Es la historia más común y corriente que escuchamos de alguien que se sienta a contarte cómo se formó su banda. Para quien tiene un grupo musical compuesto por amigos, que decidieron un día juntarse a tocar y “hacer música”, The Red Belmont es, probablemente, lo más cercano, familiar y humano. Joaquín, Leonardo y Felipe. Estos tres chascones de melenas hasta el hombro no son los más populares ni tienen groupies esperándolos a las salidas de sus casas, muriendo de desmayos y con pancartas hechas la noche anterior. Pero el azar les jugó una buena pasada, lograron dar el uno con el otro y aquí están, creando sonidos psicodélicos, un género que está cada día más de moda, siendo uno de los más difíciles de presentar para obtener el deseado aplauso. Sin embargo, Chile se ha convertido en una psicomachine: Folläkzoid, La HellGang o The HolydrugCouple son solo algunos de los colegas que se suman al listado de los psicomusicians junto a The Red Belmont.
Los inicios
Todo partió en un viaje a Uruguay en plena primavera del 2011. Joaquín, que tocaba la batería, conoció a Felipe (guitarra) y comenzaron a entretenerse y a sacarle sonido a sus instrumentos en pleno roadtrip. Al llegar a Santiago, el guitarrista le comentó a su hermano Leonardo sobre este descubrimiento. Así, comenzaron a ensayar en la casa de Joaquín. La motivación comenzó con la idea de tocar en pubs hasta llegar a un estudio de grabación para darse a conocer en este escenario emergente tan complicado de nuestro país. “Todo fue azar de la vida, nos juntamos a tocar para ver qué salía y terminamos sacando sonidos que nos gustaron caleta. Yo llevaba no más de un año tocando y siempre me ponía de espalda, entonces al no mirarnos se generaba una conexión brígida con los cabros. No nos teníamos que mirar para saber lo que estábamos haciendo, solo disfrutar. De ahí en adelante fue: cabros, metámosle con todo”, contó Joaquín a una entrevista.
La joven banda lanzó su primer EP en agosto del 2014. A lo largo de estos cinco años no solo ellos han crecido, también sus letras, las que comenzaron hablando sobre asuntos personales hasta llegar a hablar sobre injusticias que se comenten a diario alrededor del mundo. Líricas con más peso y fundamentos. “Hablábamos en un principio de cosas del momento, sensaciones y todo lo que sentíamos cuando estábamos todos reunidos tocando en la sala. Luego de un tiempo, empezamos a escribir letras con temas más pensados y de carácter más social”, dijo Joaquín en una entrevista a Portal Hip Rock.
Sicodelia envolvente
Así como hablamos de lo siempre emergente que está la música psicodélica, The Red Belmont podría ser “más de lo mismo”, aunque los cambios y evolución que ha habido en sus letras evita que se transforme en algo monótono o aburrido (fórmula que, de todos modos, no tiene nada nuevo si hablamos de música). Estos chilenos caen en la categoría de los llamados “Tame Impalianos”, nombre que se le otorga a todas estas bandas que tienen la influencia de los australianos en cuanto a sonido, look y estilo. The Red Belmont (nombre originado por el último cigarro Belmont de uno de los integrantes) tiene temas movidos, como Reminiscence o Sun Experience, muy similares a lo que escuchamos de Tame Impala. Todos los nombres de las canciones, las que son en inglés simplemente porque trasciende fronteras, invitan a quien las oye a un verdadero trip. Una droga auditiva que te lleva a paisajes de diversos matices y colores, donde los riffs reinan y la mente en blanco fluye sola. Guitarras que comienzan canciones suaves, pero potentes, que logran alcanzar la armonía perfecta con el bajo. El viaje se compone de bajo, batería, guitarra, voz y viajero (uno mismo) porque todo se fusiona bajo la misma atmósfera psicodélica. Escuchar a The Red Belmont es sentir lo mismo que escuchar a Tame Impala: un estado de constante trance. No es algo malo, porque es muy difícil diferenciar el género psicodélico de una banda con otra, pero, si bien The Red Belmont no ha puesto su sello diferenciador aún, sí lograron posicionarse en el listado de “psicos nacionales”. El azar quiso que los instrumentos de cada uno de los integrantes fueran al mismo viaje. Un recorrido que aún no llega a destino cierto.
Por Carola Hidalgo.