Por Salvador J. Leiva
A primera vista, al ver aquella palabra foránea que aparece en el título del segundo álbum de Black Foxxes, la gente que no conoce a esta banda podría pensar que es una banda proveniente de Islandia, la misma tierra de Björk y Sigúr Ros. Pero no, el trío conformado por el vocalista y guitarrista Mark Holley, el bajista Tristan Jane y el baterista Ant Thornton son provenientes de Exeter, localidad propia de Inglaterra.
La palabra ‘Reiði’ significa en español cólera o rabia, siendo el elemento principal en el segundo capítulo de esta banda británica, que maneja un sonido bastante ligado al rock alternativo de los 90s, tomando de referencia directa artífices como Smashing Pumpkins, Jeff Buckley o todo lo que engloba al grunge.
Entonces, dicho esto, se tienen dos posibilidades: que la banda que posea aquellos sonidos de referencia fracase por el extenso tiraje que se la ha dado a aquellas influencias, o tratar de hacer algo diferente a base de aquella regla sónica.
Al comienzo, todo parte muy bien con ‘Breathe’ siendo un tema básicamente post-grunge, con una estética muy parecida a lo que hizo Fuel o en menor medida Silverchair en los 2000s. Dicho esto, no deja de ser una canción bastante abordable. El siguiente tema también cumple los requisitos para ser uno disfrutable, ya que se puede ver una cara sónica diferente de Black Foxxes, en este caso con ‘Manic in Me’ entregando un sonido más ligado al emo.
El tercer track, de nombre ‘Sæla’ (que quiere decir felicidad en islandés) es uno de los cortes más radiales rock/pop que se podrían encontrar en este álbum. ‘The Big Wild’, pieza que llega a continuación, también tiene esa chispa, con un coro bastante oreja y una instrumentación que llega a agradar.
La que llega como una especie de balada (‘It Had to be You’) tiende a ser un poco más difícil de digerir por la diferencia de efectividad, cosa opuesta que los anteriores tracks poseían. Las cosas empiezan a decaer en términos cualitativos con ‘JOY’ y ‘Am I Losing It’. La primera es un esfuerzo malogrado por hacer una canción a lo Nirvana o como At the Drive In, pero agregando momentos limpios bastante poco inspirados, y la segunda peca de ser constantemente plana.
La que logra elevar el espíritu que estuvo en alto en las primeras cuatro canciones es ‘Flowers’ de estética soñadora y muy bien trabajada en guitarras e intensidades. Llegando ya a las últimas dos canciones del disco, ‘Take Me Home’ es en su totalidad armoniosa, menos en su clímax donde llega a marcar una gran diferencia, salvando a la canción de una peligrosa monotonía y haciéndola interesante, y finalmente llega ‘Float On’, que cierra de manera lúcida y rabiosa al final, pero un tanto extendida. Quizá si la canción hubiera sido más compacta, hubiera tenido un mayor efecto al concluir.
Sin ser una obra maestra, ‘Reiði’ consigue su propósito: ser un muy buen disco de Rock alternativo. Y aunque tenga sus vicios y canciones de sobra, se les perdona, ya que es recién el segundo disco de una banda con un largo futuro más allá de sus narices. La música de guitarra aún puede ser atractiva en el año 2018, y Black Foxxes es prueba de aquella tesis.