El debut de Wilco en terreno nacional nos abrió las puertas a lo que fue más que un simple primer show de parte de los estadounidenses, fue una muestra de veintiún años de experiencia liderados por la mixtura del rock, blues y el country en una multifacética presentación empapada de sentimientos lejanos revividos. El Caupolicán, una vez más se comporta fiel con una acústica excelente, un recinto que se acomodaba a la perfección a la audiencia y a la banda misma, que al ser casi culto a sus fans nacionales se esperaban con altas y poderosas expectativas.
La apertura estuvo a cargo de dos presentaciones, por un lado los santiaguinos Matorral, y por el otro el argentino Coiffeur. Sin ni un minuto de retraso Matorral marca presencia, con 8 temas recorriendo más de una década de trayectoria, que con una introducción liderada por una trompeta casi krautrock dan paso a bases más electrónicas. Su show de aproximadamente treinta minutos mezcló pop, rock, raíz y vanguardia, haciéndose presente el marcado bajo y las armonías vocales. Coiffeur- que a propósito extrae su nombre de una peluquera argentina- se diferenció por su electrónico indie muy argentino en la compañía dos músicos. El proveniente de Morrón y activo desde el 2005, trajo consigo una ponencia que se caracterizó por brindar algo upbeat y bailable- quizás más acorde a lo que sucedió en Capital Cities- bastante diferente del plato de fondo pero único en su singular manera energizada.
Daban las 9 p.m. y la ansiedad no daba para más. Sin rodeos ni juegos previos, Wilco se toma el escenario para infectarlo de electricidad y nostalgia con lo que fue el primer de 24 temas: “Random Name Generator” de su penúltimo álbum Star Wars. Un golpe en los sentidos de nivel catastrófico y certero con algo del 2015, que si bien es un álbum bastante accesible, no deja de lado la intensidad por la que se recuerda a Wilco. El recorrido por el que nos llevan fue hacia sus antiguos y más memorables recuerdos, repasando gran parte del Yankee Foxtrot Hotel, que además de ser su más aclamado álbum, es líricamente más complejo y conlleva a una confianza compositiva mayor. Fue así que nos atraen a lo largo de la noche con el segundo arranque “I am trying to break your heart”, comenzando con su asertivo tinte country desconsolado. “Handshake drugs”, “Jesus, etc”, “Heavy Metal Drummer” y “I’m the man who loves you” también hicieron presente el cuarto álbum, en donde a ratos lo desenfrenado y casi epiléptico agudizan nuestros sentidos y cambian la percepción de éstos clásicos acústico eléctricos.
Un hito en este viaje alt fue “Misunderstood”, quinto en la lista, y que nos atesora la honestidad que se espera encontrar de los ex Uncle Tupelo, que a su vez se reciben en un público sereno pero no menos apasionados. En la línea de lo honesto “I’ll Fight” hace un alcance parecido desde Wilco (The Album) con vestigios de una antigua nostalgia perdida del propio Tweedy, quien en el Caupolicán se transmitió carismático a través de su misma performatividad.
Girando hacia lo nuevo, exactamente del mes pasado, “Schmilco”, el gracioso juego de palabras con Nilsson Schmilson, aterrizó con “Someone To Lose” y “Locator” mezclando melodías dulces con lo acústico y los recuerdos de adolescencia de Jeff Tweedy. Una muestra de la liviandad y tinte folk del décimo larga duración, alimentado de madurez reflejando los rastros fuzzy del Star Wars.
La intrigante presentación tuvo dos vueltas a escenario, como si no quisieran abandonarlo, en donde luego del primer encore repasaron el más esperado clásico de su álbum debut “Passenger’s Side” que dedicaron a un fanático que había confeccionado un extraño cartel. Éste tema se vio influenciado por el sentimentalismo demostrado por los integrantes sumado a la voz del líder que a veces pasa desapercibida, pero demostró ser lo suficientemente virtuosa y notable. A esto se suma las sorpresas de “Theologians” y “Red eyed and blue” que complejizan y sofistican el cercano final. La finalización de este debut fue con “Spiders (Kidsmoke)”, desenfrenado y satisfactorio final que resume el frenesí vivido.
Nostalgia, electricidad, intensidad no bastan para describir la inagotable reinvención de los actuales seis músicos, que entregaron lo esperado y más en ésta su primera visita. Una velada que se podría hasta catalogar de romántica, en el sentido de conexión con la audiencia. El resumir dos décadas de trayectoria de una singular experiencia que no dibuja límites, sino los expande para Wilco, un estable y asimétrico show que combina todo lo que nos ofrecen, lo eléctrico y lo esencial de una experiencia inagotable.