La estrella más importante se hacía presente en la explanada del VTR Stage en medio de un calor más intenso del pronosticado. Aún así, la audiencia estaba instalada y lista para ver a Alex Anwandter, quien aparecía de labios negros y camisa a rayas —como si de un prisionero de antaño se tratase— y comenzaba suavemente a dar esas caricias de música que tanto estimulan a su público.
‘Bailar y Llorar’, recordaba a Teleradio Donoso, cosa que siempre se agradecerá de sus show. Pero fue ‘Siempre es Viernes en mi Corazón’ que comenzó de lleno a hacer bailar al público; las canciones anteriores no fueron más que la base para prenderle fuego al movimiento casual y a veces sensual del cantante. De la canción surgió la crítica: “¿Qué vamos hacer si se siguen repitiendo el lunes, martes, miércoles, jueves, Bachelet, Piñera, Bachelet Piñera?”. ‘Casa Latina’ le seguía, con su letra reflexiva.
Terminó haciendo lo que poco se ha hecho sobre el escenario del Lolla, lo más probable que a excusa del tiempo — pero Alex no le toma el mismo peso, por lo que agradece a sus compañeros de banda y a todo el staff que hizo posible el show-, sacando a la luz un discurso que dejó de resonar hace algunos años pero no por eso deja de ser un problema. Se trata de la atención que recibe la industria de la música nacional en comparación a la internacional. Es así que Alex, para quien la música es su profesión y su trabajo, invita no tener recelo de los artistas nacionales. Termina bromeando el discurso con un “gracias, Parque O’Higgins” como si un extranjero lo dijera.
‘Cordillera’ e ‘Intentarlo de Nuevo’ representaron su última placa; notorio es cómo esta canción difiere del sonido que se conoce de Alex en vivo, pero aun así sigue siendo una simple y linda tonada de amor. Antes ya había encantado con ‘Tormenta’.
Y si bien al parecer se le olvidaron las letras en algún momento del show, se lo tomó en broma. Asimismo, las bromas marcaron todo su show, diciendo frase como “lo estamos pasando ‘chantcho’ chiquillos”.
Las pausas también fueron tónica durante gran parte del concierto, pero las últimas canciones siguieron todas al hilo y algunas de sus más bailables, ‘Cabros’, ‘Cómo puedes Vivir Contigo Mismo’ y ‘Amar en el Campo’ cerraron la escueta pero disfrutable presentación de Alex.
Hay algunos que dicen que en sus shows es de esperar que haya crítica, algo así como sucedía cada vez que Jorge González al escenario. “Qué dirá está vez”, es lo que muchos de sus fans se preguntaban. Puede que se esté generando el mismo fenómeno con Alex, lo que no es malo porque de algún modo pareciese que falta gente que diga las cosas como son en la música chilena. Y lo que emergió en este Lollapalooza es con conocimiento de causa; sólo un par de horas antes Liricistas hacían lo suyo con canciones que quizá no le llegaban al público por su contexto social, pero sí generar consciencia.
Si hay algo que ya es recurrente y aún no se le toma el peso es el recelo al artista nacional. Y no es una crítica de una vereda desconocida, es lo que los mismos artistas están diciendo y quizá no paren de decir por un largo tiempo. El más burdo diría que somos “maricones sonrientes”: ves a algunos nacionales en el Lolla y estás saldado, pero la cosa no es tan así. Quizá la misma crítica que se le hace a Cage the Elephant puede ser la misma para los chilenos, porque estos últimos están en todos lados; “para qué ir a verlo allá si puede tocar gratis acá” o cosas así se dicen.
Hay mucho que hablar de este tema. Sí hay que aclarar que no se trata de imponer gustos y tampoco de andar de “maricones sonrientes”. Normalizar este insulto es faltarle el respeto a las distintas visiones de género. Hay algunos que criticarán sólo por leer el título, tanto para bien como para mal (depende de qué lado lo mire). Lo ideal es que llegaste hasta acá y no hay que salir del foco: Alex Anwandter, su música, su crítica y la construcción mediante la cultura y la opinión.