Siete años desde su debut en Lollapalooza como cabeza de cartel de la primera versión del festival, The Killers volvieron a dejar en claro que Lolla es suyo, concretando el mejor show de cierre de los tres día del festival.
No cabe duda de la capacidad de Brandon Flowers de captar la atención de todos gracias a su carisma y desplante. Es un tipo inagotable que aún mantiene es ímpetu jovial por hacer de cada show uno especial y darlo todo en el escenario. Es el protagonista indiscutido de sus shows, más aun ahora que dos miembros originales de la banda renunciaron a participar de la gira y solamente es él y la batería Ronnie Vanucci Jr. sobre quienes se posan las miradas.
The Man da el inicio a un show que desde el primer momento, con el apoyo de una explosión de confeti, prometió ser de aquellos. Es el primer single de Wonderful Wonderful, un disco que contrasta con su confianza y orgullo a los primeros discos de The Killers, que exudan insegurades y ansiedades propias de la juventud. Esto mismo se traduce en privilegiar la pista de baile por sobre los climas melancólicos.
Entre medio de todo, la banda sale de escena y sólo quedan Flowers y el guitarrista suplente Ted Sablay iluminados por un único foco. Es el momento de mencionar el elefante en la habitación. De hablar de Liam Gallagher. Brandon deja en claro que Liam es “su rey” y, sin justificarlo, afirma que no es posible que alguien teniendo la oportunidad de cantar Wonderwall se la pierda. Así que eso hace. Crea un coro de miles de personas cantando una canción ajena que no queda como pretensión, sino como un gesto valorable y uno momento único en los cientos de shows que han tenido en su carrera.
¿Hay puntos bajos? Podría pensarse que sí, sobre todo si consideramos que a su nuevo disco no le fue muy bien tanto en lo comercial como en las reseñas de la prensa especializada. La realidad fue completamente distinta, ya que ante la debilidad de alguna de sus canciones para encajar en un show de esta envergadura y repleto de clásicos, la puesta en escena agrega todos los condimentos para que la intensidad no se baje ni un poco, pero principalmente (y una vez más) la energía y entrega de Brandon Flowers.
De hecho la canción nueva, The Calling, que sirvió para inaugurar el bis después del descanso al terminar All These Things That I’ve Done, no es una canción que esté metida en la playlist de un fanático de la banda, pero aun así fue un punto alto de la noche sólo por el hecho de que fue Flowers quien salió en un traje dorado y que captó todas las miradas, pasando la canción a un segundo lugar.
Flowers calentaba el final del show despidiéndose de sus fanáticos con un mensaje optimista. Venía Mr. Brightside, se sentía en el aire. Parecía como si cada persona del público hubiera nacido sabiendo la letra de esa canción, que no está lejos de ser el himno de los 2000. Entre saltos y gritos, llegó la espectacular culminación de un show que sobrepasó la hora y media, con fuegos artificiales incluidos, y que marcó el adiós a los tres días de festival. Un festival que vivió los momentos más tensos de sus ocho años en Chile, pero que no pudo elegir un mejor número de cierre.