En el mundo del espectáculo hay un nombre para los artistas que nunca lograron igualar el éxito que alguna vez tuvieron: “One-Hit Wonders”. Replicar lo que alguna vez fue bueno nunca es fácil, y menos aún cuando se parte en grande. Por eso hoy vamos a evocarnos a aplaudir a todos aquellos artistas que no solo lograron manufacturar una magnífica pieza de arte musical, sino que inmediatamente después a su lanzamiento, vinieron con algo tanto o más grande.
Grupos con una seguidilla de clásicos, en que en muchas ocasiones el primer disco influenció el siguiente. Otras en que el segundo vino de la necesidad de alejarse de un sonido en particular . Y de vez en cuando, en que ambas publicaciones fueron compuestas en periodos de tiempo casi paralelos. Evitaremos mencionar artistas como David Bowie, Radiohead o The Beatles, ya que más que dos discos espectaculares seguidos, tuvieron todo un periodo de magnificencia. En esta oportunidad, los pares reinan, y es momento de reconocer a aquellos artistas capaces de duplicar su éxito e intelectualidad.
Joy Division – “Unkown Pleasures” (1979) – “Closer” (1980)
Quizás sea injusto partir hablando de Joy Division -ya que técnicamente solo sacaron dos discos-, pero la magnificencia de su reducida discografía es completamente necesaria si se quiere elaborar un listado así. Su legado en la música es tan presente, que a pesar de su potente vibra ochentera, los tristes lamentos de Ian Curtis siguen siendo melodías frescas. “Unkown Pleasures” es una obra impecable que, irónicamente, algunos críticos de la época consideraron como “el disco perfecto para suicidarse”. Repleto de la primera esencia de la onda alternativa que la escena vería, en canciones como “She’s Lost Control” y “Shadowplay”. Tan impactante que es difícil medir su magnitud.
Mientras que “Closer”, a instantes menos valorado que su debut, irrumpe en la memoria por explorar a un Curtis aún más atormentado. Sabiendo el trágico desenlace del letrista del grupo, es difícil no ver todos los mensajes entrelíneas que se iluminan en dicho álbum. Un dolor tan permeable que atraviesa al ser humano más duro. La discografía de Joy Division es de las cosas más cercanas que existen a la perfección. Y el que esté reducida a dos publicaciones, solo nos deja pensando cómo es que habría seguido el curso de la música de nunca haberse interrumpido.
Pixies – “Surfer Rosa” (1988) – “Doolittle” (1989)
El debut de Pixies es una producción sucia y agresiva. Plagada de un tono brutalmente honesto y energético, al punto de lograr influenciar a toda una generación de adoptar un sonido que eventualmente terminaría volviéndose masivo. “Where Is My Mind?” es solo uno de los pequeños ejemplos de lo brutalmente adorables que podían llegar a ser las composiciones de la banda.
No obstante, usualmente es el disco que le sigue es aquel que se lleva todos los aplausos. “Doolittle” fue una evolución completa del concepto de rock alternativo. La constante alternación entre ruidos suaves y potente que hoy es tan típica del estilo. Ambas piezas son tan importante e influyente, que es difícil saber donde empieza la majestuosidad de una y termina la de la otra. Letras melancólicas, muchas veces sin sentido, armonizadas en orden de representar una generación de jóvenes abriéndose paso entre las grietas de lo under.
Nirvana – “Nevermind” (1991) – “In Utero” (1993)
En este punto de la historia, es imposible desconocer a Nirvana como un fenómeno cultural. Luego de un sucio debut en “Bleach”, el grupo se vio buscando un sonido que los diferenciara. Y fue en “Nevermind” que Kurt Cobain encontró el esquema que moldearía la música popular por décadas a seguir. Es curiosa la influencia que los recién mencionados Pixies tuvieron en dicha producción. Mas las sencillas progresiones del segundo álbum del trío estadounidense, empaquetaron el brutal sonido que MTV necesitaba para sacar al glam metal de las pantallas de televisión.
Pero todo el éxito no vino sin algo de melancolía. El precio de la fama fue caro para el estado mental del líder, y todo se tradujo en una producción más potente y más agresiva: “In Utero”. El último trabajo previo al suicido de Cobain es un fiel reflejo de un alma atormentada. Deambulante en conceptos como la depresión, la fama y las drogas, es la ventana hacia el interior de uno de los compositores más brillantes de los últimos tiempos.
