El nombre que resonaba desde la lisergia sinestésica en esta edición de Fauna Primavera 2017 era precisamente The Black Angels. No es coincidencia que sus raíces se anclen en Austin del estado de Texas, ciudad que parece albergarla mayoría de aquellas bandas que reviven el “psych” sesentero. En esta tercera presentación en suelos que se dejan encantar por los más atrapantes sonidos ácidos, The Black Angels estremece desde visuales que ahondan en aquel factor sinestésico y sin cesar rompen con el tiempo cronológico.
The Death March Tour es lo que los trajo a Sudamérica, tour que lleva el nombre del décimo track de su más reciente LP “Death Song”, y que avala a su referente más pregnante: The Velvet Underground. El tema “The Black Angel’s Death Song” les da el nombre a la banda, y en esta ingeniosa jugada de títulos referenciales en inglés leeríamos el álbum dela banda como The Black Angles‘ “Death Song“– remarcado en el cover del álbum. Así quienes se apoderan los oscuros ángeles de Lou Reed son: Stephanie Bailey (batería), Christian Bland (guitarra, sintetizador), Alex Maas (voz principal, bajo, pandero), Kyle Hunt (guitarra, bajo, sntetizador) y Jake García (guitarra, bajo).
Justo antes del acontecimiento alucinógeno el House of Vans Stage se sumergía en la nostalgia más profunda, Seu Jorge con su intenso tributo al camaleón de Marte David Bowie. El mito previo al encuentro con The Black Angels no existió, los estadounidenses se podían ver 5 minutos después de Seu Jorge ya en escenario instalando sus propios instrumentos.
A las 7 con 10 minutos, debido al atraso general del festival, la introducción legendaria se encargaba de la atmósfera inicial, era “The Black Angel´s Death Song” de The Velvet Undergroung. El quinteto se deslizó con gracia para comenzar la sinestesia con “Currency“, tema que se adentra suavidad en la energía de trance. Desde aquel primer instante desplegando su último LP el elemento visual del show penetró en nuestros más profundos sentidos.
El quinteto sobrevolaba el escenario con una premeditación exacta, con breves pausas y apenas un par de palabras fuera de las letras. La tormenta continuaba con “Bad Vibrations” y “The Prodigial Sun“, intricados pasajes de una sobrecarga de sentidos que brutalmente remecían nuestro inconsciente. Atravesaban con un groove potente y con guitarras al fuzz más ácido, Alex Maas no cesaba en precisión con aquella voz de la cual podríamos denotar a un Lou Reed contemporáneo.
“I Dreamt” se hacía presente como una casa embrujada, un escenario que rebotaba en voces que gritaban “Be inside my dream / Live inside of me / Be inside my dream / Live inside of me“. El viaje era certero y lo fue en su potencial más catártico, así “Medicine” gritaba narcóticos con el Moog sesentero, bañados en aquella melodía sintetizada era como si nos estuviéramos derritiendo desde las víceras.
Aparecieron como formas dulces y lisérgicas los temas “Half Beleiving” y “I‘d Kill For Her“, acontecimiento número 14 del setlist. Hasta en aquellos suaves pasos pasionales las líricas resonaban ricas en tópicos, como es de saber, y aquellas armonías en las voces agregaban una nueva dimensión hacia el viaje colmado de sinestesia. “Young Men Dead” es el epílogo, uno que se desprende del debut “Passover” hace ya 11 años, y que podíamos saborear como el tema más pesado que desplegaron. Un epílogo que nos deja colgando, ya amarrados a los estupefacientes musicales el término es exquisito, abrupto y no deseado.
El quinteto de Astin destelló lisergia como destelló tangentes psych de la segunda mitad del siglo XX, una paleta de referentes exquisita y de la cual se bañan de elementos para ahondar en un trance terrenal propio. Logran así desprenderse de sus referentes obvios y golpear brutalmente con la personalidad que evoca The Black Angels. Además en la instrumentación, los miembros rotan, cada instrumento -a excepción de la inamovible Stephanie- es traspasado a otro integrante al término de cada tema. Composiciones conjuntas y complementarias.
Las visuales que acompañan la presentación de The Black Angels es una tangente imposible de obviar. Este componente extra es crucial, el artista visual Bob Mustachio es quien le agrega la otra dimensión a sus presentaciones en vivo. Bob es considerado el sexto integrante de la banda y con justas razones, este segmento visual logra crear una completa experiencia sensorial, imágenes que atraviesan el artwork de toda la discografía de The Black Angels. Esta colaboración precisamente cobra sentido en un show como el que vivimos en Fauna, nos vemos inmersos en una dimensión alterada en colores saturados y patrones monocromáticos que destellan aquel acontecimiento alucinógeno sobrio.
La conclusión de tal acontecimiento es quizás obvio para los asistentes: una perturbación sensorial fuera de control y desesperada. Un espectro de colores que podemos escuchar, visuales que podemos saborear, sonidos que podemos sentir. The Black Angels se sumergió en el festival como una banda de concentración extrema y con un enfoque bastante claro. No cesan en su autenticidad dejando que la misma audiencia piense por sí misma más que predicar sus ideologías. Acontecimiento de catarsis sinestésica que nos deja desesperados de lisergia anacrónica.