Una combinación de la psicodelia y el garage rock de los 60 más una cuota de punk de los 80, hicieron de Screaming Trees una de las primeras bandas en darse con un nombre conocido en la movida de Seattle. El punk abrasivo que gobernaba a la banda armó la ruta para una psicodelia poco comercial que le hacía guiños al rock y, también, al folk. Una de las posibles razones por las que la banda de Mark Lanegan y compañía no tuvo la misma popularidad que la de sus compañeros alternativos de Nirvana o SoundGarden es que el sexo, alcohol y drogas fue más fuerte. Unas varias tantas dosis de peleas, de encuentros y desencuentros de la banda tornaron en una incertidumbre constante. Pero aún así, forjaron un sello y fieles seguidores que no eran solo fanáticos, sino que también músicos, entre ellos Kurt Cobain y Layne Staley.
Mark Lanegan se paseó por el mainstream constantemente, le hacía visitas esporádicas, luego volvía a la casa de la música sucia y despreocupada, más despreocupada de la que sus amigos del grunge estaban haciendo. Cuando se unió al supergrupo de Mad Season, ya estaba caminando por la carrera solista, en donde el blues, el rock y la melancolía eran el arma de distracción a una vida de adicción a la heroína, el crack y el sexo. Lanegan llegó al punto de no tener casa y casi llegar a la tumba.
Luego que Cobain se suicidó en el 94, Lanegan trató de separarse de sus orígenes, de sus vicios y de todo lo que era relativo a Seattle, como las drogas y la muerte. Se enfocó en su distractora y compañera de ruta llamada música, pero aun así los malos viajes no pudieron olvidarse y la hoja no pudo dar la vuelta hasta ahora que lanzó su memoria, “Sing Backwards and Weep”, en donde relata su vida desde su niñez hasta la muerte de Layne Staley el 2002, los pasajes recorren sus pecados, los compañeros que lo apoyaron a seguir en la música y a salir de la drogas, y también, uno que otro relato con la fama. “Escribir este libro fue lo más desagradable que he hecho. Reviví momentos de mierda todos los días, me dijeron que esto sería una experiencia catártica por todo lo que liberaría, pero en realidad todos los fantasmas despertaron” comento a Rolling Stone hace algunos meses. Es por esto que Lanegan lanzó “Straight Songs of Sorrow”, su último álbum de estudio que viene a ser la verdadera experiencia catártica y selladora de un periodo de vida que por fin se supera.
En este nuevo álbum, el trabajo de letrista lo pilla a ratos burlándose de la muerte y a otros tantos buscándola con total demencia, este es su tema central, es su héroe y villano en el disco, “Who knows how many more years there will be?” canta en la canción “I Wouldn’t Want to Say”, la que lo pone como un expedicionista en lo electrónico. Lanegan con su voz rasposa, profunda y oscura acentúa las palabras para dar la impresión de un personaje al que le queda poco tiempo y que solo tiene una esperanza – o un perdón –. En “Apples From a Tree”, en donde el arpegio acústico de Mark Morton de Lamb of God contribuye a una armonía de religiosa fe. También juega con dicotomías entre el cielo y el infierno en “This Game of Love” en donde la voz de Shelley Brien, su esposa, la da la serenidad a frases como “In the sun high heaven above or there’ll be hell top pay / Now I lay me down to rest”.
Pero todo este trabajo liberador no se hubiese logrado sin la ayuda de un virtuoso de la primera línea del rock mundial: Alain Johannes. En medio de las secuelas que le causó un coma de 10 días, en los tiempos en que tocaba junto a Josh Homme en Queens of the Stone Age, Mark Lanegan tuvo en periodo de odio a la música en donde dejó de escucharla, crearla o incluso hablar sobre ella, de hecho, consiguió un trabajo alejado de la música. Fue luego de insistencias de viejos amigos que se unió a tocar como invitado en algunas bandas, pero su amor por crear música no llegó hasta que conoció a Alain. El chileno – estadounidense le produjo una canción para un vídeo juego (llamado “Rage”) y fue ahí cuando Lanegan se dio cuenta que Johannes era el único “capaz de articular mi visión de la música”. Grabaron “Blues Funeral” el 2012 (el que el mismo Mark considera su mejor trabajo musical) y luego, el colaborador de QOTSA, se adentro a la música electrónica, lo que terminó resultando en una influencia directa. “Straight Songs of Sorrow” puede ser resumido en un blues/rock oscuro con tintes electrónicos.
Este disco vendría siendo como un resumen en audiolibro de lo que son las memorias de Lanegan en donde las historias con los famosos se tornan en colaboraciones con músicos dorados como Adrian Utley de Portishead, John Paul Jones de Led Zeppelin o Warren Ellis de los Bad Seeds. Y, además, con este trabajo, deja en evidencia que su voz se ha transformado en un instrumento más, en los blues juega con ella sobrepuesta a la misma en lo que parecieran ser conversaciones con Dios, en donde todo lo mal que se ha pasado se refriega en la cara de Jesucristo haciendo notar su cómoda ausencia. Se le amenaza con testamentos en código de poesía hasta matarlo con un rifle que dispara 15 balas envueltas en música. “I’d shoot straight up in the air / And watch you fall back down to Earth”.
Al final de todo, se logra encontrar la tierra prometida, la luz del día, la gracia en la vida, la liberación, la redención a un futuro brillante en donde “everybody gotta be free”.