Blur – “Modern Life Is Rubbish” (1993) – “Parklife” (1994)
A principios de los 90s el grunge parecía haber llegado para quedarse, y por el otro lado del atlántico, Reino Unido estaba buscando su manera de irrumpir nuevamente en la escena musical. “Modern Life Is Rubbish” sería el primer ápice de lo que estaría por venir. El segundo álbum de Blur resultó ser una reflexión madura y soberbia sobre la decadente vida británica. Con clásicos como “For Tomorrow”, abrió las puertas a que el grupo pudiera explorar en un sonido más cálido, pero igualmente hipnotizante.
Con “Parklife” redoblaron la apuesta y apuntaron más arriba aún. Probablemente el mejor producto salido de la guerra del britpop. El LP combatió los pedales distorsionados con himnos pop, tan melancólicos como alegres. Aun cuando comercialmente Blur nunca demostró su valía en contraparte de los grupos contra los que ejercía rivalidad. Su narrativa intelectual y honesta visión de una Inglaterra post-apocalíptica los llevó a ser uno de los mejores grupos de la historia del país.
Weezer – “Weezer (The Blue Album)” (1994) – “Pinkerton” (1996)
No es una discusión contra nadie decir que los primeros dos trabajos de Weezer son sus más honestos y mangíficos. Su debut homónimo sería el primero de una larga lista de producciones que tomarían el nombre del grupo. Donde las progresiones simples y distorsionadas nunca sonaron mejor que en manos un conjunto de cuatro-ojos. El “Blue Album” desborda en himnos power pop tales como “Buddy Holly”. Y a su vez, se da el tiempo de entrever melancólicas baladas del tamaño de “Say It Ain’t So”. Un debut que -a ratos- suele ser bajado de rango dada la calidad de los trabajos más recientes del grupo, pero que para la época suena tan fresco como se puede pedir.
Con una entrada tan potente bajo el brazo, la dirección a abordar era compleja. Y “Pinkerton” suena tan sucio que difícilmente puede ponerse al lado de la producción que lo precede. Deprimente, autocompasivo, mentalmente inestable. Es de los LPs más espectaculares que una banda de rock alternativo podrían componer, y es una lástima que el público y la crítica de la época no supieran valorarlo. La narrativa constantemente melancólica retrata a un compositor complejamente atormentado en Rivers Cuomo. El último instante en que el cuarteto sería realmente honesto.
Belle & Sebastian – “Tigermilk” (1996) – “If You’re Feeling Sinister” (1996)
Con un pesado acento escocés, el debut de Belle & Sebastian es sencillo, limpio y tristemente alegre. Una serie de melodías para animar noches de pena, tan bellamente poéticas como para cautivar el alma. “The State That I Am In” es un himno de entrada, el cual dictaría años de música en los dedos de sus integrantes. La simplicidad de las progresiones solo magnífica lo adorable de los arreglos. Con la bella y quebrada voz de Stuart Murdoch narrando hermosas tonadas pop, “Tigermilk” es uno de los mejores debuts de las últimas décadas.
Teniendo esto en consideración, resulta anonadante que apenas un par de meses después publicarían uno de los mejores LPs de la historia: “If You’re Feeling Sinister”. Un álbum que eleva cada una de las emociones expuestas en su predecesor, y que sigue siendo un producto fresco e innovador. Cada pieza musical está en su lugar, y en su mezcla de indie-pop-folk cautiva el alma de quien sea que se adentre en él. Difícilmente podrá encontrarse un punto débil en el sofomoro de la agrupación escocesa.
Coldplay – “Parachutes” (2000) – “A Rush of Blood to the Head” (2003)
Dígase lo que se quiera del estado actual de Coldplay. Que su fascinación -o desesperación- por las listas de éxitos y sus banales himnos pop, pero a principios del milenio es complejo no aceptar la honestidad detrás de las cuerdas de sus melodías. “Parachutes” abrió una nueva época musical, de un pop inglés repleto de dulces y entretenidas armonías. Desde empalagozas expresiones de amor (“Yellow”) y desamor (“Shiver”), hasta soberbios cantos de felicidad y optimismo (“Don’t Panic”). Lo cursi nunca sonó mejor, y Coldplay tuvo la brillantez para elevar cada elemento de dulzura que pudieron.
