El misticismo se repartió en una audiencia fantasma. Corría el año 1973 y Pink Floyd concretaba una idea que desde hace ya un buen tiempo su círculo cercano venía sugiriendo: plasmar toda su psicodelia en un disco en vivo, pero con la particularidad de ser aledañamente un registro audiovisual con un paisaje digno de los británicos. Tras varias charlas se concluyó que las ruinas de Pompeya era el lugar indicado. Toda la maquinaria del conjunto se trasladó a la ciudad que fue testigo de la violenta erupción de Vesubio y tradujeron el oscuro sentimiento de toda la localidad en músical. Los ecos se siguen escuchando, y los cantos de ángeles aún se pasean entre el Foro Triangular y el Templo de Isis.
Más de cuarenta años han pasado desde dicho emblemático registro, y ninguno de los integrantes de Pink Floyd volvió a pisar la localidad en forma de “concierto”. Una historia que se rompió ayer cuando David Gilmour ofreció un simbólico concierto en la ciudad fundada el Siglo VII a.C. Tal fue el revuelo que causó su presentación —es cosa de echar un ojo a los medios europeos—, que Fernando Uliano, alcalde de Pompeya, nombró al guitarrista de 70 años ciudadano de honor.
“La edad no es un problema, el rock me mantiene joven. Estoy emocionado de tocar acá de nuevo. Me siento protegido por la sombra de Vesuvius”, dijo Gilmour a los medios previo a la distinción otorgada. En total son dos los conciertos que ofreció en Pompeya.
¿Y lo estrictamente musical? Lamentablemente dejó bastante que desear; no por algo relacionado con la calidad de Gilmour, en lo absoluto, sino que por su mezquino setlist. Pocas variaciones con respecto al de su actual gira, e incluso de lo que vimos en Chile, y absolutamente ninguna apuesta por revivir las emblemáticas piezas que sonaron en aquella fantasmal jornada setentera.
“Es un lugar mágico. Estaba profundamente impresionado ayer cuando vinimos por vez primera. Vinimos hace unos 10 años pero con nuestros hijos, para mostrarle la arena. Pero volver ayer y ver el escenario y todo fue bastante abrumador en realidad, es un lugar de fantasmas…en una manera amigable”, explica Gilmour a Rolling Stone.
“Recuerdo a Adrian (Mabe, director)con un monntón de problemas con la cinta roja y el equipo en general. Creo que perdimos dos o tres días. Quizás esos eran los días que teníamos que caminar alrededor del monte de Vesuvius, y los pozos de azufre donde el suelo está en ebullición, es fantástico”, agrega.
Un concierto que quedará en la retina colectiva por décadas: esta arena acogió hasta hace un mes los famosos calcos de las víctimas de la erupción del Vesubio que destruyó a Pompeya en el 79 d.C., y la enorme curiosidad por esas víctimas del volcán resiste hasta nuestros días. Es la primera vez que el recinto es abierto al público bajo el concepto ‘recital’.
La actual gira “Rattle That Lock” dará término el próximo mes de septiembre en el Royal Albert Hall de Inglaterra con cinco jornadas.