Lejos de cualquier cliché metalero, el show de Metallica en Lollapalooza fue una colección de momentos. Tal como detalló James Hetfield, el número que cerró la primera noche de festival fue una “reunión familiar”, un reencuentro con parientes que de vez en cuando vienen a vernos, y que con el paso del tiempo, en cada visita, van mutando en arrugas, voz y ropa, hasta parecer a veces casi irreconocibles. Pero ya estamos acostumbrados. Quizás debido a ese principio fundamental, la presentación que cruzó la hora y media fue un collage de instantáneas que a medida que avanzaba ganaba nuevos adeptos. Lo dijo también Hetfield: “Los que están conociendo a esta familia, súmense”.
Con una columna vertebral anclada en Hardwired… to Self-Destruct, el disco que editaron en noviembre pasado, Metallica deambuló por distintas postales de su historia, como Fuel, One y Harvester of Sorrow. Kill ‘Em All, el disco debut del grupo, también tuvo un homenaje especial. Primero con Motorbreath y casi al final con Seek & Destroy, dos canciones que musicalizaron la postal más nostálgica de la noche, una donde se proyectó un ticket de la mítica presentación de Metallica en el Velódromo del Estadio Nacional en 1993.
Otra imagen icónica: los solos de Robert Trujillo y Kirk Hammett. El del guitarrista, de cara al público mediante una cámara que lo enfocaba directamente, con muecas y guiños de humor incluidos (intentó practicar un solo con sus pompas); ambos golpeando sus instrumentos con baquetas en lo que de seguro fue una introducción al metal para muchos. En el público, bastantes familias: caras de niños sorprendidos de la mano de padres y madres, palpando in situ el rito del concierto y la fuerza del tótem en sus cuerpos vibrantes.
Los juegos láser y el montaje lumínico fueron ampliamente aplaudidos por el público. Para One, Fade to black y Master of Puppets, el grupo utilizó su célebre iconografía para proyectarla por sus tres pantallas gigantes, a medida que los láser apuntaban al público como automáticos francotiradores con luz roja incluida. Las descargas de humo fueron fundamentales: otorgaban el volumen necesario para que las luces dibujaran figuras en el vacío, en perfecta sincronía con las imágenes.
Sad but True (canción con la que Metallica invitó a los “no metaleros” a sumarse a la banda de “heavy music”), Wherever I May Roam, Master of Puppets, Fade to Black, Seek & Destroy, Fight Fire With Fire, Nothing Else Matters y la versión explosiva (literal) de Enter Sandman, tejieron la despedida del grupo, que se dilató por largos minutos en el entusiasmo de sus cuatro integrantes. Al final, como todos los padres de familia, lanzó una promesa tan certera como improbable, alimentada en la famosa esperanza del fan: “Volveremos pronto”.