El que su sofomoro fueran más grandioso, difícilmente le quita méritos. “A Rush of Blood to the Head” tiene éxitos que hasta el día de hoy son reconocibles. Pero en sus melancólicas baladas de piano (“The Scientist”, “Amsterdam”), logran refirar un limpio rock alternativo, digno de tanto estadios como habitaciones. La tímida poesía de Chris Martin ve su cara más íntima, y no por nada, incluso detractores de la banda pueden aceptar la genialidad de estas composiciones.
Gorillaz – “Demon Days” (2005) – “Plastic Beach” (2010)
Con una visión crítica y pesimista, “Demon Days” ha sido de las imágenes más fieles que algún grupo ha retratado de una época. Ambientado en el mundo occidental post 9-11, el álbum toma todos los elementos que componen a la población. Miedo, paranoia, violencia e imperialismo. Son solo alguno de los puntos que el sofomoro de la agrupación virtual ilustra. Con un Damon Albarn envejecido tras bambalinas, el trabajo fue una de las publicaciones más importantes de la década. Clásicos como “Feel Good Inc.” no se dedicaron solo a ser pegajosas melodías alternativas, sino que ejercieron un fuerte movimiento en transmitir un mensaje con peso e importancia.
Entonces, a principio de esta nueva década, fue que el cuarteto virtual volvió a mostrar sus dientes. Siguiendo muchos de los segmentos conceptuales que su predecesor dejó, “Plastic Beach” es más y más grande. Con notables influencias electrónicas y bailables, usa su narrativa para vibrar en cada sentido. Tanto instrumental como líricamente, el trabajo es adictivo y psicodélico, y una nueva muestra de lo multifacética que es la mente detrás de la música. Una confirmación de lo que el disco anterior había dicho, y en muchos sentidos, una nueva propuesta para la década que estaba por venir.
Animal Collective – “Strawberry Jam” (2007) – “Merriweather Post Pavilion” (2009)
En primera mitad de los 2000s, Animal Collective se encontraba en una zona confort de rarezas y anormalidades. Experimentando constantemente con sonidos extranjeros e incorporándolos a su onda pop experimental, llegaron a un punto de nicho en que parecían sentirse bastante a gusto. Ahí es cuando aparece “Strawberry Jam”, su primer disco con Domino Records y por lejos el más espectacular. Los sonidos indie-rock de la época, combinados perfectamente con montajes de sonidos, baterías distorsionadas y diversas mezclas enloquecidas de guitarra. Lejos de ser un vuelco a lo mainstream -fue su primer álbum en entrar al Top 200 de Billboard-, su publicación significó una revolución del género.
Luego “Merriweather Post Pavilion” apuntó más arriba aún. Con sus diversos cortes psicodélicos, cautivó tanto a críticos como fanáticos, posicionándose como uno de los trabajos más respetados de la década. Una evolución de lo presentado en su producción previa, con armonías hipnotizantes y magnéticas, entreviendo una hermosa producción y arreglo instrumental. Por muy demente y atrevidos que sean los trabajos del cuarteto estadounidense, su alcance con estos dos álbumes es parte del recipiente con el que el pop moderno está moldeado.
Kendrick Lamar – “good kid, m.A.A.d. City” (2012) – “To Pimp a Butterfly” (2015)
El hombre del momento. Kendrick Lamar es un genio lírico que ha sabido poner cada pieza en su lugar. Y si bien “DAMN.” sigue siendo -a un año de su publicación- una fantástica pieza de hip hop, es indudable que su segundo y tercer álbum son de los trabajos más importantes de la música moderna. “good kid, m.A.A.d. city” fue una revolución musical. Con exhorbitantes bases a su disposición, cada pieza creativa da paso a un Kendrick agobiado, triste y nostálgico. Rememorante de sonidos clásicos, el rapero estadounidense toma lo mejor de la escena moderna y la vuelca a su favor. Dando paso a un producto tan excelso como vigoroso.
Así, no es de sorprender que “To Pimp a Butterfly” fuera aún más extraordinario. Repleto de exquisitas instrumentales de jazz, el álbum ve a un compositor político, crítico y brillante. Cada corte es un arreglo hipnotizante, que traspasa las fronteras del rap y se nutre de toda la cultura negra. Dando en uno de los discos más importante de esta última década, y que es altamente probable que quede integrado en los cánones de la historia como uno de los proyectos más brillantes alguna vez confeccionados.