallar con el resto de las personas.
Tristemente, en el camino a la recuperación hay personas que van cayendo a un costado sin poder continuar. En el sentimiento de “Ruby Falls”, un tributo a un amigo fallecido por una sobredosis, esto no es una derrota, sino más bien la prueba de que se dio una buena lucha por sobrevivir. “Quizás lamentes todo lo que gastaste / Eso es sólo parte del camino”, valora la cantante.
Esta conmovedora reflexión conduce a la tesis en el corazón de este proyecto. Años atrás afuera en la tormenta, Katie Crutchfield ha salido de ahí “más sabia, más lenta y en sintonía”, compartiendo toda su experiencia en un álbum vital, el testimonio de su relato siendo su virtud más trascendente. En ese sentido, Saint Cloud es una majestuosa apertura de capullo para una artista que sólo crece y crece, poniéndose cada vez mejor.
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