El final de una década como la de los 60 tuvo mucha repercusión para el fin de muchas bandas y el nacimiento de otras. Otra gran década para la música estaba a punto de empezar, pero desde mi punto de vista, la gran década fue la segunda mitad de los 60 y la primera de los 70. Son innumerables la cantidad de discos escritos con letras de oro que puedes encontrar en esos 10 años.
Hemos relatado las aventuras de unos pioneros del género progresivo como eran los británicos King Crimson. El capítulo de hoy va para otro pedazo de álbum, que con el tiempo ganaría un peso para la banda incontestable. Podríamos decir incluso que “Vincebus Eruptum” fue la primera piedra de toque para el género que en la década de los 90 acabarían puliendo llamándolo stoner rock.
Corto fue la edad de oro de este proyecto, pero es tan grande la inmensidad de este disco que hoy en día es la influencia principal o de las principales para muchas de las bandas que comienzan su andadura musical. No sólo es pionero para muchos grupos del sonido arenoso, incluso otro estilo de los 90 como el grunge o lo que unos pocos años después los eternos Black Sabbath acabarían puliendo un estilo como el heavy metal, tiene sus cimientos con Blue Cheer, pero en particular en un disco como “Vincebus Eruptum”.
Poco más de media hora, divido en dos caras que incluían tres canciones cada una, fueron lo que necesitaron el power trío californiano que sucumbió a varios cambios de formación en sus filas antes de iniciar su punto de partida. Después de algunos cambios y la esencial entrada a las filas de un guitarrista como Leigh Stephens, la banda solo necesitaría presenciar la particular exhibición que hizo la “Experience” del maestro Hendrix en el Festival de Monterey, para convencerse de convertirse ellos también en una formación de trío.
El nombre de Blue Cheer viene de un tipo de LSD que había por aquellas fechas memorables, dónde la libertad de expresión, el libertinaje, las drogas, el placer carnal y el buen rock, iban cogidos de la mano.
Conocidos en sus directos por poner el volumen de una manera que se oyera hasta en el mismísimo infierno, los de San Francisco llegaron a ser calificados como una de las bandas más atronadoras del planeta. Su influencia por la psicodelia y el blues era un elemento esencial en su música y en su primera maqueta vendrían temas como “Doctor Please” o el cover de Eddie Cochran, “Summertime Blues”.
“Vincebus Eruptum” fue la implosión de los sonidos distorsionados, el primero de la fila. La creatividad de la banda haría que sus próximos trabajos fueran más reconocidos, pero lo único que hacían era darle mucho más peso a este titán de la escena del psych rock y después de algunos años, compartir escenarios con las bandas más consagradas de la fecha como eran Pink Floyd, Cream, Jefferson Airplane, The Doors, Jimi Hendrix, y muchos más.
Esta banda trae el descubrimiento de un guitarrista como fue Stephens, la principal condición de Blue Cheer. Fue uno de los primeros en entrar a la banda en el verano de 1967 y sucumbió a esas acumulaciones traídas de cabeza dentro del blues y el rock que desprendían ilustres de la escena como Cream o el propio Hendrix. Su estilo se reflejaba de manera cristalina con ambas formaciones, lo que él nunca se hubiera imaginado es que la poca experiencia que tenía por aquel entonces y que su tiempo llevó para desarrollarse, tuviera su repercusión siendo pionero de muchos géneros como el heavy metal o el punk. Su manejo de guitarra implantaba la versión más primitiva de la crudeza que se le podría sacar a las seis cuerdas.
Desde ese cover inicial llamado “Summertime Blues” todo un super hit de la época y la mejor publicidad que tuvo “Vincebus Eruptum”, somos testigos de ese sonido correoso y distorsionado. Son muchos los intentos de la banda a la hora de intentar juntar de la misma manera y en el mismo juego a sus tres músicos. Cuando el bajista Dick Peterson como su batería Paul Whaley se olvidan accidentalmente que están en la misma banda, es cuando aparece un coloso como Stephens. Suya es esta fiesta, es el amo y señor del sonido de Blue Cheer expandiendo esa furia psicodélica que habita en su haber.
“Doctor Please” es otra exhibición ensordecedora del guitarrista, mientras Peterson canta “la necesidad de análgesicos”, escuchamos una sección rítmica menos audible que el tema inicial. “Out Of Focus” finaliza esta primera cara del álbum ante cantos de locura mágica y sueños místicos, la versión más grandilocuente de la llegada inminente de Led Zeppelin.
La cara B del disco arranca con “Parchment Farm” y esos aires hendrixianos que se dejan ver en las influencias de la banda. Lo mismo pasa con “Rock Me Baby” tan blusera o más que la anterior, se convierte en otro de los atractivos del disco y que dentro del universo musical Blue Cheer, parezcan elevarte a otra dimensión, una dimensión poblada por la banda sonora omnipresente que siempre acompañó la época de la esclavitud y esa raza negra que era sometida a las terribles torturas de la América profunda.
“Second Times Around” es el perfecto cierre que tiene esta ilustre joya, más de seis minutos dónde los californianos vuelven a desmarcarse con otro tema inolvidable. Aquí vemos un Paul Whaley en su más cruda versión llena de intensificación a los tambores. Sin duda, el digno colofón que merece “Vincebus Eruptum”.
Como decía en un principio, el éxito y los continuos cambios de formación de la banda de San Francisco acabarían rápidamente, pero este recomendado de Cancha ha permanecido en las retinas de muchos por ser pionero de varios estilos y descubrir un talento a las seis cuerdas como fue Leigh Stephens, definitivamente el hermano pequeño de Jimi Hendrix.