“Los tres integrantes de Soda siempre formaron un triángulo sobre el escenario en el que nadie jamás se interpuso. Por primera vez, van a dejar que alguien entre”, advierte una voz en off en el inicio de Séptimo Día, la apuesta de la compañía circense Cirque Du Soleil, dedicada a Soda Stereo. La mecánica es inédita: con aires de concierto, pero bajo una conciencia artística, el espectáculo se traslada al público, a la cancha. Ahí, entre celdas yace L’Assoiffé, protagonista de la obra, y que a lo largo de la función muta en una metáfora viviente de los anhelos, deseos y sentimientos de Gustavo Cerati, Zeta Bosio y Charly Alberti. Las lágrimas afloran con naturaleza.
El pasado 9 de marzo se estrenó en Argentina ‘Soda Cirque’, acaparando un punto de vista generalizado: un golpe emocional, que mediante juegos musicales y estéticos, logra evocar el universo ‘Soda’, ese en que la libertad es el máximo anhelo, y la música su única guía. Pasajes que escapan de la conciencia terrenal, y viajan más allá del cosmos observable, tal como lo realizaban sus integrantes en su juventud.
“Bailamos sobre escombros hace más de treinta años, cuando ya había agonizado la dictadura y quedaban los restos y las marcas de ese oscuro naufragio, y bailamos de nuevo ahora, en la fiesta dionisíaca, impulsados por la música y por los estímulos de esta construcción audiovisual -una máquina demoledora y perfecta- que está algo más cerca de la escritura teatral que del lenguaje circense”, explica La Nación.
“Ese dispositivo visual trae algunas señales del universo pop, marcas indispensables de una estética que fue la de los años ochenta: raros peinados como torres, príncipes, colores que estallan sobre el escenario. Son signos de un mundo burbujeante, efervescente, pura vitalidad y humor”, agrega el medio, apuntando a que el máximo alto lo representa la banda sonora, misma que vivió un proceso de re-descubrimiento a manos del círculo íntimo de los argentinos.
Quizás lo más relevante es el escape a la realidad, la fusión de alma e infinito, que bien se plasma en todo momento. “Eres parte del show, un astronauta. En el piso verás los ángeles eléctricos que te acompañarán. A veces en la vida se producen encuentros mágicos (…) eso pasa entre una banda y su público”, se escucha al inicio del show.
“En la segunda parte, aparecen los tres mejores pasajes de la velada. Un personaje llamado Corazón roto, mueve su rostro paranoico sobre unas pantallas gigantes y al ritmo de Sobredosis de T.V.; una artista crea un dibujo con arena en tiempo real sobre una mesa proyectada en todo el recinto, mientras suena Un millón de años luz; y Hombre al agua muestra a un guitarrista y una sirena teatralizando el tema al interior de una pecera gigantesca”, narra por su parte La Tercera.
Cerca del final se puede observar el punto más emotivo: el homenaje a los que ya partieron. “Sobre el cierre, siete guitarristas se cuelan entre los espectadores para interpretar en plan fogata Té para tres -un homenaje a los que ya se han ido-, mientras en De música ligera vuelve la voz de Cerati: ‘En esta que viene sería un lindo momento para que ustedes iluminen el estadio'”, enfatiza el matutino.
La interpretación no existe, no hay una correcta. Cuando cae el telón algunos ríen, otros aplauden; cada uno le da el significado que gusta. La lógica no es invitada de honor en la función, retratando el verdadero espíritu de Soda: lo de ellos siempre fue un juego más allá de lo musical o teatral, tenía que ver con lo espiritual.
¿Datos duros? 35 artistas en escena, cada uno de ellos con un vestuario colorido y futurista. Grandes escenarios y montajes, que se mezclan con objetos que caen, efectos ópticos, artistas en una pecera, y flores gigantes. Todos factores que interactuaron con la audiencia.
En Argentina aún restan más de 60 fechas por llevarse a cabo, concluyendo el 14 de mayo en Buenos Aires; en tanto en nuestro país, la maquinaría aterrizará el 19 de julio en Movistar Arena. Entradas a la venta por sistema Puntoticket.