Cuando alguien que escribe sobre figuras de la talla de David Byrne, tiende a repetir algunos adjetivos intentando elegir las palabras precisas para encapsular toda su genialidad y evitar que chorré por los bordes. Multifacético, camaleónico, brillante, ambicioso, inquieto, innovador, sorprendente, etc. Todas palabras atribuibles al artista que lideró Talking Heads entre 1975 y 1991, pero que nunca se ha atrincherado en lo hecho en ese periodo y ha seguido evolucionando, no sólo a la hora de componer canciones, sino en extender su abanico creativo a la literatura, el teatro y la producción fílmica y musical.
Stop Making Sense (1984) está de seguro en el podio de los mejores conciertos jamás filmados. Realizado por el director estadounidense Jonathan Demme, el mismo del Silencio de los Inocentes, muestra toda la capacidad performativa de Byrne y de su capacidad para desviar la atención a algo más que la música. En una entrevista a sí mismo transmitida después del estreno del filme, el líder de Talking Head se pregunta cuándo volverán a subirse a los escenario, después de la gira de Speaking In Tongues, y la respuesta no puede ser más elocuente: “Cuando haya algo más qué decir”.
Y está claro que no hablaba sólo de la música. Lo que siguió para Talking Heads fueron tres discos (“Little Creatures”, “True Stories” y “Naked”) que funcionaron bien, pero que fueron debilitando la relación entre los miembros de la banda, que acabaría por separarse en 1991. Después de 11 años, se reencontrarían después de ser incluidos en el Rock and Roll Hall of Fame y en la primera performance en vivo Psycho Killer y Burning Down The House en casi dos décadas. En esa incómoda presentación aún se podía sentir la tensión entre David Byrne, Chris Frantz, Tina Weymouth y Jerry Harrison. Lo que parecía ser el prefacio de una reunión y un renacer para Talking Heads quedó ahí y hasta la fecha parece no haber intención del ansiado regreso.
Para los que entraron en la década de los 90 conociendo a Talking Heads superficialmente, tal vez aún recuerde lo bizarro que generó la presentación de Byrne en solitario en Martes 13, el programa de Canal 13 y el capítulo en 1991, cuando estaba promocionando su disco Rei Momo. En esa ocasión cantó Make Believe Mambo, una mezcla de ritmos caribeños y que hacían bailar a la gente de tenida elegante que estaba en ese estudio de televisión.
Pero ver a Byrne sacando un disco con influencias de la salsa y el merengue y con un featuring con Celia Cruz entre medio, es una muestra más sus inquietudes artísticas y ambición colosal al momento de tener algo nuevo que transmitirle a su público y de tomar un desvió en la línea que él mismo marcó.
El esencial How Music Work es uno de las más de una decena de libros que tiene publicados a la fecha. En él se enfoca en la vasta misión de entender cómo la música nos afecta, desde una perspectiva científica, pero al mismo tiempo personal con las experiencias de sus décadas en la música. Diarios de Bicicleta es otro de sus más celebrados artefactos donde la literatura se plasma junto a su otra pasión. La bicicleta. Byrne es un ávido fanático de recorres todas las calles de que las ciudades que visitas en dos ruedas, y ha sido un fervoroso activista en contra del uso de automóviles. Su carrera como escritor también cuenta con los títulos “Interpretando Datos Cuantitativos”, “Teoría de la Complejidad y las Ciencias Sociales: El Estado del Arte” y “Cómo Lucen las Canciones”, signo de la actitud por conocer más allá de su esfera.
David Byrne estará en el debut de tres días de Lollapalooza en el Itaú Stage a las 6 de la tarde. Viene con nuevo disco: American Utopia que se publica el 9 de marzo y del cual ya estrenó un par de sencillos. Estará justo antes de The National y LCD Soundsystem, bandas que más de una cosa le deben.
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